Cela reemprende su historia sobre la Galicia mar¨ªtima
Despu¨¦s de 'Nuevo viaje a la Alcarria', escribe la novela 'Madera de boj'
La literatura sigue siendo una actitud para Camilo Jos¨¦ Cela. Rotundo como las voces escritas y apeladas y gratamente amparado en la advocaci¨®n de sus "magn¨ªficos mentores" -Mara?¨®n y Baroja-, el escritor conserva junto a s¨ª la determinaci¨®n de seguir describiendo el mundo. Lejos del agotamiento y vivificado en el humor de la palabra bien pronunciada, Camilo Jos¨¦ Cela acaba de publicar su Nuevo viaje a la Alcarria, editada por Cambio 16. Una vez acabada esa tarea, el autor de Mazurca para dos muertos se dispone a proseguir un trabajo interrumpido, su nueva novela, Madera de boj, que se refiere de nuevo a su tierra natal gallega.
Bajo el t¨ªtulo decidido de Nuevo viaje a la Alcarria, el escritor recoge tres dedicatorias, se?aladas al comienzo como alabanza del buen recuerdo: "Hay una larga dedicatoria a don Gregorio Mara?¨®n. Otra a los amigos que murieron en estos 39 a?os. Los voy citando en cada sitio en donde no los encuentro. Y otra a la se?ora N. N., entonces soltera y hoy viuda". El escritor lee en voz alta: "Pecaste con alegr¨ªa siempre que pudiste hacerlo, y eso pesar¨¢ en tu defensa el d¨ªa del juicio final. Recuerda que para Ovidio peca la que no peca porque no puede".En Madera de boj, su nueva novela, que comenz¨® a escribir en Finisterre, se refiere a la Costa de la Muerte, a sus pescadores y a diversas historias de la Galicia mar¨ªtima. La interrumpi¨® para viajar de nuevo a la Alcarria. Ahora la reemprende.
Asentado en la regi¨®n literaria que han construido sus largos a?os de trabajador incansable, Cela muestra y oculta, sin prop¨®sito ni mentira, un esqueleto moral imperturbable, hegem¨®nico e indiferente: "Yo me exijo a m¨ª mismo consecuencias y actitudes que no exijo a los dem¨¢s". Bajo la causal apariencia de la iron¨ªa ocurrente, el escritor contin¨²a a sus 69 a?os se?alando el mundo y disfrazando sus lugares vac¨ªos: "Le¨ªa yo en la pared del estudio del escultor ?ngel Ferr¨¢n una frase de Proust: 'Todo est¨¢ ya dicho, pero como nadie atiende hay que repetirlo todo cada ma?ana'. Claro".
Pregunta. Robert Graves, atribuy¨® a uno de sus personajes, el rabino Sheminai, la advertencia: "Trabajad mucho, odiad los cargos y que no os conozcan como amigos del Gobierno". ?Es ¨¦sta una condici¨®n necesaria del escritor?
Respuesta. Hasta donde pueda, sin perder jam¨¢s una ¨²ltima y elegante compostura y sin hacer de ello una cuesti¨®n de gabinete. El escritor debe conservar una mantenida y permanente distancia con el mundo circundante. Si se implica en cualquier peque?a o gran causa, lo m¨¢s que llega es a ministro. Aqu¨ª, la referencia m¨¢s pr¨®xima a esa frase la encontramos en Baroja: su antigubernamentalismo era visceral.
P. ?Debe actualizarse entonces el ¨ªndice de prohibiciones que usted compuso: "Lo ¨²nico que no le est¨¢ permitido al escritor es sonre¨ªr, presentarse a concursos literarios, pedir dinero a las fundaciones y quedarse a medio camino"?
R. Eso lo mantengo. El dinero de los premios, como el del juego, no es un dinero limpio. Y hay que ser demasiado ruin para pedir becas.
La independencia
P. ?Qu¨¦ mantiene a un escritor frente a su escritorio inventando escrituras, lejos de la seducci¨®n y de la esterilidad, manteniendo el equilibrio?
R. No hay premio como la independencia. Y yo s¨¦ de sobra que la soledad es su precio. Esto lo aprend¨ª hace muchos a?os. En todo caso, es un precio barato. Es preferible estar solo y ser independiente. Adem¨¢s, hay mucho que hacer. Todav¨ªa tengo que aprenderme bien aprendido a Quevedo y a los poetas medievales. Voy de sorpresa en sorpresa. Quevedo es pasmoso: el hombre que mejor ha escrito en espa?ol jam¨¢s y que no se podr¨¢ igualar nunca. M¨¢s escritor que Cervantes, aunque a ¨¦ste le saliera redondo el Quijote. Baroja, Azor¨ªn, Valle-Incl¨¢n, Unamuno, ten¨ªan mucho talento.
P. El pragmatismo ordenado en sus novelas o esa astucia iluminada por la entereza remiten a un Cela a salvo de la epidemia m¨¢s com¨²n a nuestra ¨¦poca: el vicio de la queja.
R. Quejarse es una ordinariez, y yo soy una persona bien educada. No hay que quejarse nunca. No hay nada m¨¢s dram¨¢tico y rid¨ªculo que el l¨ªrico menesteroso.
P. Narrar, dijo usted, narrar sin caridad.
R. S¨ª, claro. En Espa?a hay que leer m¨¢s Nietzsche y menos enc¨ªclicas, lo dije siempre; si queremos reflejar de manera objetiva la realidad debemos alejar de nosotros toda caridad.
P. ?Sigue creyendo que nada tiene arreglo y que tal certeza debe sobrellevarse con asco y resignaci¨®n y con la sonrisa del gladiador romano?
R. A veces el escepticismo linda con el pesimismo. Pero yo soy un vitalista. Que se muera un amigo me produce m¨¢s ira que l¨¢stima. La muerte del pobre Pablo Serrano me ha sublevado.
P. Se?alaba usted que el mundo carec¨ªa de dos cosas: salud para rebelarse y decencia para mantener la rebeli¨®n. ?Es esta salud un estado del alma?
R. S¨ª, claro. Y hay una gran relaci¨®n entre el estado del alma y el estado del cuerpo. Por ejemplo: la muerte es una abdicaci¨®n. Si alguien tuviese la fuerza bastante para agarrarse desesperadamente a la vida no morir¨ªa jam¨¢s. Ocurre que al final uno dice ipsche!, y se muere.
P. "La palabra de la verdad se escribe con sangre, mierda de moribundo, leche de mujer o l¨¢grimas". ?Cree usted que ser¨ªa conveniente ahora abandonar el escepticismo tr¨¢gico, esa agudizada percepci¨®n desnuda de todo consuelo?
R. En realidad, la historia la hacen todos ellos, los que merecen mayor afecto y mayor respeto. Camus dec¨ªa que se sent¨ªa junto a los que padec¨ªan la historia. Con frecuencia, los que ocupan los mejores papeles de esa misma historia son unos fantasmas.
P. Si hay tres tipos de pregoneros: ligeros, l¨ªricos y dram¨¢ticos, ?cu¨¢ntas clases de escritores hay hoy en Espa?a?
R. Supongo que lo m¨¢s com¨²n son los l¨ªricos. Lo pasan tan bien y es tan f¨¢cil... Como no tienen nada que decir... Luego est¨¢n los l¨ªrico-c¨®mico-bailables, como los espect¨¢culos de antes. Casi todos los poetas son l¨ªrico-c¨®mico-bailables. Juan Ram¨®n lo era. Quite, claro, a fray Luis de Le¨®n, al Arcipreste de Hita, a Berceo y a Machado.
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