Una suerte para Espa?a
Cuando el Rey de Espa?a visita la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) estos d¨ªas por tercera vez, su presencia hace volver la vista a los casi 10 a?os de ejercicio de este Jefe de Estado de ins¨®lito ¨¦xito. Al cabo de tres d¨¦cadas y media de franquismo, Juan Carlos ejerci¨® provisionalmente por primera vez como Jefe de Estado desde mediados de 1974; en noviembre de 1975 -tres d¨ªas despu¨¦s de la muerte de Franco- fue entronizado como Rey. Franco hab¨ªa proscrito al padre, don Juan de Borb¨®n y Borb¨®n, a favor de su hijo, y hab¨ªa nombrado a ¨¦ste sucesor del trono.Franco ya hab¨ªa restaurado la Monarqu¨ªa oficial y formalmente en 1947, pero tambi¨¦n hab¨ªa decidido que Juan Carlos no fuese Jefe de Estado hasta la muerte del general¨ªsimo. Mientras tanto, Franco procuraba una educaci¨®n general y militar del Pr¨ªncipe para mantener los (supuestos) valores del movimiento franquista (eso cre¨ªa ¨¦l por lo menos). Pero, de hecho, ya al cabo de pocos meses result¨® que este Rey ten¨ªa su propia cabeza y sus propias convicciones democr¨¢ticas, y ten¨ªa toda la fuerza de voluntad y toda la habilidad necesarias para sacar adelante las reformas democr¨¢ticas y un Estado de derecho.
A mediados de 1976, Juan Carlos destituy¨® al titubeante jefe de Gobierno Arias Navarro, procedente a¨²n de la era de Franco, y en su lugar nombr¨® al casi desconocido Adolfo Su¨¢rez, despu¨¦s de conseguir meterlo h¨¢bilmente en una terna previa. Juan Carlos ten¨ªa entonces 38 a?os; a sus 43, Su¨¢rez formaba parte de su misma generaci¨®n. Aunque, como m¨¢s tarde se supo, hac¨ªa tiempo que contaba con la confianza personal del Rey, su nombramiento fue una operaci¨®n arriesgada del Monarca. En tiempos de la dictadura, Su¨¢rez hab¨ªa ocupado, sucesivamente, varios cargos. En 1975 fue primero vicesecretario general del Movimiento, y en 1976, bajo Arias, secretario general.
As¨ª pues, ven¨ªa de la derecha. Pero ahora de acuerdo con Juan Carlos y con su ayuda impuls¨® con gran energ¨ªa y habilidad t¨¢ctica la democratizaci¨®n del Estado. Ya en 1976 llev¨® las Cortes franquistas a la autodisoluci¨®n, y en 1977 autoriz¨®, uno tras otro, los dem¨¢s partidos pol¨ªticos, incluso -en contra de la dura resistencia de los militares- el partido comunista, que en seguida, dirigido por Santiago Carrillo, se apart¨® de Mosc¨² y se inclin¨® por una concepci¨®n eurocomunista a lo Berlinguer. Ya en 1976, el Gobierno de Su¨¢rez gan¨® un refer¨¦ndum sobre la reforma pol¨ªtica con el 94% de los votos emitidos. En 1977, la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD), una coalici¨®n de ocho partidos distintos, dirigida por Adolfo Su¨¢rez, gan¨® casi la mitad de los esca?os en las elecciones legislativas; el socialista PSOE, dirigido por Felipe Gonz¨¢lez, obtuvo casi el 40% de los esca?os. Con esto parec¨ªa que se hab¨ªa consumado el cambio de agujas.
En 1978, el Parlamento adopt¨® un borrador de Constituci¨®n elaborado por una comisi¨®n parlamentaria. Esta Constituci¨®n fue aprobada en diciembre de 1978, con un redes cubrimiento pol¨ªtico-moral del Rey, en un nuevo refer¨¦ndum; s¨®lo en el Pa¨ªs Vasco predomin¨® la abstenci¨®n. Desde el a?o 1812, ¨¦sta era la octava Constituci¨®n espa?ola; si se valoran como aut¨¦nticas las leyes franquistas promulgadas de 1938 a 1967 y la Constituci¨®n real de Espa?a bajo Franco, la actual es incluso la novena Constituci¨®n desde las guerras napole¨®nicas.
Naturalmente, hubo resistencia contra la r¨¢pida e imp¨¢vida evoluci¨®n democr¨¢tica, tanto en la derecha como, sobre todo, entre los militares fieles a Franco. Por dos veces hubo intentos de golpe militar. La primera vez, en 1978, el Gobierno se impuso con una relativa facilidad; la segunda vez, los golpistas, encabezados por el teniente coronel Tejero (algunos generales esperaban con oportunismo el triunfo en segundo plano), tomaron pr¨¢cticamente el Pleno del Congreso como reh¨¦n el 23 de febrero de 1981. Aunque Su¨¢rez fue uno de los pocos que no busc¨® refugio bajo su esca?o al o¨ªr los disparos del golpista Tejero en el Parlamento, fue el Rey -y no el entonces reci¨¦n nombrado jefe del Gobierno, Calvo Sotelo- el que salv¨® la democracia.
