Espa?a y Europa
Cuando, el 7 de julio de 1982, me dirig¨ª al Parlamento italiano para presentar las declaraciones program¨¢ticas del nuevo Gobierno que el presidente de la Rep¨²blica, Pertini, me hab¨ªa encargado formar y dirigir, dediqu¨¦ una parte bastante relevante de mi discurso a las c¨¢maras a las tensiones que surcaban la escena internacional. "Es intenci¨®n del Gobierno reforzar los lazos que unen Italia a las otras democracias occidentales", dije en aquella sede, la m¨¢s solemne de la pol¨ªtica nacional."Alianza Atl¨¢ntica y Comunidad Europea deben ser los hitos de la pol¨ªtica exterior italiana en a?os de fuertes tensiones que requieren de los aliados un alto grado de corresponsabilidad y coordinaci¨®n, con vistas a responder a los graves problemas econ¨®micos y pol¨ªticos emergentes en el mundo, problemas que afectan a la compleja relaci¨®n entre el mundo industrializado y el mundo en v¨ªas de desarrollo".
A aquella llamada por una mayor y m¨¢s efectiva conexi¨®n entre las democracias del Occidente industrializado he permanecido fiel durante todo el per¨ªodo en que he sido presidente del Consejo, y a esto sigo refiri¨¦ndome en mi condici¨®n de ministro de Defensa italiano: en un mundo que cambia con enormes apuros e ins¨®litas contradicciones, aumenta la necesidad de coordinaci¨®n y solidaridad en el seno de la alianza occidental. Como naciones industrializadas, los desaf¨ªos que deberemos afrontar en los pr¨®ximos y decisivos a?os son m¨²ltiples, comenzando por el control de los armamentos y a?adiendo los econ¨®micos en el campo de las relaciones comerciales.
A tres a?os de mi discurso en las c¨¢maras, la situaci¨®n internacional ha mostrado sin duda signos de evoluci¨®n. En algunos casos, estos signos han determinado una creciente preocupaci¨®n por la extensi¨®n de los conflictos regionales y particularmente a causa del fen¨®meno terrorista internacional, que ha vuelto a ensangrentar Europa con los atentados a instalaciones militares de la OTAN, con las m¨¢s recientes y horribles matanzas de Fiumicino y Viena y con el b¨¢rbaro asesinato del l¨ªder sueco Olof Palme, un hombre de di¨¢logo, un gran s¨ªmbolo de la tolerancia, del civismo en el coloquio y del respeto de unos a otros.
Junto a estas dram¨¢ticas realidades, otras m¨¢s alentadoras nos inducen a mirar nuestro futuro con moderado optimismo, haciendo florecer esperanzas que todav¨ªa hace pocos meses parec¨ªan marchitas, superadas definitivamente. Me refiero al desarrollo de Ginebra y al di¨¢logo renovado entre las superpotencias. Un giro que no hubiera sido posible sin la colaboraci¨®n de Europa o, al menos, de aquellos pa¨ªses europeos que han colaborado a restablecer un equilibrio entre los dos bloques a finales de 1979, en que fue decidida la instalaci¨®n de los euromisiles.
Aquella decisi¨®n, bastante apurada, fue pol¨ªtica, y no militar, y, sin embargo, hemos continuado trabajando para que las medidas decididas resultaran independientes del desarrollo de las negociaciones entre las superpotencias, puesto que nuestro objetivo no ha cambiado: la reducci¨®n equilibrada, verificable y rec¨ªproca de los arsenales militares.
Si hoy podemos, pues, nutrir alguna esperanza por un mundo en el cual nuestros hijos y las nuevas generaciones puedan vivir sin la pesadilla del aniquilamiento nuclear, esas esperanzas son debidas al gran sentido de solidaridad que ha inspirado a los pa¨ªses occidentales en a?os tan cruciales.
La Alianza Atl¨¢ntica conserva ¨ªntegra su validez y su significado, orientado a la protecci¨®n del equilibrio global en el mundo. Equilibrio que ha garantizado 40 a?os de paz a Europa y bajo el cual hoy subsisten convergentes consensos en el seno de las l¨ªneas pol¨ªticas de los pa¨ªses adheridos, mucho m¨¢s amplios que los que acompa?aron la selecci¨®n de 1949.
Espa?a est¨¢ llamada ahora a una prueba importante para demostrar nuevamente, con sabidur¨ªa y firmeza, esta voluntad de adhesi¨®n a los ideales aut¨¦nticamente democr¨¢ticos de la Alianza Atl¨¢ntica y de la solidaridad internacional.
Como europeos y dem¨®cratas, saludamos con alegr¨ªa la promulgaci¨®n de la Constituci¨®n espa?ola, aprobada por refer¨¦ndum popular en diciembre de 1978, y la vuelta de elecciones legislativas en la primavera sucesiva, pero no escondemos que el completo renacimiento de Espa?a debe superar a¨²n dificultades de orden econ¨®mico-social, de coexistencia interna y de consenso internacional.
Nuestras esperanzas se confirmaron cuando la vocaci¨®n democr¨¢tica del pa¨ªs se reconoce inmediatamente en las nuevas instituciones, s¨ªmbolo de la nueva Espa?a.
