La guerra privada de Ronald Reagan
Nadie duda en Washington de que el presidente conseguir¨¢ finalmente el dinero para la 'contra'
"Este es un voto como el de Tonkin, y estoy viendo otra vez a nuestros muchachos meterse poco a poco en una guerra como la de Vietnam. Mi conciencia me dice que debo votar que no. Que cada representante vote en conciencia". As¨ª cerraba el jueves el veterano speaker (presidente) de la C¨¢mara de Representantes, el dem¨®crata Tip O'Neill, el debate sobre Nicaragua. Una hora despu¨¦s, el viejo irland¨¦s solicitaba silencio y anunciaba, cansado, uno de los principales ¨¦xitos de su vida pol¨ªtica: "La propuesta del presidente ha sido derrotada por 222 votos contra 210".
Eran las tres de la tarde, y Reagan que vio el voto por televisi¨®n a s¨®lo tres kil¨®metros de distancia, manifestaba su disgusto, pero con cedi¨® s¨®lo que hab¨ªa sufrido un 11 rev¨¦s pasajero". "Es un d¨ªa negro para la libertad", dijo, "pero volver¨¦ a intentarlo, y, lo ganaremos porque es una causa justa".En 1964, el presidente Lyndon Johnson consegu¨ªa sin debate que el Congreso aprobara la resoluci¨®n del golfo de Tonkin, que le permiti¨® escalar militarmente, sin control del Parlamento, la guerra de Vietnam, hasta ahora la ¨²nica derrota exterior sufrida por Estados Unidos. Hoy, 22 a?os m¨¢s tarde, Ronald Reagan, mucho m¨¢s popular que Johnson, no consigue que el Congreso apruebe su petici¨®n de 100 millones de d¨®lares para la contra nicarag¨¹ense, apoyada con una agresiva campa?a de relaciones p¨²blicas y presi¨®n desconocida en muchos a?os.
A Ronald Reagan le queda un a?o, o como m¨¢ximo a?o y medio, para cumplir lo que parece que es su destino hist¨®rico de detener el comunismo en Centroam¨¦rica. Mil novecientos ochenta y siete es un a?o preelectoral y al a?o siguiente hay elecciones presidenciales y abandonar¨¢ la Casa Blanca. "No quiero dejar a mi sucesor la opci¨®n agonizante de una decisi¨®n dram¨¢tica sobre Nicaragua", dijo en su ¨²ltimo discurso televisado, en el que present¨® su pol¨ªtica como "¨²ltima oportunidad" de evitar una intervenci¨®n directa de EE UU.
Aunque el jueves perdi¨® en la C¨¢mara de Representantes del Congreso, dominada por los dem¨®cratas, su primera batalla por rearmar a la contra, el presidente est¨¢ convencido de que se trata de una derrota parcial en una batalla en la que la victoria est¨¢ al alcance de su mano.
Esta semana, el Senado, controlado por el Partido Republicano, volver¨¢ a pronunciarse sobre la ayuda y se espera una victoria de la misma facilitada por un compromiso de que quedar¨¢ en suspenso por 90 d¨ªas para dar una ¨²ltima oportunidad a Contadora y a la negociaci¨®n entre los sandinistas y su oposici¨®n. El 15 de abril, la C¨¢mara volver¨¢ a votar nuevas alternativas y durante este tiempo se espera que la Administraci¨®n y el Congreso lleguen a un compromiso aceptable para todos. Nadie duda en Washington que Reagan conseguir¨¢ su prop¨®sito de armar a los rebeldes, que en caso contrario corren el serio riesgo de ser aplastados por el Ej¨¦rcito sandinista. La sucia guerra de Nicaragua va a vivir sus momentos decisivos. Alfonso Robelo, uno de los l¨ªderes civiles de la contra, afirm¨® aqu¨ª que "si en 18 meses no ganamos, tendremos que abandonar nuestra lucha. El r¨¦gimen sandinista tendr¨¢ ya ocho a?os y se habr¨¢ consolidado. No podremos seguir derramando m¨¢s sangre".
Reagan ganar¨¢ porque, aseguran los observadores, la divisi¨®n sobre Nicaragua se ha producido sobre los medios a emplear y no sobre los fines. A diferencia del pasado a?o, cuando el presidente logr¨® s¨®lo 27 millones en ayuda humanitaria para los rebeldes, ahora nadie ha puesto en duda en el Congreso el car¨¢cter totalitario y represivo de los sandinistas. Hay unanimidad en que son peligrosos, no en el grado del peligro, y en que hay que desestabilizarlos de alguna forma e impedir que se conviertan en una amenaza mayor en Centroam¨¦rica. El desacuerdo se refiere a los medios para lograr estos objetivos.
"No vas a la guerra cuando la naci¨®n est¨¢ dividida. Esto es lo que significa el voto", explic¨® el congresista dem¨®crata por Michigan David Bonier. Para los cr¨ªticos de Reagan, la pol¨ªtica de esta Administraci¨®n acabar¨¢ provocando un nuevo Vietnam para Estados Unidos en Centroam¨¦rica.
