Serrano
Sitiados en vetustos caserones, en los laberintos del centro de Madrid, los burgueses de la villa se entusiasmaron con el proyecto del marqu¨¦s de Salamanca y acogieron con satisfacci¨®n los rigurosos planos del ingeniero Castro, que con escuadra y cartab¨®n traz¨® las impecables cuadr¨ªculas del barrio de Salamanca. A finales del siglo XIX, los habitantes de este nuevo barrio se enorgullec¨ªan de sus waterclosets, los primeros de Madrid, y prefer¨ªan el aislamiento de esta zona alejada del centro y de sus agobios.La calle de Serrano, adjudicada en primer t¨¦rmino a su colega Narv¨¢ez, se convirti¨® en paradigma del nuevo espacio urbano y apadrin¨® a la fauna m¨¢s caracter¨ªstica de la zona, los ni?os de Serrano, raza bien alimentada, vestida con esmero y educada en colegios de pago y sotana, que celebraban sus rituales a la hora del aperitivo y ornaban las terrazas de las cafeter¨ªas con su ch¨¢chara insustancial, jerga que parodiaban, sin conocerla, los madrile?os de otros barrios menos privilegiados.
Lenguaje m¨ªtico que no se correspond¨ªa a la realidad, pues los ni?os de Serrano, seguidores de la l¨ªnea del menor esfuerzo, no dedicaban sus energ¨ªas a la creaci¨®n de un lenguaje especial. Jam¨¢s dijo uno de estos t¨®rtolos "incin¨¦rame un cilindr¨ªn" o "acel¨¦rame el c¨¢ncer" para pedir fuego, ni tampoco "vamos a tomar unos vidrios", llegada la hora del aperitivo, y, sin embargo, ¨¦stas y otras frases del Mismo jaez se consideraban parte de su patrimonio, secuelas de su leyenda negra.
Corrillos y tertulias de la zona nacional, cen¨¢culos en los que los j¨®venes repet¨ªan los gestos de sus mayores y aprend¨ªan a comportarse con los modales de su clase, llamando con autoridad al camarero o repitiendo con voz impostada las argumentaciones pol¨ªticas o econ¨®micas de sus progenitores.
Algo ha cambiado en el ambiente; ahora los ni?os de Serrano, algodonizados, uniformados al pastel por un h¨¢bil comerciante local, se dejan caer por los bulevares de Juan Bravo cuando llega la primavera; han cambiado las bic¨¦falas ¨¢guilas imperiales por el Snoopy, abanderado a pesar suyo, que campea en las traseras de sus autom¨®viles, indefenso can sometido a un oficio que no le cuadra, portaestandarte de unos valores eternos que se encuentran muy alejados de los que el padre Schultz insufl¨® en su criatura.
El redactor de Abc encargado de esta cr¨®nica de ambiente acu?¨® nuevas siglas para definir a los j¨®venes cachorros de estas nobles camadas: "BCBG", buen chic, buen g¨¦nero, los BCBG prefieren los refrescos al alcoholazo y en su conversaci¨®n han sustituido la pol¨ªtica por el motor, la moda o las discotecas.
Los residuos del pasado imperial se condensan en un fascismo light que luce joven y rozagante en las manifestaciones de la LODE o el aborto y proporciona vistosas portadas a los peri¨®dicos. Bien mirado, la LODE y el aborto son dos causas light, pap¨¢ guard¨® su escopeta en el armario y ahora es mam¨¢ la que organiza desfiles y manifestaciones con el mismo entusiasmo que antes dedicaba a t¨®mbolas ben¨¦ficas y cuestaciones caritativas. Tras la muerte del caudillo carism¨¢tico y a falta de l¨ªder nacional, las cat¨®licas legiones se inclinan por el liderazgo de Juan Pablo II.
Al margen de estas connotaciones vagamente sociol¨®gicas, la calle de Serrano mantiene en pie algunas de las primitivas edificaciones del plan Castro, s¨®lidas y respetables edificaciones burguesas, y ofrece curiosos contrastes, los descoyuntados jardines del Descubrimiento, con sus megal¨ªticas losas junto a la cl¨¢sica fachada del Museo Arqueol¨®gico, que vigilan impert¨¦rritas esfinges. La Casa de la Moneda cay¨® en aras del desafinado homenaje colombino, el palacio del duque de Anglada fue sustituido por unos grandes almacenes y el de C¨¢novas del Castillo es ocupado por la estructura c¨²bica e impenetrable de la Embajada de Estados Unidos. S¨®lo el ins¨®lito barroquismo andaluz del edificio de Blanco y Negro y Abc, con su fachada de inspiraci¨®n neoplateresca, y el recoleto enclave del Museo L¨¢zaro Galdiano dan fe de la antigua nobleza de esta calle, que tiene en los escaparates de los comercios sus mejores reflejos. Santones del pr¨ºt-a-porter parisiense y emergentes gur¨²s de la posmodemidad compiten en precios y dise?os, y las galer¨ªas de arte, desacralizadas, registran una inusitada afluencia de p¨²blico.
Muy de cuando en cuando, entre boutique y boutique, una antigua camecer¨ªa o una tienda de ultramarinos y coloniales emergen como incongruentes vestigios del pasado.
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