Washington Barcala o el despojamiento
El autor de este art¨ªculo, embajador de Uruguay en Espa?a, ha escrito este texto sobre el pintor Washington Barcala con motivo de la exposici¨®n de su obra, actualmente abierta en la calle Cellini, de Madrid
Aunque Barcala acepta de buena forma reconocerse a s¨ª como un "pintor para pintores", yo, que no comparto ese concepto, ya que no soy pintor, ni siquiera cr¨ªtico de arte, sino s¨®lo un espectador apasionado de las artes visuales, asumo hoy la tarea de acercarme a la obra de este creador tal vez invocando un solo t¨ªtulo: somos los dos uruguayos y, adem¨¢s -a?o m¨¢s, a?o menos-, contempor¨¢neos. Sin conocernos entonces, camin¨¢bamos ambos las calles de Montevideo, compart¨ªamos las peripecias de una sociedad joven y sin dramas. Queda claro que decir que los dos tenemos la misma patria, siendo ella tan peque?a, no es un acto de hero¨ªsmo, sino m¨¢s bien de humildad; de humildad orgullosa, por cierto. Cuando yo era presidente de la C¨¢mara de Diputados (hace m¨¢s de 20 a?os) ten¨ªa en mi despacho un gran cuadro de Barcala, que el Parlamento hab¨ªa adquirido como consecuencia de un concurso. Era una imagen de la estaci¨®n de ferrocarril de Montevideo, ¨ªgnea y violenta. Se advertir¨¢ que estos adjetivos, referidos a un cuadro, surgen de su color, que entonces era la esencia misma de su pintura. Un joven colega que compart¨ªa conmigo el inter¨¦s por las aventuras pl¨¢sticas de Uruguay comentaba, cada vez que mir¨¢bamos el cuadro: "Qu¨¦ suerte que este cuadro se ha salvado del furor autocr¨ªtico del autor, que ha destruido tantas de sus creaciones". El comentarista era el diputado Sanguinetti, hoy presidente de la Rep¨²blica de mi pa¨ªs. Y en su comentario era efectiva (y desgraciadamente) exacto. Barcala -dominado por la autocr¨ªtica- hac¨ªa desaparecer sus obras con el mismo furor con que las hab¨ªa creado.Montevideo y Uruguay han tenido una escuela pl¨¢stica muy severa y autocr¨ªtica. Cuando Barcala empez¨® a pintar ya hab¨ªa retornado a Uruguay don Joaqu¨ªn Torres Garc¨ªa, el gran renovador. Don Joaqu¨ªn un¨ªa a su rigor pl¨¢stico una especie de furia mesi¨¢nica, un coraje intelectual casi apost¨®lico, con el que hizo temblar el mundo de las artes uruguayas, en el que hab¨ªa -siempre los habr¨¢- creadores muy importantes. Don Joaqu¨ªn, que lleg¨® a Uruguay en 1934, va a ganar su estatura de maestro una d¨¦cada despu¨¦s. All¨¢ por 1945 nadie discute su magisterio. Y es en esa ¨¦poca cuando nace la generaci¨®n literaria m¨¢s cuestionada, protestataria y pol¨¦mica de mi pa¨ªs: se llama la generaci¨®n del 45, la de Rodr¨ªguez Monegal, ?ngel Rama, Carlos Maggi y Mario Benedetti. Ella se apoya en tres maestros de la literatura: Esp¨ªnola, Felisberto Hern¨¢ndez y Onetti, y rinde un tributo de admiraci¨®n al gran pintor constructivista. Quieren, en la literatura, lo que don Joaqu¨ªn hiciera en la pl¨¢stica. Renovar las estructuras de un arte autocomplaciente, hijo de una sociedad tambi¨¦n satisfecha de su democracia pol¨ªtica y su justicia social. Cuando, 25 a?os despu¨¦s, todo se resquebraj¨® en mi pa¨ªs, todos se alistaron en la lucha por la reconquista institucional.
