Las mujeres y la OTAN
Los argumentos utilizados en el debate sobre la OTAN en nada afectan a las mujeres. Olvidadas en los discursos, s¨®lo cuenta su voto. La autora de este art¨ªculo propugna precisamente el voto negativo de las mujeres, por cuanto finalmente el dinero destinado a armamento deber¨ªa dedicarse, entre otras cosas, a ayudas econ¨®micas a las amas de casa y a las ancianas sin pensi¨®n, construir residencias para hijos subnormales, enfermos mentales y madres apaleadas y abandonadas.
Aunque los medios de comunicaci¨®n rebosan de las palabras con que los comentaristas tratan el tema de la OTAN, cuando intento imaginar las razones que podr¨ªan tener las mujeres espa?olas para votar en uno u otro sentido en el pr¨®ximo refer¨¦ndum no hallo v¨¢lidos para ellas ninguno de los argumentos que aqu¨¦llos esgrimen. Como siempre, han olvidado a las, mujeres en sus discursos, a pesar de que quieren contar con sus votos. Cuando los leo, me pregunto, sorprendida: ?creer¨¢n realmente que resulta preocupante para la mayor¨ªa de las espa?olas la amenaza que algunos catastrofistas suponen en el Pacto de Varsovia, o pensar¨¢n acaso que las mujeres se acoger¨¢n jubilosas a la Alianza Atl¨¢ntica como organizaci¨®n que defiende sus intereses?Si las mujeres no est¨¢n obligadas al servicio militar y no pueden realizarlo nunca en otras tareas que no sean las auxiliares, no me parece tampoco que les preocupe demasiado la posibilidad de que puedan ser enviadas a Berl¨ªn al cumplir 20 a?os.
Si una esposa, por serlo, no realiza declaraci¨®n de renta individual y es exclusivamente el marido quien cuenta y calcula los impuestos que debe pagar la c¨¦lula familiar, resulta poco probable que los millones de mujeres casadas espa?olas se hallen angustiadas calculando el coste de los gastos militares que supondr¨¢ la participaci¨®n espa?ola en la OTAN.
Tambi¨¦n me parecen poco interesantes para las mujeres los argumentos sobre la nuclearizaci¨®n de las bases norteamericanas, la competici¨®n armamentista o la guerra de las galaxias. Educadas desde ni?as entre mu?ecas, cocinitas y encajes; ense?adas a admirar a los hombres que guerrean en el mundo y a calificarlos de ni?os en casa, las espa?olas no se muestran muy preocupadas por los grandes y sofisticados proyectos militares, ni siquiera por la amenaza de una guerra nuclear, cuyo peligro no creen que pueda afectarles. Est¨¢n convencidas de que tales temas "son cosa de hombres".
Cuando hablo con las mujeres -haciendo la necesaria excepci¨®n de las militantes de cualquier opci¨®n pol¨ªtica y de las intelectuales y profesionales informadas-, me admiro de la ignorancia que mantienen sobre la mayor¨ªa de la poblaci¨®n los hombres dirigentes del pa¨ªs. De otro modo, no se explica que escriban y utilicen argumentos tan indiferentes e incomprensibles para las mujeres, cuando deber¨ªan desear ganar sus votos.
Una ¨²nica explicaci¨®n cabe respecto a su actitud. Conf¨ªan plenamente en la capacidad de mando del marido, padre, patriarca, y en la sumisi¨®n de las mujeres de la flan¨²ha a su poder. Obteniendo el voto del marido, est¨¢n seguros del de la esposa; con el voto del padre cuenta el de la hija; con el del abuelo, el de la abuela; con el del hermano, el de la hermana, y con el del novio, el de la novia.