El Gobierno entiende, por el contrario, que no ser¨¢ necesaria la utilizaci¨®n directa de tropas norteamericanas en combate en Nicaragua, y para evitarlo se utiliza ahora al ej¨¦rcito mercenario de contras, que desean hacer la labor de los americanos.
Pero el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, no elimin¨® ni mucho menos esta posibilidad, afirmando que si los rebeldes son derrotados "puede muy bien ocurrir que tengamos que utilizar nuestras tropas. Entonces tendr¨ªamos que hacerlo. No ser¨¢ una tarea f¨¢cil. Costar¨¢ muchas vidas que ahora no tenemos que perder". El secretario de Estado, George Shultz, se neg¨® a responder ante el Congreso a la pregunta de qu¨¦ pasar¨¢ en un par de a?os si la actual pol¨ªtica fracasa.
Washington quiere elecciones libres que no pueda celebrar el sandinismo con un control del poder como el que posee hoy, reducci¨®n de su Ej¨¦rcito, env¨ªo a casa de los asesores sovi¨¦ticos y cubanos y un compromiso de no exportar la revoluci¨®n y de respetar a sus vecinos. Para EE UU, s¨®lo la presi¨®n militar obligar¨¢ a Managua a negociar las imposiciones norteamericanas, a lo que ahora se niega radicalmente. "Nosotros queremos hablar con el due?o del circo [por EE UU] y no con los payasos [por la contra]", responden los sandinistas a Reagan. Pero la Administraci¨®n asegura que un acuerdo con Managua vale menos que el papel en el que est¨¦ suscrito. Se niega a entablar un di¨¢logo bilateral que Washington interrumpi¨® unilateralmente el pasado a?o. La Casa Blanca estima que s¨®lo manteniendo la amenaza de una eventual acci¨®n directa es posible que Nicaragua negocie. El d¨ªa en que Washington levante esta presi¨®n, asegura esta teor¨ªa, los sandinistas perder¨¢n el incentivo para negociar.
Pero Reagan no ha logrado convencer al Congreso y a la opini¨®n p¨²blica de que busca una salida negociada. Se recuerdan m¨¢s sus afirmaciones de que los sandinistas "se rindan" y que busca un cambio en la estructura del poder en Nicaragua. Su jefe de Gabinete, Donald Regan, un ex ejecutivo de Wall Street poco acostumbrado a las sutilezas diplom¨¢ticas, fue m¨¢s claro el pasado domingo al afirmar en una entrevista por televisi¨®n que "queremos desembarazarnos de los sandinistas".
Para los dem¨®cratas, los contras han demostrado ya en cinco a?os su ineficacia y los d¨®lares invertidos en ellos son dinero perdido. El Pent¨¢gono y la CIA apoyan esta opini¨®n y consideran imposible que triunfen militarmente o que consigan imponer una negociaci¨®n a los sandinistas. Hay que intentar las v¨ªas pac¨ªficas, negociar con Daniel Ortega y presionar para lograr una soluci¨®n latinoamericana. En ¨²ltimo caso, dicen, si la situaci¨®n es tan grave como la pinta el presidente, que afirma que la seguridad nacional de EE UU est¨¢ gravemente amenazada", hay que discutir el problema directamente con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y en ese caso, 100 millones de d¨®lares y un ej¨¦rcito de mercenarios no es suficiente para extirpar el c¨¢ncer del que habla la Administraci¨®n. Lo l¨®gico ser¨ªa la intervenci¨®n de los marines.
La soledad en que se ha quedado Washington en este continente en el tema de la ayuda militar a la contra ha sido tambi¨¦n un factor clave en el no del Congreso. La opini¨®n p¨²blica dif¨ªcilmente entiende c¨®mo la pol¨ªtica de Reagan es rechazada por toda Latinoami¨¦rica, con la excepci¨®n de Chile, Paraguay, Ecuador y, no abiertamente, por El Salvador. Los hasta ahora d¨®ciles vecinos centroamericanos tampoco aplauden a Reagan. Honduras, un portaviones ole EE UU en el istmo, se resiste a ser utilizada como cinta transportadora de armas y rebeldes.
Costa Rica se atreve a firmar un tratado fronterizo con Nicaragua, lo que inutiliza la posible utilizaci¨®n de este pa¨ªs como segundo frente para la contra. Washington lleg¨® a llamar a consultas a su embajador en San Jos¨¦, que boicote¨® la presentaci¨®n del nuevo presidente al cuerpo diplom¨¢tico. Y Guatemala, con Vinicio Cerezo, adopta una irritante posici¨®n de neutralidad activa en el conflicto. Quien se est¨¢ aislando progresivamente con esta pol¨ªtica es Estados Unidos y no Nicaragua, dijo el jueves un congresista.
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