El refer¨¦ndum de Aquiles Tal¨®n
Creo sinceramente que no hubiera sido tan complicado convencerme para votar s¨ª en el refer¨¦ndum sobre nuestra permanencia en la OTAN. Cuando ya se ha votado un par de veces en la vida, se le coge afici¨®n y es dif?cil contenerse; por otra parte, en casi todo me inclino siempre a dar el s¨ª: soy el hombre m¨¢s f¨¢cil que conozco... Dar gusto para recibirlo, tal suele ser mi divisa. Pero aun gozando de tan buena disposici¨®n, pongo mis requisitos y pido garant¨ªas: finalmente, la respuesta va a ser un decidido no, lo confieso transgrediendo por anticipado el secreto del voto. Perm¨ªtanme que les razone mi caso, por si pudiera servir de advertencia a caminantes.De la OTAN misma, poco hay que decir: es una organizaci¨®n tan excelente, necesaria y llena de ventajas para sus miembros que si los espa?oles logramos salirnos de ella quiz¨¢ otros dos o tres pa¨ªses se vengan corriendo detr¨¢s nuestro. Fundada, seg¨²n cuentan, para defender las libertades, las garantiza todas menos una: la de decir no a lo que la propia OTAN representa, el mundo escindido por la l¨®gica militar y el equilibrismo terrorista, desp¨®tico, de las dos grandes potencias. ?Acaso este mismo refer¨¦ndum y la tensi¨®n internacional que lo rodea, tal como las protestas generalizadas por la instalaci¨®n de misiles en otros pa¨ªses, etc¨¦tera, no son indicio suficiente de que se trata de una forma de alianza caduca, un colonialismo militar yanqui, residuo de las abominaciones de la guerra mundial y las alarmas de la guerra fr¨ªa, cada vez m¨¢s incompatibles con una Europa econ¨®mica y pol¨ªticamente emancipada? ?Alguien puede suponer en serio que dentro de, pongamos, 25 a?os -si queda por entonces Europa o mundo del que hablar- seguir¨¢ vigente un engendro burocr¨¢tico-guerrero de tales caracter¨ªsticas? ?No es preciso ya ir pensando en cu¨¢l es la defensa que hoy necesitan los pueblos europeos y, sobre todo, contra qu¨¦ deben defenderse, m¨¢s all¨¢ de manique¨ªsmos trasnochados? Lo m¨¢s irritante es que se afirme desvergonzadamente que pertenecer -comercial, pol¨ªtica o culturalmente- a Europa exige adhesi¨®n a la Alianza Atl¨¢ntica, es decir, a la hegemon¨ªa militar norteamericana. Insisto: ?no es un claro resabio de la guerra mundial seguir pensando que s¨®lo gracias a los nortemericanos podemos los europeos seguir siendo europeos? ?No hay de verdad otro dilema para Europa que ser yanqui o t¨¢rtara? Ni siquiera se trata de oponerse infantilmente a Estados Unidos, con el que, l¨®gicamente, es interesante mantener los mejores lazos que sea posible, sino s¨®lo a una determinada pol¨ªtica exterior americana: una creciente neutralidad europea les ayudar¨ªa a revisarla y a busca otra menos simplista y belicosa.
Por lo dem¨¢s, la OTAN es s¨®lo uno de los datos de un problema m¨¢s amplio y m¨¢s importante, el ?qu¨¦ hacer? de la pol¨ªtica que hoy no quiere atenerse a la miop¨ªa del momento hipostasiado y su falsa necesidad. Las dos tareas esenciales de ese nuevo ?qu¨¦ hacer? son el antimilitarismo y la puesta a punto de una nueva concepci¨®n del trabajo no meramente productivo, sino ocupacional y de plenitud personal. Las dos tareas se interrelacionan: mientras la soluci¨®n militar predomine ideol¨®gica y eoc¨®micamente, el trabajo seguir¨¢ falseado por un productivismo a ultranza en lugar de modificarse, no s¨®lo en lo tocante a la propiedad de los medios de producci¨®n o respecto al reparto de los producido, sino sobre todo respecto al sentido mismo de para qu¨¦ y por qu¨¦ producir. Naturalmente, los pol¨ªticos realistas no piensan en estas cosas: para ellos, realismo es siempre ir a la zaga de los acontecimientos, someterse a ellos, justificarlos. Como hoy no hay guerra mundial, pero, en cambio, hay paro, la guerra es imposible, y el paro, inevitable; cuando ma?ana estalle una nueva y quiz¨¢ definitiva conflagraci¨®n mundial, la guerra se presentar¨¢ como irremediable, pero el paro, en cambio, ya habr¨¢ entrado en v¨ªas de dr¨¢stica soluci¨®n... La aceptaci¨®n de la OTAN se inscribe dentro de