La Atl¨¢ntica no es una alianza
A un mundo tan complejo como este que nos ha tocado vivir se le est¨¢ imponiendo el m¨¢s simple de los discursos. Las preguntas m¨¢s enrevesadas encuentran monos¨ªlabos como respuesta. Se pasa de las magnitudes enciclop¨¦dicas al telegrama. La s¨ªntesis se sintetiza y se adultera. Y cuando los argumentos no alcanzan p¨²blico, se opta por separar la cabeza del coraz¨®n: el s¨ª del no. ?sta es la dominante de nuestro tiempo.Est¨¢n queriendo vendernos la OTAN con envoltorio de alianza, como un lugar de encuentro internacional en el que todos son iguales y cada uno ocupa la posici¨®n que le apetece. Pero, eso s¨ª, de donde est¨¢ muy mal visto -de consecuencias imprevisibles- salirse. Se engarzan en un rosario de identificaci¨®n la paz, la seguridad, Europa, la democracia y la OTAN, para apelar acto seguido al drama de las consecuencias de la disidencia.
Una r¨ªgida jerarqu¨ªa
Sin embargo, la OTAN es todo menos una alianza. La OTAN es un sistema con una r¨ªgida jerarqu¨ªa, en laque la maquinaci¨®n se ha tornado mecanismo, en la que lo militar busca en lo civil simples aderezos, en la que Estados Unidos dicta, y el resto se pliega por efecto de la unanimidad convertida en mordaza. No se vota, sino que se asiente. No se firma lo escrito, si es que algo se escribe. La costumbre se hace ley, los gestos valen m¨¢s que las palabras, el desarrollo de las reuniones est¨¢ previsto en sus m¨ªnimos detalles. Se impone el pragmatismo anglosaj¨®n. Y para colmo, se lo pasan bien.Su vocaci¨®n expansiva y la l¨®gica de la pol¨ªtica de bloques le hacen saltar los m¨¢rgenes del Atl¨¢ntico norte para implicarse, directa o indirectamente, en aquellas zonas de conflicto o de importancia estrat¨¦gica que afectan a los intereses de EE UU. La dimensi¨®n planetaria de la pol¨ªtica norteamericana, en un m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, llega a proyectar un paraguas nuclear en el espacio. Y eso tambi¨¦n es la OTAN.
El tono y los contenidos del debate actual en torno al Atl¨¢ntico responden -quisiera creer que impl¨ªcita y subconscientemente- a la divisi¨®n operada en el mundo tras los acuerdos de Yalta; no terminan de contemplarse los cambios habidos desde entonces en la sociedad internacional. Europa, en su globalidad, tendr¨¢ que buscar su raz¨®n y su papel hist¨®rico en un mundo cuyo eje no ser¨¢ ya el, Atl¨¢ntico norte.
?ste es el momento en que se plantea la integraci¨®n de Espa?a en la OTAN. No estamos en 1949 ni en 1951, aunque alguno parezca olvidarlo al reinterpretar la historia, al europeizar la OTAN en referencia al pasado, al evitar toda reflexi¨®n respecto al presente y al futuro. Nadie, con un minimo de rigor, puede explicar la OTAN de hoy con el ¨²nico argumento de la OTAN de ayer. No se pueden identificar las posiciones europeas de hoy con aquellas que se dieron en 1949, ni se pueden obviar los cambios que se apuntan en los pa¨ªses de la Europa oriental, ni aquellos que se vislumbran en la pol¨ªtica exterior sovi¨¦tica.
Para Espa?a, este momento tiene una doble dimensi¨®n en la perspectiva de su pol¨ªtica exterior. Por una parte. la dimensi¨®n europea, ante la cial, el Gobierno del PSOE trata de presentar como l¨®gica y coherente la permanencia en la OTAN. Por la otra, la dimensi¨®n regional, referida a nuestra situaci¨®n en el mapa y a las relaciones no europeas en el terreno internacional.