Releyendo a Virginia Woolf en su Tres guineas, repaso los estatutos de "la Sociedad de las Extra?as" y temo que las espa?olas decidan seguir sus objetivos. Al fin y al cabo, entonces como ahora, las mujeres pueden decir que, "durante la mayor parte de su historia, nuestra patria me ha tratado como a una esclava, me ha negado la educaci¨®n y el compartir las posesiones patrias. Nuestra patria me deniega los medios de protegerme a m¨ª misma, me obliga a pagar anualmente muy cuantiosas sumas para que otros me protejan ... ; en consecuencia, si t¨² insistes en protegerme o en proteger a nuestra patria, quede claramente establecido y aceptado por ambas partes, fr¨ªa y racionalmente, que luchas para satisfacer un instinto sexual en el que yo no puedo participar, para conseguir unos beneficios que no he compartido y probablemente no compartir¨¦, pero que no luchas para satisfacer mis instintos, ni para protegerme o proteger a mi patria...". Por tanto, tambi¨¦n ahora las espa?olas podr¨ªan afirmar que "deben dejar al hombre que se enfrente solo con su instinto de lucha" y, en consecuencia, obligarse a "no participar en manifestaciones patri¨®ticas, a no dar su aprobaci¨®n a forma alguna de alabanzas nacionales", y, por tanto, si las mujeres siguiesen el impulso que les dicta la defensa de sus intereses inmediatos, deber¨ªan abstenerse de votar en la manifestaci¨®n patri¨®tica que ser¨¢-el refer¨¦ndum sobre la OTAN. Pero como, lamentablemente, esta opci¨®n se ha convertido hoy en una decisi¨®n pol¨ªtica determinada, que en nada puede favorecerlas, yo querr¨ªa explicarles por qu¨¦ deben votar no a la OTAN si desean defender sus intereses de clase y defenderse de las m¨²ltiples agresiones de que el poder -el que tienen en casa y en el Gobierno- las hace v¨ªctimas.
Nunca me ha parecido posible que la guerra, ese criminal juego machista, pueda ser cosa de mujeres; por ello, no creo que haya muchas mujeres volurtarias para hacer el servicio militar; pero aunque la mayor¨ªa de las espa?olas no vestir¨¢ el uniforme de la patria, todas las madres que despiden al hijo que parieron y criaron, con el que sufrieron las primeras gripes y los ¨²ltimos suspensos, para que pierda dos irrecuperables a?os de su vida en el est¨¦ril aprendizaje del servicio militar, sufrir¨¢n por la in¨²til separaci¨®n, por el fr¨ªo, el cansancio y la mala comida que va a padecer su hijo. Gastar¨¢n los ¨²ltimos ahorros en las can¨²setas y en la bufanda de lana, en los paquetes de golosinas y embutidos que no le faltar¨¢n cada mes, en los penosos viajes para visitarlos o para reunirse con ¨¦l en los permisos, y llorar¨¢n largamente los castigos. Ellas no ir¨¢n a Berl¨ªn a participar en las maniobras conjuntas de la Alianza, pero, al lado de la vieja camilla de siempre, se sentir¨¢n m¨¢s solas y m¨¢s alejadas del hijo que nunca.
Las novias que hicieron tantos planes para la vida com¨²n en cuanto el novio terminara el irremediable servicio a la patria sentir¨¢n el desamparo y la inseguridad en la ausencia de su amor; y si las esposas no pagan directamente los impuestos, quiz¨¢ se encuentren alg¨²n d¨ªa con que la menguada semanada con que deben hacer frente a los gastos de la casa les es mermada por un marido malhumorado y grit¨®n que ha debido hacer frente a una nueva inspecci¨®n de Hacienda o que ha sido aconsejado por su gestor para que rehiciera la declaraci¨®n preceptiva, aumentando el caudal de sus recursos.
Puede ser que no inquieten a la mayor¨ªa de las espa?olas los acuerdos Salt I y II, la nuclearizaci¨®n del suelo o de los mares o del espacio, la acumulaci¨®n de dep¨®sitos nucleares en las bases militares, la instalaci¨®n de los misiles en los pa¨ªses europeos o la guerra de las galaxias, al rev¨¦s de la decidida actitud de las inglesas que est¨¢n luchando hace varios a?os en Greenham Common, pero quiz¨¢ puedan reflexionar en la posibilidad de que el dinero empleado en tan mort¨ªfera competici¨®n se utilizara en proporcionar ayudas econ¨®micas a las amas de casa y a las ancianas sin pensi¨®n, en construir residencias para los hijos subnormales, para los enfermos mentales y para las madres apaleadas y abandonadas. Si las mujeres comprenden que los abstrusos discursos de los dirigentes pol¨ªticos a favor de la OTAN significan m¨¢s dificultades econ¨®micas para comprar la comida diaria, menos escuelas para sus hijos, ninguna esperanza para hospitalizar al padre anciano o al hijo enfermo mental, ni para resolver el paro del marido y del hijo mayor, que llevan dos a?os sin trabajar, ser¨¢ posible que la mayor¨ªa de las mujeres espa?olas vote no a la permanencia en la OTAN.
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