El imperio, las dictaduras dom¨¦sticas y la OTAN
Cuenta Gibbon, historiador hidalgo y minucioso, en su cl¨¢sica Historia de la decadencia y ruina del imperio romano, que cuatro fueron los m¨®viles que desencadenaron el fin imperial: el quebranto del tiempo y la naturaleza, los embates enemigos de los b¨¢rbaros y cristianos, el uso y el abuso de los materiales y las contiendas caseras de los romanos. Esta ¨²ltima causa, dir¨¢ el bueno de Gibbon, con las asonadas y desacatos a la majestad ausente, desliz¨® el imperio a su destrucci¨®n.Los nuevos imperios han aprendido mucho desde entonces. En el que ahora nos toca vivir (con todo, mejor sin duda el nuestro que el otro), libertad y seguridad se relacionan de tal manera que, a veces, m¨¢s que ser conceptos clarificadores son t¨¦rminos confusos. ?La libertad y la seguridad del imperio coincide con la libertad y seguridad de las provincias, hoy elevadas rom¨¢nticamente a naciones o Estados nacionales o plurinacionales? ?Qui¨¦n define la libertad y la seguridad? ?Qui¨¦n, en definitiva, custodia a los custodios?
La teor¨ªa de Kissinger
El patricio Kissinger, conciencia intelectual del imperio, b¨¢rbaro brillante insertado en el coraz¨®n de nuestra Roma, globalizador l¨²cido y ejecutivo del equilibrio planetario, es, de todos los te¨®rico / pr¨¢cticos, el que con m¨¢s frecuencia trata de analizar libertad / seguridad, fijar l¨ªmites, optando -entre aviesa y sutilmente- por el predominio de la seguridad. Su argumentaci¨®n, como es sabido, se reduce a dos proposiciones casi tautol¨®gicas, como si fueran sacadas del "hay lo que hay" wittgensteniano: la seguridad imperial es un prins que puede facilitar la libertad; y la libertad, por extensi¨®n a las provincias, s¨®lo ser¨¢ posible con seguridad.A partir de aqu¨ª, muchos comentaristas y ex¨¦getas provincianos se han dedicado (nos hemos dedicado, con mayor o menor entusiasmo) a deducir conclusiones y consecuencias y, en cierto modo, a introducir racionalidad a trav¨¦s de los l¨ªmites al poder (que en esto consiste la democracia). Pero este asunto gen¨¦rico provoca, l¨®gicamente, grandes pol¨¦micas cuando, por azar, destino o estrategia, se normatiza. Nos encontramos, as¨ª, como en la Feliz Gobernaci¨®n, famoso citado milenario, que Miguel Espinosa encontr¨® en su c¨¦lebre manuscrito (Escuela de mandarines), y en donde te¨®logos-cruzados, visionarios pans¨®ficos, adjuntos interinos, heterodoxos ponderados, colaboracionistas sutiles, submandarines opacos, cl¨¦rigos y eremitas c¨®ncavos, y muchos becarios se dedicaban a la ex¨¦gesis de buen gobierno.
Entrando en nuestra situaci¨®n actual, considerando o no considerando que el asunto es irrelevante o no lo es a efectos exteriores o interiores, o m¨¢s en uno que en otro, dos cambios pol¨ªticos muy seguidos, y en otras latitudes, nos permiten replantear este problema complejo -y de ah¨ª la gran duda- de la libertad / seguridad - Me refiero a Hait¨ª y Filipinas, que, s¨ª bien es cierto que son ¨ªnsulas, y de raza extra?a, no por ello desautorizan una reflexi¨®n y pretexto. Nadie puso nunca en cuesti¨®n que en estas provincias hab¨ªa dos dictaduras bien asentadas y soleadas, que la seguridad justificaba (sic) la apoyatura imperial y que la libertad, a pesar de ser muy solicitada por los nativos, no entraba en la seguridad del imperio. La dictadura hereditaria, en una ten¨ªa, sin duda, un aire juvenil y deportivo, adem¨¢s de permitir, por el clima y el mar abundante, sosiego a los visitadores imperiales. En la otra, el hero¨ªsmo en su ¨¦poca juvenil del viejo proc¨®nsul (real o falsificada, seg¨²n cr¨®nicas distintas, pero hechas por los mismos funcionarios imperiales) legitim¨®, tambi¨¦n, por seguridad y, equilibrio oriental, un Gobierno no bien dispuesto con la libertad.