No voy a hacer uso del recurso f¨¢cil de mencionar aquellos pa¨ªses comunitarios que lo son sin ser miembros de la OTAN, ni siquiera me parece el argumento fundamental. La cuesti¨®n fundamental es que el Gobierno espa?ol, en la medida en que entiende y presenta la permamencia en la OTAN como una cuesti¨®n ligada al reciente ingreso en la Comunidad Europea, contradice el sentido profundo de la unidad pol¨ªtica europea como proyecto de futuro que vaya m¨¢s all¨¢ de la actual realidad comunitaria, como proyecto superador de la din¨¢mica bipolar. En un momento en que Europa trata de tomar distancias respecto a Estados Unidos en la pol¨ªtica, en la econom¨ªa y en la milicia, el enfoque con el que el Gobierno del POSE pretende la permanencia en la OTAN es un enfoque plegado a los intereses norteamericanos.
Parad¨®jicamente, su explicaci¨®n se encuentra fundamentalmente fuera de la Europa comunitaria. La din¨¢mica de bloques no es nada abstracto: el sistema atl¨¢ntico no s¨®lo se define por su vocaci¨®n expansiva, sino por el hecho de que asigna a cada pa¨ªs miembro un determinado papel en funci¨®n de su situaci¨®n estrat¨¦gica. Lo preocupante es que el Gobierno espa?ol parece dispuesto a asumir el papel que se nos asigna, que no es otro que el de una posici¨®n hegem¨®nica en el Mediterr¨¢neo occidental y de cara al norte de ?frica y el mundo ¨¢rabe, condicionando desde la, dependencia la postura y las relaciones respecto a Am¨¦rica Latina.
Papel subalterno
Es, por tanto, la asunci¨®n de este papel subalterno lo que distancia la apuesta del PSOE no s¨®lo de las posiciones de Enrico, Berlinger, profusamente citado por el presidente del Gobierno en el ¨²ltimo debate parlamentario, sino tambi¨¦n de la tradici¨®n y de las actitudes actuales de la socialdemocracia en Europa. El secretismo impuesto en torno al Plan Estrat¨¦gico Conjunto, por el que se ocultan no s¨®lo las cuestiones relativas al operativo militar, sino tambi¨¦n su filosof¨ªa, los enemigos que se contemplan en el mismo, apunta en esta direcci¨®n.Felipe Gonz¨¢lez, en su af¨¢n de interpretar y tergiversar todo lo que encuentra a su paso, sea la historia, sea Berlinguer o sea Jean Monnet, posiblemente no haya sorprendido a nadie con su versi¨®n de lo que significa realmente el no a la OTAN: la vinculaci¨®n al sistema defensivo occidental de la mano de Estados Unidos. Desde su punto de vista, la pol¨ªtica exterior y de seguridad espa?ola se encuentra ante la disyuntiva del s¨ª o s¨ª, por la que avanza una posici¨®n m¨¢s dependiente y atlantista si nos situamos fuera de la OTAN que si permanecemos en la misma.
Este intento por desvirtuar el sentido profundo y positivo del no -que alguien ha llegado a ver secuestrado por fuerzas, reacionarias- no s¨®lo refleja una apuesta clara e inamovible para la pol¨ªtica exterior espa?ola y un peligroso gesto de descr¨¦dito hacia el propio refer¨¦ndum. Refleja tambi¨¦n la inmadurez de un partido como el PSOE, en el que se impone la raz¨®n de Estado, siempre supuesta, como ¨²nica raz¨®n. Un partido cuya ¨²nica referencia hist¨®rica es el pasado, su pasado y el de los dem¨¢s, travestido de modernidad. Un partido que supera los procesos de debate con un gui?o iluminado de su secretario general en cuanto que presidente del Gobierno, basando la pol¨ªtica en la autoridad y no en el rigor ni en el consenso.
En este refer¨¦dum, la m¨¢s clara oportunidad y quiz¨¢ la ¨²ltima de debatir y resolver la pol¨ªtica exterior y de seguridad espa?ola, nos jugamos algo m¨¢s que el s¨ª o el no. Nos jugamos sobre todo un pedazo realmente importante de democracia. Demasiadas plumas han quedado ya en el camino de la incoherencia y de la inconsecuencia pol¨ªticas a causa de la OTAN como para que a alguien se le ocurra avivar el horror del fraude pol¨ªtico frente al voto de a pie.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.