"Amanezco como quien no quiere"
No voy a hablar ahora de la literatura de Rulfo. ?sa es una obra seca, total y perfecta. No, ahora no hay que hablar de eso que ya forma parte de lo mejor que pudo ser escrito a lo largo de esa sufrida historia de Am¨¦rica.Lo que m¨¢s recuerdo y me duele tanto es la figura de mi hermano Juan, as¨ª, medio encorvadito, con una sonrisa depositada siempre en un rinc¨®n de los ojos, y sus sacos de tweed, aquella elegancia suave, aquella mirada ¨¢gil y r¨¢pida de p¨¢jaro delicado. Y hab¨ªa tambi¨¦n una amarga iron¨ªa frente a los avatares de la vida, y hab¨ªa todos los d¨ªas, y especialmente los mi¨¦rcoles, a las siete de la tarde, en el caf¨¦ de la librer¨ªa El ?gora, all¨ª en la Insurgente Sur de la ciudad de M¨¦xico; cuatro. largos a?os yendo al caf¨¦ como quien va a la misa, y ¨¦l tomaba caf¨¦ y fumaba unos cigarrillos fuertes, y Juan recordaba cosas de una infancia que parec¨ªa no terminar nunca, y muchas veces inventaba historias; ment¨ªa, era evidente que ment¨ªa, pero cuando hay que darle vuelta a la vida vale todo. Y entonces surg¨ªan amores imposibles en un Sur imaginable y luego nos re¨ªamos los dos, pero siempre suavemente, porque de duro basta con la vida y el resto hay que tratarlo con suavidad. Juan luego me hablaba de la m¨²sica medieval y a poquitos me contaba lo que ve¨ªa mientras escuchaba m¨²sica que los siglos perdieron. Luego habl¨¢bamos de libros y me ense?aba cosas, y entonces ven¨ªan lecciones de la vida y del oficio de vivir y escribir. Era una persona tierna y solitaria, que una vez me dijo una frase tan amarga: "Hay d¨ªas en que me despierto sin ganas de amanecer, amanezco como quien no quiere".
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