Doctor Reaganwater
Stanley Kubrick es uno de los cineastas m¨¢s brillantes de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Su brillantez -que consigue con derroches de meticulosidad y un casi enfermizo perfeccionismo- encubre en ocasiones, por exceso de elaboraci¨®n mec¨¢nica, cierta superficialidad, y otras, en cambio, se al¨ªa con un tino instintivo que le hace llevar la punta de sus relatos a la diana elegida. Es Kubrick un cineasta complicado, pero no profundo. Sus pel¨ªculas deslumbran la imaginaci¨®n del espectador por un solo lado y padecen de esquematismo, falta de zona intermedia, que hace dificil extraer de ellas segundas o terceras lecturas subterr¨¢neas.De ah¨ª que sus pel¨ªculas fallen cuando se derraman y acierten cuando se concentran. Recordemos que sus mejores filmes, Pasos de Gloria y Atraco perfecto, est¨¢n entre los primeros que hizo, cuando era muy joven e iba rectamente al grano. Son filmes exactos como teoremas, dotados de im¨¢genes con filo de navaja barbera, que abren limpiamente las p¨²stulas que aprietan. No crean mundos, pero alcanzan composiciones tan bien acabadas que sus piezas encajan unas con otras con la exactitud de un mecanismo de relojer¨ªa.
Doctor Strangelove
Director: Stanley Kubrick. Gui¨®n: Kubrick, Peter George y Terry Southern, sobre la novela Alerta roja, del segundo. Fotografia: Gilbert Taylor, blanco y negro. M¨²sica: Laurie Johnson. Canci¨®n We'll met again, de Vera Lynn. Efectos especiales: Wally Weevers y Vic Margutti. Producci¨®n Hawks Films para Columbia Pictures. Int¨¦rpretes: Peter Sellers, Sterling Hayden, George C. Scott, Keenan Wynn, Slim Pickens, Peter Bull, Tracy Reed, James Earl Jones. Reposici¨®n en Madrid: cine Bellas Artes.
El lado serio de la risa
Con Doctor Strangelove, realizada en 1963-1964, bajo el recuerdo inquietante del asesinato de Kennedy y el loco ascenso del c¨®mico belicista Barry Goldwater -uno de los padres pol¨ªticos de Ronald Reagan- hacia los alrededores de la presidencia de Estados Unidos, Kubrick llen¨® una doble ambici¨®n: realizar un filme sobre la tensi¨®n nuclear y poner en movimiento una historia que capturase el instante hipot¨¦tico en que esa tensi¨®n se autodisparase y de asunto pol¨ªtico se convirtiese en cataclismo estelar.Intent¨® Kubrick un proyecto serio para asunto tan serio y se encontr¨® en un atolladero estil¨ªstico: cuanto m¨¢s gravemente exploraba una situaci¨®n y qu¨¦ personajes podr¨ªan hacerla veros¨ªmil, tal situaci¨®n y personajes derivaban fatalmente hacia un inesperado lado irrisorio. Volvi¨® el proyecto del rev¨¦s: ?no es la risa la respuesta humana m¨¢s seria contra la subhumanidad del poder? Y el proyecto de campanuda tragedia cristaliz¨® sin esfuerzo en una afilada tragedia al rev¨¦s, en una farsa.
El filme, tras dos d¨¦cadas, se mantiene en pie porque la herencia de los Goldwater es hoy m¨¢s tangible que nunca y las barras y estrellas de la nueva glaciaci¨®n que nos amenaza, la inquietante imagen de un descuido nuclear, han pasado a ser de excepci¨®n o descuido a tr¨¢mite cotidiano, constante, asumido pero innombrable del juego, por as¨ª llamarlo, de la dial¨¦ctica de la guerra fr¨ªa.
La guerra fr¨ªa se mantiene como corriente oculta, y la reposici¨®n de Doctor Strangelove devuelve a la luz la eventualidad permanente de su crispaci¨®n m¨¢s o menos accidental. La precisi¨®n del filme cuando naci¨® era, por tanto, m¨¢s que coyuntural, porque lo que aliment¨® su horror ir¨®nico mantiene intacta su capacidad para despertar risas y advertirnos con ellas que seguimos pl¨¢cidamente dormidos sobre un colosal chiste negro: la necia pero veraz idea de que nuestra supervivencia como especie sigue custodiada por mentes que no son de nuestra especie.
Doctor Strangelove es un comic sobre la forzosa condici¨®n subhumana de quienes componen la c¨²spide humana del poder pol¨ªtico y militar que sobrevuela nuestra supervivencia en este planeta. El filme est¨¢ visualizado con nitidez de vi?etas de comic, y es en los personajes-fantoches donde este enfoque de comic adquiere una magistral m¨ªmesis: los personajes que interpretan Peter Sellers (capit¨¢n Mandrake, presidente Muffley y doctor Strangelove), el general Turdigson (George C. Scott), el comandante King Kong (Slim Pickens), el coronel Guano (Keenan Wynn), el embajador Da,desky (Peter Bull) y el general Jack Ripper (Sterling Hayden) son feroces parodias extra¨ªdas de otra parodia m¨¢s feroz porque es real.
El trepidante ritmo se mantiene en un montaje simult¨¢neo sobre tres focos permanentes de acci¨®n. Uno es el reino de la locura de Ripper; otro, el c¨®mico infierno dial¨¦ctico de una sala de operaciones estrat¨¦gicas cuyo cerebro gris es a la fuerza un contrahecho belicista; y el tercero, un suave ajetreo en magistrales tomas de maqueta de un id¨ªlico bombardero at¨®mico. Ning¨²n enrevesamiento que le impida ir al grano a un panfleto incr¨¦dulo y redactado con tinta de sarcasmo. Notable ejercicio de cine pol¨ªtico desde el ¨²nico punto de vista humano que queda en un juego de antropoides con poder, el de la luz del esc¨¦ptico.
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