este realismo, que no es en verdad sino pereza y dimisi¨®n frente a lo real. Pero, ?puede acaso Espa?a, una potencia de tercer orden tirando por alto, singularizarse en actividades pioneras que pa¨ªses mucho m¨¢s fuertes de Europa no se han atrevido a adoptar? Estoy de acuerdo con mi amigo Xavier Rubert cuando se alegra de que este pa¨ªs pierda su voluntad ret¨®rica de ser diferente y abandone el manipulable empe?o de ser centinela de no s¨¦ qu¨¦ esencias negadas al com¨²n de los mortales: bastante tenemos con los mani¨¢ticos del "no nos entienden" como para que intentemos fomentarlo a otra escala. Ahora bien, al menos para los intelectuales, integrarse realmente en Europa no puede significar sino decidirse a luchar contra un entreguismo est¨¦ril y aterrorizado, uni¨¦ndose a los ciertamente no demasiados que en los otros pa¨ªses intentan enfrentarse a ¨¦l. Ya expon¨ªa esta tarea Albert Camus en un texto del a?o 1951, con motivo del aniversario de la Rep¨²blica Espa?ola: "Quiz¨¢ Europa, de la que Espa?a es solidaria, no es tan miserable sino porque se ha apartado por completo, y hasta en su pensamiento revolucionario, de una fuente de vida generosa, de un pensamiento en el que la justicia y la libertad se encontrasen en una unidad carnal, igualmente alejada de las filosof¨ªas burguesas y del socialismo ces¨¢reo". No se trata de gloriarnos de ser diferentes a los restantes europeos, sino de intentar asemejarnos y colaborar en lo mejor con los mejores de ellos.
Puestas as¨ª las cosas, tampoco la campa?a pro-OTAN del mila-
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El refer¨¦ndum de Aquiles Tal¨®n
Viene de la p¨¢gina 11grosamente reconvertido Gobierno socialista parece capaz de cambiar la disposici¨®n de cualquier antimilitarista medianamente firme. La n¨®mina de argumentos pintorescos y risibles es conmovedoramente larga, as¨ª como los subterfugios destinados a paliar el mal efecto del brusco giro del tim¨®n. Unas veces se insiste en que no vamos a integrarnos plenamente en la estructura militar, como si en una alianza militar, y a favor de la cual no se aducen m¨¢s que razones militares -defensa, seguridad...-, pudiera estarse de otra manera que militarmente (es como lo del que dec¨ªa que iba a los strip-tease por la m¨²sica ... ); luego se confiesa con retorcida candidez que no se pod¨ªa saber lo que era la OTAN hasta haber entrado en ella, como si se tratara de una misteriosa secta mas¨®nica que s¨®lo revelara sus secretos tras complejos rituales inici¨¢ticos. En -el mismo discurso -el del propio Felipe Gonz¨¢lez en el Congreso- se habla de las ventajas de pertenecer a la Alianza y de las tenebrosas consecuencias -inconcretas, eso s¨ª- que puede tener abandonarla; una de dos: o nos quedamos en la OTAN por el peligro que supondr¨ªa salirse o queremos quedarnos por lo bonita que es y lo a gusto que en ella se est¨¢, pero las dos cosas a la vez hacen un poco sospechosa la argumentaci¨®n desplegada. Y luego, esa intolerable arrogancia de cu?o franquista: "No contemplamos la posibilidad de perder el refer¨¦ndum..." ?Y si no contemplan tal posibilidad, qu¨¦ sentido tiene la consulta? ?Es un desplante de maletilla o una chuler¨ªa de navajeros? Decir cosas como ¨¦sa merecen el no por s¨ª solas. Y nada de lo que trabajosamente se arguye puede borrar del ¨¢nimo de los votantes la simple verdad: que la OTAN no es nada distinto a lo que era cuando el PSOE se opon¨ªa a entrar en ella, pero que -una vez dentro- presiones irresistibles les han obligado a tragar para no asfixiarse. Lo malo no es que hayan hecho de necesidad virtud: es que han hecho de necesidad vicio, y se empe?an en llamarlo virtud. A quienes tanto hablaron de ¨¦tica en su d¨ªa conviene ahora recordarles aquella opini¨®n de Kant, escrita precisamente en La paz perpetua: "Yo puedo concebir un pol¨ªtico moral, es decir, un pol¨ªtico que entiende los principios de la habilidad pol¨ªtica de modo que puedan coexistir con la moral, pero no un moralista pol¨ªtico que se forje una moral ¨²til a las conveniencias del hombre de estado".
