Noche de Reyes
Los Reyes Magos dejaron en el Liceo, durante su noche, el mejor regalo que puede esperar nunca un teatro: una sencilla tira oblicua sobre el cartel de la velada con las palabras "agotadas las localidades". Seg¨²n parece, pues, para Sus Majestades de Oriente el teatro se ha portado bien durante el a?o, y no seremos ciertamente nosotros quienes contradigamos tan regia opini¨®n.M¨¢s all¨¢ de intervenciones divinas, queremos, sin embargo, creer nuevamente en el factor humano. Por ¨¦l se agolpa la gente ante una taquilla cuando se le ofrece la posibilidad de admirar en directo a sus ¨ªdolos vocales. Por ¨¦l, tambi¨¦n, se desentumece el mecanismo de la solidaridad con un pueblo, en este caso el mexicano, que ha sufrido en sus carnes la desaforada violencia de la naturaleza en forma de devastador terremoto.
Concierto extraordinario pro M¨¦xico
Enedina Lloris, Teresa Zylis-Gara, Giuseppe di Stefano, Alfredo Kraus, Mirella Freni, Josep Ruiz y Pl¨¢cido Domingo. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo. Directores: Pl¨¢cido Domingo, Romano Gandolfi, Antoni Ros-Marb¨¤ y Maximiano Vald¨¦s. Gran Teatro del Liceo. Barcelona, 5 de enero.
Himno de la solidaridad
Dijimos en una cr¨®nica anterior que el coro Va pensiero, del Nabucco de Verdi, pod¨ªa considerarse casi un himno de la solidaridad para con una comunidad infeliz. Y efectivamente las notas de tan conocido trozo volvieron a resonar en el Liceo durante la primera parte del espect¨¢culo. Pero Pl¨¢cido Domingo ten¨ªa previsto un ¨²ltimo cartucho para el final de la segunda: el coro Patria oppressa que abre el cuarto acto de Macbeth. Son palabras tan vibrantes que no resistimos la tentaci¨®n de traducirlas: "?Patria oprimida! el dulce nombre de madre ya no puedes tener, ahora que te has convertido en una tumba para tus hijos. De hu¨¦rfanos y de seres que lloran al esposo y a los hijos se alza un grito que hiere el cielo cuando llega el nuevo d¨ªa. A ese grito responde el cielo como si quisiera, apiadado, propagar por el infinito, patria oprimida, tu dolor. Toca a muertos la campana, pero nadie se atreve a llorar en vano a quien sufre y muere".Pl¨¢cido Domingo, que en M¨¦xico tiene no sabemos si su segunda o su primera patria, se ha convertido en el nuevo cielo de aquel pa¨ªs, propagando su dolor con bell¨ªsimas melod¨ªas. Y su voz hace vibrar otras por simpat¨ªa f¨ªsica y humana. All¨ª estuvieron, acompa?ando al tenor que dej¨® a familiares entre los escombros de una ciudad sacudida, Alfredo Kraus, Mirella Freni, Teresa Zylis-Gara, Josep Ruiz, el veterano Giuseppe di Stefano, ya retirado, y la joven Enedina Lloris. Y tambi¨¦n el coro y la orquesta del teatro, dirigidos, a turno por Antoni Ros-Marb¨¤, Romano Gandolfi, Maximiano Vald¨¦s y, en una ocasi¨®n, por el propio Pl¨¢cido.
El delirio
Fue una noche de furor incontenible. A Giuseppe di Stefano el p¨²blico, que no le olvida, le dedic¨® una caluror¨ªsima ovaci¨®n cuando sali¨® a cantar el nost¨¢lgico Non Camo pi¨², de Tosti. Kraus, por su parte, encendi¨® manos y pies al concluir su Che gelida matina, de La Boh¨¨me, Y desat¨® el delirio cuando, junto a la inigualable Mirella Freni, sigui¨® con el d¨²o 0 soave fanciuffa. Teresa Zylis-Gara ofreci¨® una preciosa versi¨®n del Salce y de Ave Mar¨ªa, de Otello, y Enedina Lloris demostr¨® que es bastante m¨¢s que una promesa con el aria Ah non credean mirarti, de La sonnambula, de Bellini. Pero fue sobre todo hacia el final cuando los ¨¢nimos se caldearon: el c¨®ctel Domingo-Freni-Kraus, debidamente agitado, produce efectos explosivos en quien tiene la suerte de degustarlo. Los amigos del aplaus¨®metro tuvieron el domingo materia abundante para sus mediciones. Por encima de ellas, interesa destacar el esp¨ªritu de colaboraci¨®n, ajeno a rencillas decimon¨®nicas, que circul¨® entre los grandes que se dieron cita en el escenario del Liceo. Cuando hay profesionalidad, lo dem¨¢s viene rodado.
Babelia
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