El imperio, con buen sentido y aplauso en ambos casos, ha intervenido diligentemente con preavisos cordiales y con resoluciones expeditivas, imponiendo la libertad. Siempre es ben¨¦fico y justo, como dec¨ªan nuestros ancestros liberales en C¨¢diz, pocos a?os antes de ser desterrados y perseguida que la libertad se imponga: todos los pueblos tienen derecho a la libertad. Pero, ?por qu¨¦ ahora y no antes? ?Por qu¨¦ aqu¨ª y no en Chile o en Paraguay? (Enti¨¦ndase, hablo de nuestro imperio, no del otro.) Nuestra indefensi¨®n -est¨¢ en nuestra incertidumbre, y, sobre todo, dada la relatividad de los principios y su aplicaci¨®n coyuntural, ambos supuestos de toda democracia (libertad / seguridad) est¨¢n siempre en peligr¨® por las interpretaciones que de ellas se hagan. No es justo, se dir¨¢ con raz¨®n, extrapolar mec¨¢nicamente estas islas a los pa¨ªses de Europa, ni tampoco dramatizar maniqueamente, pero s¨ª dudar. Y en la duda entra siempre el miedo hobbesiano: en las dictaduras el miedo totaliza la convivencia, y en las democracias el miedo tambi¨¦n existe, aunque es relativo y m¨¢s asumible. El miedo, dec¨ªan los cl¨¢sicos, siempre forma parte del nacimiento y consolidaci¨®n de los Estados. Salir del miedo es adentrarnos en la deseada y dif¨ªcil utop¨ªa.
Carta a Mor¨¢n
Hace algo m¨¢s de un a?o, en una carta en donde dimit¨ªa como embajador en la Unesco, y dirigida al ministro Mor¨¢n, le dec¨ªa, entre otras cosas. "Como esta carta es, en efecto, ep¨ªstola navide?a de despedida, me vas a permitir insistirte sobre un tema que, como con otros solemos hacer, jugamos a la verdad / mentira. Juego que es mezcla literaria y pol¨ªtica, de divertimento pessoano y de contradicci¨®n rusoniana, de libertad y seguridad. Me refiero a la campa?a que contra ti y tu pol¨ªtica crees que, como entusiasta cruzado, estoy haciendo. Personalizas un asunto que es, fundamentalmente, objetivo. Hay que apoyarse tanto en Freud como en Marx: trasladar al consciente real lo que es inconsciente autojustificador. Como nos ense?aba Le¨®n Felipe, que era farmac¨¦utico y sab¨ªa de remedios, 'Dios no existe y ?l lo sabe'. La cuesti¨®n de la OTAN es clave, y lo dem¨¢s son pretextos y an¨¦cdotas. La bondad / maldad de tu pol¨ªtica estar¨¢ en funci¨®n del deslizamiento hacia / contra la permanencia nuestra en la OTAN. No le des m¨¢s vueltas. Tenemos ya una edad, y una experiencia larga, para no ser leg¨ªtimamente ingenuos -salvo que fu¨¦ramos ingenuos por conveniencia, es decir, c¨ªnicos moralizantes-, pero esta simulaci¨®n o nos llega tarde o nos costar¨ªa mucho trabajo. La Yourcenar sugiere, como liberaci¨®n, los ejemplos de Zen¨®n o de Adriano, pero Marguerite vive en una isla casi desierta, que tiene un largo invierno y cuece su propio pan. Moralizar, as¨ª, con fr¨ªo y en soledad, es extra?amiento y serenidad m¨¢s que humana. Por eso estamos condenados a la ambig¨¹edad l¨²d¨ªca: asumir la ambig¨¹edad es casi enga?ar al destino, y no es poco esta liberaci¨®n en la libertad del imperio. 'Dios es bueno, y el diablo tampoco es malo', dice el l¨²cido y cabalista Pessoa... Que Santa Cruz sit levis!. (Transcribo esta carta al leer el art¨ªculo de Fernando Mor¨¢n en EL PA?S.)Mi partido, el CDS, que lidera Adolfo Su¨¢rez, y todo militante debe ser lo m¨¢s disciplinado posible, ha dado libertad de voto o voto en conciencia en este complejo refer¨¦ndum sobre la OTAN. Esto obliga, adem¨¢s, por responsabilidad c¨ªvica y democr¨¢tica, a votar, a votar consecuentemente, entre la raz¨®n y el sentimiento, entre el pragmatismo de la seguridad con libertad y el utopismo de la libertad con seguridad. Y as¨ª, con esta duda no resuelta, lo har¨¦.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.