El Real Madrid no perdona al Estudiantes
El pabell¨®n de la Demencia luci¨® una nueva moda, que ser¨¢ r¨¢pidamente copiada en otras canchas, como viene a ser habitual. El colorido del escenario adquiri¨® un nuevo tono est¨¦tico con la proliferaci¨®n de bufandas con los colores azulados del equipo. Pero, advertido el personal del intratable estado de juego del Real Madrid, el ambiente, por una y otra raz¨®n, se limit¨® a la est¨¦tica. El vocer¨ªo, la presi¨®n ambiental, los c¨¢nticos... quedaron para otro d¨ªa. Realmente, poco hab¨ªa que hacer.Para remate,el partido empez¨® con un desolador 2-14, que amenazaba, dada la seriedad del Real Madrid en estos d¨ªas, con una paliza escandalosa. As¨ª, lo mejor que se le ocurri¨® al Estudiantes fue pelear desordenadamente. No consigui¨® en esta ocasi¨®n que el rival entrara al trapo y el Real Madrid se empe?¨® en mantener la ortodoxia de su juego y la efectividad de una defensa que, en los primeros minutos, parec¨ªa empe?ada en mantener el marcador a cero. Sabido es que el Estudiantes tiene la innata facilidad de hacer jugar a los dem¨¢s a su estilo y es ¨¦ste tan peculiar que bien puede afirmarse que s¨®lo el Estudiantes lo domina adecuadamente. El Real Madrid no se desorden¨¦, aunque aceler¨® su ritmo m¨¢s de la cuenta. El forcejeo en la lucha por balones sueltos permiti¨® que el marcador se estabilizara en torno a los 10 o 12 puntos de diferencia como mal menor durante algunos minutos. Al descanso, sin embargo, la diferencia era ya abrumadora (34-52).
En la reanudaci¨®n, el Real Madrid se escap¨® a los 30 puntos, pero no pudo consolidar una paliza abundante. Sucedi¨® que, dado que la t¨¢ctica del desconcierto no rindi¨® sus frutos, el Estudiantes entr¨® en un comportamiento m¨¢s c¨®mico, muy teatral. As¨ª, Fernando Mart¨ªn perdi¨® los estribos cuando se encontr¨® con el saltador Montes colgado a sus espaldas y el p¨²blico salt¨® de sus asientos. Tambi¨¦n Iturriaga tuvo un careo ininteligible con Pinone, que le propin¨® un balonazo y una larga parrafada mientras tiraba uno y otro tiro libre. El p¨²blico exclam¨® improperios.
Pedro Rodr¨ªguez, harto de toparse con el brazo erecto de Romay, busc¨® acciones burlescas para romper tama?o marcaje y a fe que lo consigui¨® a base de conseguir tres canastas tan heterodoxas que bien pudieran marcar un estilo. Con tanta infracci¨®n seguida, el Real Madrid no pudo por menos que sorprenderse y, un poco, perder el ritmo.
Fue entonces cuando el marcador se redujo hacia los 20 puntos de diferencia. Por supuesto, el p¨²blico, con sus bufandas de estreno, encontr¨® justificaci¨®n al encuentro y celebr¨® la reducci¨®n como una victoria. Poco despu¨¦s, aclamaba a aquellos jugadores que iban siendo expulsados por personales e incluso obligaba a saludar al preparador f¨ªsico del equipo, echado de la cancha por un gesto de rabia hacia los colegiados. As¨ª, una vez m¨¢s, el Estudiantes se permiti¨® el lujo de abandonar victorioso la cancha tras una derrota abultada. Es la raz¨®n de una sinraz¨®n o el ejemplo de c¨®mo es posible divertirse a toda costa.
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