Los idus
Se puede castigar a los socialistas con el no, hacer voto de obediencia felipista con el s¨ª, practicar la abstinencia y el ayuno fraguiano o largarse el d¨ªa del refer¨¦ndum a blasfemar delante del muro de Berl¨ªn. Se pueden y se deben hacer esas y otras cosas de aqu¨ª a marzo; lo intolerable es continuar perpetrando m¨¢s comentarios, pancartas, m¨ªtines, chistes y chascarrillos a costa de la pecaminosa conversi¨®n socialista en el maldito embrollo de la Alianza Atl¨¢ntica. Primero dijeron t¨ªmidamente que ni hablar, y ahora, con voz firme, farfullan que bueno. A eso se le llama una contradicci¨®n pinturera. Basta darse una vuelta por cualquier historia universal en fasc¨ªculos coleccionables para saber que la contradicci¨®n es el tormento de los l¨®gicos, los fil¨®sofos, los cient¨ªficos y los inspectores de Hacienda, pero es la ley que rige los destinos de la pol¨ªtica, articula el lenguaje de los pol¨ªticos y hace m¨¢s llevadera la tediosa cosa p¨²blica.Intenta eliminar la contradicci¨®n pol¨ªtica de esa historia que decora tu cuarto de estar y se desencuadernar¨¢n con estr¨¦pito los fasc¨ªculos. El orden de la historia est¨¢ cimentado con pegam¨ªn a base de desmentidos, discontinuidades, saltos, antinomias, paradojas y dem¨¢s liebres de Lewis Carroll. Ni siquiera sirve repetir aquello de que solamente puede cambiar de opini¨®n aquel que tiene una, porque ni lo de antes ni lo de ahora son opiniones, s¨®lo comentarios. Si cuando Calvo Sotelo nos calz¨® en la OTAN eran comentarios a la entrada, los de ahora son comentarios a la salida. Hasta que aqu¨ª no ocurra el debate sobre los dos bloques, tal y como lo dirimen nuestros vecinos desde hace una d¨¦cada, la pol¨¦mica atlantista ser¨¢ un salirse por los cerros de ?beda o un estar en la luna de Valencia. No entiendo el descr¨¦dito de la contradicci¨®n en un pa¨ªs que ha elevado ese viejo atentado contra la l¨®gica a categor¨ªa de arte, ha parido la formidable raza de los conversos y est¨¢ tan orgulloso de una transici¨®n que, en rigor, fue pura contradicci¨®n de bolillos. Nada m¨¢s normal que ante los temibles idus de marzo que le esperan al C¨¦sar de la Moncloa el patio de vecindad ande plagado de liebres de marzo de todos los pelajes ideol¨®gicos.
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