Los h¨¢bitos del incendiario
Antoni Ribas emprendi¨® en 1975 un viaje sin retorno. La primera escala consisti¨® en incendiar una ciudad. En su huida hacia adelante en pos de la exclusividad del cine hist¨®rico, Ribas convence a muchos conciudadanos que como ¨¦l tambi¨¦n est¨¢n hartos de los miserables horizontes y sue?os ilimitados que les ofrec¨ªa el franquismo.Pero la traves¨ªa se emprende con un fr¨¢gil esquife llamado Victoria, costeado por suscripci¨®n popular y por instituciones p¨²blicas que siempre temen quedar en segundo plano cuando se hacen las fotos de los patriotas llegando a su destino. El esquife ten¨ªa muchas v¨ªas de agua y no arrib¨® a la tierra prometida.
Si Victoria liquid¨® para la industria cinematogr¨¢fica catalana el delrecho a plantearse proyectos ambiciosos, El primer torero porno acaba tambi¨¦n con la viabilidad de un cine modesto, ya muy en entredicho despu¨¦s de sucesivos tropiezos.
El primer torero porno
Director y guionista: Antoni Ribas. Int¨¦rpretes: Joan V¨¢zquez, Emma Quer, Blanca Mart¨ªnez, Blanca Marsillach. Estreno: Minicines. Madrid.
La obsesi¨®n pir¨®mana de Ribas, su pol¨ªtica de tierra quemada, lo lleva a querer dotar s¨² insignificante sainete de una transcendencia pol¨ªtica de la que carece. De ah¨ª que sus personajes lo expliquen todo verbalmente y no sientan verg¨¹enza en decir cosas como: "Existe un des¨¢nimo general respecto al catal¨¢n debido a la co?a del biling¨¹ismo y de la pseudoautonom¨ªa que tenemos...".
Vamos, que si las pel¨ªculas como El primer torero porno son dignas del museo de los horrores, eso se debe a ese des¨¢nimo general y no a una pol¨ªtica de producci¨®n privada y ayudas oficiales que se ha dejado seducir por un proyecto neroniano y, precisamente, por una consideraci¨®n de la lengua como ¨²nico y b¨¢sico elemento distintivo de una cinematografia.
?Qu¨¦ decir concretamente de El primer torero porno en tanto que pel¨ªcula aislada, al margen de lo que significa para el cine del pa¨ªs? Es un sainete en el que se entrecruzan Pitarra y lonesco para desgracia de ambos, p¨¦simamente rodado, con un acabado deplorable y una interpretaci¨®n voluntariosa.
Todo postizo
Pero el sainete, aunque el argumento es grotesco y el esquema no deja de tener su encanto: un torero militante de un partido independentista y una feminista que subsiste trabajando en un cabar¨¦ dedicado a la pornograf¨ªa mantienen un romance peculiar, nunca llega a conectar con la tradici¨®n filmica que encarnan gente como Betriu, Berlanga o el primer Ferreri.Aqu¨ª todo es teatral en el peor sentido del adjetivo, es decir, postizo, y la pretendida negrura del relato, as¨ª como su comicidad, ni tan s¨®lo logran convertir al torero en un ¨¦mulo de Filem¨®n.
Babelia
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