Recuerdo de Schiller
Mar¨ªa EstuardoDe Schiller. Versi¨®n de Ernesto
Sch?? y Mario Daien. Int¨¦rpretes: Graciela Araujo, Elena Tasisto,
Leopoldo Vemona, Rafael Rodr¨ªguez, Aldo Braga, Roberto Mosca, Hugo
Soto, Horacio Pe?a, Roberto Castro, Juan Carlos Posik, Jos¨¦ Mar¨ªa
Guti¨¦rrez, Hilda Su¨¢rez, Graciella Martinelli, Marcella Ferraras,
Mar¨ªa Cristina Laurenz, M¨¢rgara Alonso, Roberto Carnaghi, Daniel Marcove. Escenograf¨ªa y vestuario de Gabriela Gal¨¢n. Direcci¨®n:
Sant¨¢ngelo. Producci¨®n del Teatro Municipal General San Mart¨ªn, de Buenos Aires. VI Festival de Teatro. Estreno: teatro Espa?ol. Madrid, 26 de marzo.
Schiller, rom¨¢ntico y rebelde, se aferr¨® a la idea de que el catolicismo era la religi¨®n de los d¨¦spotas, y el protestantismo, una reforma en favor de las libertades. El paso del. tiempo ha confundido bastante esa mera simplificaci¨®n: en realidad, Schiller combat¨ªa la autocracia, y precisamente la que se abat¨ªa sobre su contemporaineidad y su geograf¨ªa.
Todav¨ªa no le han perdonado muchos sectores de este pa¨ªs su Don Carlos, donde esa idea estaba representada en Felipe II. En Mar¨ªa Estuardo, escrita 13 a?os despu¨¦s (1800), la cuesti¨®n es menos seca, est¨¢ m¨¢s matizada, y ofrece mayor inter¨¦s dram¨¢tico: Mar¨ªa Estuardo, bella y prisionera, v¨ªctima donde las haya, es, sin embargo, la encarnaci¨®n del mal cat¨®lico, mientras la horrorosa Isabel de Inglaterra, que dispone del hacha del verdugo y del poder absoluto, es la idea de la modernidad. Lo que queda hoy, a los dos siglos, y despu¨¦s de la traves¨ªa de Schiller por el tiempo y el espacio -una compa?¨ªa argentina la representa ahora en Madrid-, es muy poco de aquella obra militante, apasionada y muy rica desde el punto de vista idiom¨¢tico -el verso de Schiller-; se esquematiza en el enfrentamiento de dos mujeres -la fea y la bonita, la poderosa y la humillada; un vago aroma de sexo, violencia, celos, envidias-, rodeadas de hombres en los que la lucha por el poder se centra en traiciones, enga?os, conspiraciones, falsedades, hipocres¨ªas. Las dos, en esta versi¨®n presentada en Madrid del Teatro Municipal General San Mart¨ªn, de Buenos Aires, son como los elementos pasivos de esa otra red cortesana; a¨²n quedan sus mon¨®logos, donde se mezclan ideolog¨ªa y psicolog¨ªa.
Predomina la condici¨®n de espect¨¢culo. Hay un espacio ¨²nico, de c¨¢mara negra y empinada rampa de un blanco radiante, donde los colores los ponen los figurines deliberados: vol¨²menes negros, r¨ªgidos, angulosos y grandes para la corte de Isabel y para ella misma (que a veces resulta un remedo de Greta Garbo en otro papel: el de la reina Cristina de Suecia); blancos, abullonados blandos, tonos pastel, para la prisionera y su entorno.
Basta con lo que se llama el decorado oral -las alusiones de los personajes al lugar donde se encuentran- y algunos juegos de luces para significar el cambio de lugar. Sobre ese espacio, el director, Sant¨¢ngelo, mueve los personajes con tendencia a la simetr¨ªa, a la compos¨ªc¨ª¨®n de figuras de cuadro.
La interpretaci¨®n es desigual. Si el escenario, los figurines y la colocaci¨®n tienden al teatro de c¨¢mara, los actores van demasiado al subrayado de la frase, al contraste excesivo, a un teatro m¨¢s directo y con menos elegancia de la prevista. Como es l¨®gico, la atenci¨®n del p¨²blico se centra m¨¢s en las dos mujeres, en Graciela Araujo -Isabel-y en Elena Tasisto -Mar¨ªa-, cuyos mon¨®logos y cuyo enfrentamiento forman las piezas dram¨¢ticas principales de la obra. Para ellas fueron los mejores aplausos.
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