Y, sin embargo, yo hubiese podido votar s¨ª en el refer¨¦ndum. ?Por qu¨¦? Sencillamente, para apoyar al Gobierno a salir del berenjenal en que se encuentra metido. Pues, pese a todo, es el ¨²nico Gobierno no expl¨ªcita y agresivamente derechista bajo el que he vivido y la ¨²nica promesa de una reforma viable, a¨²n no del todo frustrada, de las formas pol¨ªticas y sociales contra las que nos debatimos. A su derecha, sea neoliberal, reaganiana o pura y duramente falsa, no hay nada nuevo salvo la reiteraci¨®n de aquel dogma acu?ado en el siglo XVIII por el reaccionario Edmud Burke contra las consecuencias emancipadoras de la Revoluci¨®n Francesa: "No entra en la esfera de competencia del Gobierno, en cuanto tal, ni siquiera del rico como tal, abastecer al pobre de aquellos productos necesarios que la Divina Providencia se complace en negarle durante alg¨²n tiempo". En lo que est¨¦ en mi mano impedir que tal gente llegue a gobernar, procurar¨¦ impedirlo. A la izquierda del Gobierno, en cambio, hay mucho de abandono, de traicionado, hay mucha imaginaci¨®n y voluntad a la que apenas se deja ejercer, pero la campa?a anti-OTAN ha hecho salir por el sumidero demasiado ambiciosillo que ahora es antimilitarista porque por alguna mata de habas hay que trepar hacia la Moncloa; demasiado ide¨®logo p¨¢nfilo-subversi-vo escapado de alg¨²n mal comic de los a?os sesenta; demasiado prosovi¨¦tico de los que est¨¢n ahora contra los bloques, pero a?aden que un bloque es agresivo y otro, el pobre, s¨®lo defensivo; demasiado pacifista de los que excusan la bomba mata-ni?os o el tiro en la nuca al jubilado como gajes necesarios de la autodeterminaci¨®n de pueblos que, casualmente, s¨®lo ellos representan, etc¨¦tera. Francamente, a ¨¦stos tampoco tengo ninguna gana de hacerles el juego.
De modo que yo hubiera votado afirmativamente si el Gobierno me hubiera convencido de que tal concesi¨®n militarista era el precio necesario de eficaces logros en la desmilitarizaci¨®n de otros aspectos de la vida cotidiana. ?Qu¨¦ logros? Pues la erradicaci¨®n definitiva de la tortura; el desvelamiento de los v¨ªnculos que unen a los GAL con fuerzas que debieran ser realmente de orden y, por tanto, de derecho; la civilizaci¨®n de la polic¨ªa (es decir, su desmilitarizaci¨®n); la incorporaci¨®n de nuevo al Ej¨¦rcito, con los debidos honores, de quienes fueron pioneros en introducir en ¨¦l valores democr¨¢ticos; la promulgaci¨®n de una ley de objeci¨®n de conciencia realmente generosa y amplia; el rechazo de leyes de extranjer¨ªa racistas o tardocoloniales; la disminuci¨®n de gastos militares; la reconversi¨®n prioritaria de las industrias productoras de armamentos; la abolici¨®n de bases militares extranjeras, etc¨¦tera. Tantas cosas que los movimientos por la paz, el desarme y la no violencia han propugnado durante a?os: ?ay, si Txiki Benegas hubiera desplegado a favor del que intentamos fundar algunos ingenuos en Euskadi tanto celo como el que ahora muestra en la promoci¨®n de la dichosa Alianza Atl¨¢ntica! Si nuestra aceptaci¨®n de la OTAN fuese la compensaci¨®n que el Gobierno socialista ten¨ªa que pagar por haber realizado todas esas cosas, yo hubiera votado resignadamente que s¨ª. Pero en las circunstancias presentes, el sacrificio que se pide es demasiado grande y, sobre todo, perfectamente est¨¦ril desde una ¨®ptica radicalmente desmilitarizadora.
Uno de los personajes m¨¢s divertidos del comic franc¨¦s es un pedagogo pomposo e ingenuamente fatuo llamado Aquiles Tal¨®n. Una de sus historietas comienza cuando llama a su puerta un vendedor de aspiradoras, un pobre hombre abatido y baqueteado por la vida que exhibe su mercanc¨ªa sin ninguna convicci¨®n. Aquiles Tal¨®n se empe?a en demostrarle c¨®mo se vende bien un producto: le hace entrar casi a la fuerza en su casa, toma ¨¦l mismo la aspiradora y llama a la puerta con gesto de ejecutivo triunfante. El otro hombre de inmediato, y antes de que Aquiles suelte su discurso comercial, le a¨²lla en enorme "?nooooo!" a la jeta. Despu¨¦s, cierra de un portazo. Aquiles Tal¨®n queda ante el umbral infraqueable de su propio domicilio dici¨¦ndose: "Deb¨ªa llevar mucho tiempo deseando poder hacer esto...". Pues bien, finalmente voy a comportarme con el Aquiles Tal¨®n gubernamental de la misma y educativa manera. Como ni soy ni tengo alternativa de poder, mi no, al fin y al cabo. Ahora queda por ver lo que pasar¨¢. Baudelaire se?al¨® que hab¨ªa que a?adir a los derechos del hombre otros dos, el de contradecirse y el de marcharse. Bueno, hay quien ya ha utilizado sobradamente el primero: ?se nos permitir¨¢ ejercer como es debido el segundo y no menos sagrado?
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