Esp¨ªritu uruguayo
Aunque tal vez nunca ¨¦l mismo lo haya pensado, Barcala, en edad y por estilo, pertenece a esa generaci¨®n del 45, que ahora, en la perspectiva, uno advierte que no era s¨®lo un grupo de j¨®venes escritores y periodistas, puesto que represent¨®, con mayor amplitud, el esp¨ªritu uruguayo de la hora. Es por ello, por el esp¨ªritu nuevo que corri¨® como un viento fresco, que ya en 1948 Barcala funda, con pl¨¢sticos tan importantes como Esp¨ªnola G¨®mez y Ventayol, el grupo Carlos F. S¨¢ez, denominaci¨®n que evoca a un joven y genial pintor de comienzos del siglo, muerto a los 23 a?os de edad.Es desde entonces que nace en Barcala esa fuerza renovadora y esa conciencia autocr¨ªtica a la que hemos aludido. En ¨¦l, como en muchos pintores, poetas y narradores, la influencia de Torres Garc¨ªa y la m¨¢s general de los heraldos de la generaci¨®n del 45 fue m¨¢s ¨¦tica que est¨¦tica. Un cierto mesianismo, una noci¨®n de apostolado que enderezaba las almas hacia grandes fines, componen el paisaje moral de estos uruguayos.
Es cierto que, como Barradas y Torres Garc¨ªa, Barcala enfila hacia Europa. Figari viene a Par¨ªs para poder defenderse de su condici¨®n de pol¨ªtico, abogado, pensador y genial educador y ser pintor.
Don Joaqu¨ªn lleg¨® de muchacho a Barcelona. Se hizo gran pintor en Catalu?a, y Barradas, pese a sus comienzos uruguayos, se form¨® entre Barcelona y Madrid. Barcala, aunque sin duda mucho le debe a Espa?a, ya es un artista formado cuando aqu¨ª se afinc¨®.
?Qu¨¦ le deben a Espa?a estos tres ¨²ltimos creadores? Es incomparable la relaci¨®n de los dos primeros, que aqu¨ª se hicieron pintores, con el tercero, Barcala, que si bien ha podido transformar sus potencialidades en esta tierra, ya las pose¨ªa cuando lleg¨®. Hay un plano, poco visible, donde pueden encontrarse ciertas similitudes. Torres encontr¨® en Espa?a, aparte de su sabidur¨ªa de pl¨¢stico, ese aire misionero, esa pasi¨®n avasallante, esa combatividad que lo llev¨® a demoler una concepci¨®n de la pintura y el arte para despu¨¦s construir, desde su taller, una nueva visi¨®n del mundo a trav¨¦s de la pl¨¢stica. Barradas adquiri¨® en esta tierra su espiritualidad m¨ªstica, que orden¨®, m¨¢gicamente, su excelsa creaci¨®n. A tal punto entr¨® en su alma, la esencia del misticismo, que cuando muri¨®, con cerca de 40 a?os, en su Montevideo laico y racionalista, se hizo enterrar con un sayal de monje.
A Barcala, aparte de las influencias de la gran pintura hisp¨¢nica, esta tierra le ha brindado otra cosa. Es la ascesis, el despojamiento, la desnudez, la muerte de lo adjetival. El penetrante aire espiritual de esta tierra ha calado en los huesos y en el alma del pintor y le ha llevado a construir un universo desnudo, descarnado y austero. Alguien ha dicho que la pintura es un arte triste. Y tal vez lo sea, en estos creadores dotados de una implacable capacidad de separar y despojar, algo as¨ª como quitar toda sustancia perecedera hasta llegar al hueso menos efimero.
Barcala vive y trabaja en Espa?a. No s¨¦ si volver¨¢ (as¨ª lo espero) a nuestro Uruguay, que tan dificilmente viene renaciendo. ?Es un pintor espa?ol? ?Ha dejado de ser uruguayo? Pienso que a esta altura de los tiempos hay, en el orden del esp¨ªritu y de la inteligencia, como deber¨ªa haberlo en el orden pol¨ªtico, un valor que supera toda dicotom¨ªa, que tendr¨¢ que ser visto como f¨®rmula del pasado. Como Barradas, como Torres Garc¨ªa, ¨¦l es un pintor hispanoamericano: un artista que ve el universo, desde una unidad espiritual que nos debe unir a todos. Los de esta Pen¨ªnsula y los del continente que hablamos el mismo idioma.
Babelia
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