La fase de transici¨®n podr¨ªa considerarse concluida. Espa?a hab¨ªa demostrado por s¨ª misma tener t¨ªtulos para ser admitida sin reservas en el consenso de las naciones libres y democr¨¢ticas de Occidente.
Idea alternativa
Nosotros, hoy, esperamos confiados que la vocaci¨®n occidental connatural a la Espa?a moderna, a pesar de sus contratiempos y de sus dificultades, encuentre su realizaci¨®n m¨¢s completa en la decisi¨®n de continuar adherida al Tratado del Atl¨¢ntico Norte.Siempre hemos considerado a Espa?a como parte integrante y esencial del mundo occidental, no s¨®lo por la afinidad geogr¨¢fica que nos caracteriza en cuanto a pa¨ªses mediterr¨¢neos extendidos hacia Europa y dispuestos a derribar idealmente los Alpes y los Pirineos, sino tambi¨¦n -y sobre todo- por la historia, la cultura y el arte; en una palabra, la civilizaci¨®n de Espa?a, de antigua matriz latina y cristiana, que se ha desarrollado paralelamente a la nuestra, en un intercambio continuo de rec¨ªprocas influencias, en un enlace permanente de experiencias hist¨®ricas y en un contagio de categor¨ªas intelectuales.
Esto nos induce a pensar que la permanencia de Espa?a en la estructura integrada de la Alianza no s¨®lo asegura a Europa una reserva estrat¨¦gica mayor, sirio tambi¨¦n representando del mismo modo un. importante compendio con la presencia de Espa?a en la Comunidad Europea, desde Roma tanto auspiciada y mantenida, reforzando tambi¨¦n la econom¨ªa meridional de nuestro continente.
Italia, pa¨ªs mediterr¨¢neo, ha dedicado siempre particular atenci¨®n al examen de perspectivas de ampliaci¨®n de la Comunidad y de la OTAN con los pa¨ªses de la Europa mediterr¨¢nea, y me parece significativa la paralela demanda de adhesi¨®n de la nueva Espa?a democr¨¢tica a nuestro sistema democr¨¢tico y atl¨¢ntico, demanda que en todas las sedes, nacionales e internacionales, el Gobierno de Roma ha mantenido y se ha ocupado de que fuera un¨¢nimemente. acogida.
La idea de Europa que nosotros perseguimos no es, sin embargo, alternativa de nuestros prop¨®sitos de fortalecimiento de la coexistencia atl¨¢ntica. Al contrario, nosotros pensamos que el desarrollo de Europa se nutre del desarrollo del afianzamiento de los lazos con Estados Unidos. El partido de Europa al que nosotros pertenecemos es "la Europa de la raz¨®n", de la que hablaba Voltaire: L'Europe raisonnable. Presupone una s¨®lida defensa de los v¨ªnculos de la alianza pol¨ªtica y econ¨®mica con Estados Unidos: como resultado del equilibrio de las fuerzas, garantizando y equilibrando (y esperemos que hacia el nivel m¨¢s bajo en los armamentos nucleares), sin el cual no hay unidad pol¨ªtica de Europa y tampoco una perspectiva de su integraci¨®n comunitaria.
Pensamos que hoy es, m¨¢s que nunca, el momento de definir, gracias tambi¨¦n a la confirmada presencia de Espa?a como miembro europeo del completo cuadro de las relaciones interatl¨¢nticas, la proyecci¨®n de Europa en la escena internacional y la. atribuci¨®n al Viejo Continente de ese papel pol¨ªtico activo como sujeto pol¨ªtico activo protagonista, que le compete para la elaboraci¨®n de una estrategia occidental y para el relanzamiento del di¨¢logo Este-Oeste y del proceso de distensi¨®n.
Etapa importante
En el plano internacional, la adhesi¨®n de Espa?a a la Alianza Atl¨¢ntica ha constituido una etapa importante en el proceso de transformaci¨®n democr¨¢tica del pa¨ªs y es v¨¢lvula para restituirle plenamente el puesto que le espera en la comunidad occidental desde el restablecimiento en ella de las libertades fundamentales. Una etapa importante que puede tener ahora una definitiva confirmaci¨®n con el refer¨¦ndum sobre la OTAN.No podemos, en fin, olvidar o sustraer los m¨¢s recientes episodios del terrorismo internacional, que constituyen una amenaza m¨¢s grave que nunca. Una amenaza que procede, por una parte, de los pa¨ªses que se asoman en el sur del Mediterr¨¢neo o se miran en la parte opuesta del Mediterr¨¢neo. No podemos esconder el ansia por el refer¨¦ndum popular que espera dentro de pocos d¨ªas a Espa?a y el deseo de que todos los dem¨®cratas italianos formulamos al presidente Gonz¨¢lez de ¨¦xito pana vencer una prueba esencial para todo Occidente, ocasi¨®n para evitar -con la crisis de las relaciones entre la OTAN y Espa?a- contragolpes negativos en una situaci¨®n que no tiene, por cierto, muchos m¨¢rgenes de estabilidad y de seguridad.
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