Juan Carlos llam¨® por tel¨¦fono a los distintos mandos militares y en pocas palabras les dio ¨®rde nes claras: comprendieron al instante que no pod¨ªan esperar del Rey tolerancia alguna. En un terminante discurso por televisi¨®n dijo: "La Corona, s¨ªmbolo de la unidad y la continuidad del pa¨ªs, no permite ning¨²n acto de personas que quieren interrumpir el proceso democr¨¢tico por la fuerza". El intento de golpe de Estado fracas¨®. Poco despu¨¦s, Juan Carlos advirti¨® a los dirigentes de los partidos de su pa¨ªs, reunidos ante ¨¦l, y al Gobierno Calvo Sotelo, que hab¨ªa nombrado: "?sta vez pude parar el golpe. ?Qui¨¦n sabe si podr¨ªa otra vez! As¨ª que en lo sucesivo sed m¨¢s cautos".
Es evidente que por parte de la extrema derecha ha habido varios preparativos de atentado contra Juan Carlos, pero ¨¦l siempre ha actuado contra toda clase de terrorismo como es de desear
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en un dem¨®crata y en un hombre. La consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a le debe a ¨¦l m¨¢s que a cualquier otro espa?ol. Sin actuar en primer plano, ha conseguido un logro admirable. Tanto su influencia en el pueblo como en los dos destacados jefes de Gobierno, Su¨¢rez y Gonz¨¢lez, descansa, en parte, en su instinto democr¨¢tico; en parte, en su conocimiento de las gentes, en su valor personal y, finalmente, en su don de despertar simpat¨ªa y crear amistad. El ex hombre de Franco Su¨¢rez y el a¨²n m¨¢s joven socialista Gonz¨¢lez se han convertido en sus amigos siendo jefes de Gobierno.
Cuando en mayo de 1982 se le concedi¨® en Aquisgr¨¢n el Premio Carlomagno, pude decir, como canciller: "Este premio honra a un Jefe de Estado que es resueltamente europeo y encarna la democracia. Desde noviembre de 1975, siempre le he admirado... y, en general, estoy profundamente impresionado por la riqueza de Espa?a en en¨¦rgicos hombres j¨®venes caracterizados a la vez por la seguridad democr¨¢tica Y por la madurez pol¨ªtica". Sin duda, tambi¨¦n en el futuro necesitar¨¢ el pueblo espa?ol la madurez pol¨ªtica de sus dirigentes. Porque a los viejos problemas estructurales del pa¨ªs -como la voluntad independentista vasca y catalana o la industria espa?ola y casi toda la econom¨ªa, retrasada en comparaci¨®n con el resto de Europa occidental- se han unido, desde las dos crisis mundiales del petr¨®leo de los a?os setenta, otras preocupaciones coyunturales monetarias y financieras. La incorporaci¨®n a la Comunidad Europea, que se consumar¨¢ paulatinamente desde principios de este a?o, aporta a Espa?a ventajas a largo plazo, pero a corto plazo crea grandes problemas en la competencia con las empresas m¨¢s avanzadas de los antiguos miembros de la Comunidad Europea. Se tratar¨¢ de dominar las inevitables decepciones iniciales sin recaer en el secular ostracismo espa?ol. Lo mismo es v¨¢lido para la incorporaci¨®n de Espa?a a la Alianza Atl¨¢ntica, sobre la cual va a haber pr¨®ximamente un refer¨¦ndum.
Espa?a es un pa¨ªs clave de la cultura de Europa. Juan Carlos es consciente de esto cuando habla de C¨®rdoba y de Toledo. Por ellas supieron por primera vez las universidades y ciudades de Europa del saber de la antig¨¹edad, que los espa?oles recibieron de los sabios ¨¢rabes y tradujeron a lenguas europeas. Tambi¨¦n en el futuro volveremos a necesitar a los espa?oles; por ejemplo, cuando queramos entender los problemas e intereses de los ¨¢rabes o de los latinoamericanos.
Hoy d¨ªa, los reyes europeos raras veces llevan sus coronas. Aunque mi anciana vecina de Hamburgo-Langenhorn qued¨® decepcionada hace a?os cuando el rey Juan Carlos y la reina Sof¨ªa llegaron a nuestra localidad con trajes de calle, los vecinos sintieron una gran simpat¨ªa por esta pareja tan poco pretenciosa.
As¨ª volver¨¢ a ser seguramente ahora en Bonn. Y los dos se han merecido de hecho nuestra simpat¨ªa. Nosotros mismos necesitamos la ayuda de algunos de los vencedores para lograr la transici¨®n a la democracia despu¨¦s de una catastr¨®fica derrota. Los espa?oles, en cambio, tuvieron la suerte de tener por Rey a un en¨¦rgico dem¨®crata.
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