?Paloma o Esp¨ªritu Santo?
Agnes de Dios
Despu¨¦s del ¨¦xito y esc¨¢ndalo del Je vous salue, Marie, hemos visto c¨®mo Jack Lemmon se pon¨ªa la sotana en Algo en lo que creer, y ahora le toca el turno a Anne Bancroft, que en este caso viene a purgar el pasado casquivano de El graduado. Estas tres muestras de un renovado inter¨¦s por los temas religiosos -y su correlato de incredulidad respecto a los poderes de la l¨®gica y la raz¨®n- tienen relativamente poco que ver entre s¨ª, aunque puedan ser entendidas como s¨ªntoma de id¨¦ntica desorientaci¨®n.La pel¨ªcula de Godard era la m¨¢s personal, la de Lemmon, la m¨¢s preocupada por la cotidianidad prosaica de los representantes de Dios en la tierra, y la dirigida por Norman Jewison es la que m¨¢s directamente remite a toda una tradici¨®n de "teatro de ideas". Seg¨²n parece, el montaje teatral de la obra de John Pielmeier transcurr¨ªa en un decorado desnudo, centrada toda la confrontaci¨®n en las palabras y conceptos expresados por las tres actrices. Al transformarse en pel¨ªcula, Agnes de Dios ha ganado en realismo y la dimensi¨®n trascendente de la historia se ha querido visualizar a trav¨¦s de la elecci¨®n del director de fotograf¨ªa -el bergmaniano Nykvist-, encargado de aportar la austera, pero segura, luz de la Reforma.
Director: Norman Jewison
Int¨¦rpretes: Jane Fonda, Anne Bancroft, Meg Tilly, Anne Pitoniak, Winston Rekert y Gratien Gelinas. Gui¨®n: John Pielmeier, basado en una obra teatral de la que tambi¨¦n es autor y de id¨¦ntico t¨ªtulo. Fotograf¨ªa: Sven Nykvist. M¨²sica: Georges Delerue. Estadounidense, 1985. Estreno: California, Palacio de la M¨²sica. Madrid.
El modelo, el referente pict¨®rico explicitado por Jewison, era Vermeer, detalle que nos da una divertida pista de la confusi¨®n con que Estados Unidos aborda su pasado europeo. De ah¨ª deriva la fascinaci¨®n con que Jewison aborda la filmaci¨®n de los ritos religiosos, embelleciendo todos los pasos que conlleva la aceptaci¨®n de una clausura religiosa, visto el ingreso conventual como una fiesta de abandono de la adolescencia o de p¨¦rdida de la inocencia.
La otra v¨ªa para devolverle a la historia toda la dimensi¨®n teol¨®gica que exhib¨ªa sobre las tablas pasa por convertir en coprotagonistas una multitud de palomas blancas, presentadas siempre con cierto ¨¦nfasis -contrastando con fondos oscuros, dot¨¢ndolas de misterio gracias al tratamiento sonoro, magnificando su vuelo con la m¨²sica-, hasta conseguir convencer al espectador de que todas y cada una de ellas son aut¨¦ntica hip¨®stasis de la ¨²nica naturaleza divina, encarnaciones aladas que dan cohesi¨®n a una comunidad de creyentes, en este caso de monjas canadienses.
Agnes de Dios es una muy cuidada producci¨®n en la que se quiere mostrar el enfrentamiento entre el mundo secular y el mundo religioso, entre la l¨®gica y la fe. Jewison afirma no tomar partido, limitarse a plantear la cuesti¨®n, pero lo cierto es que, para bien de todos, sus recursos dramat¨²rgicos favorecen a una de las partes en conflicto -la religiosa-, al prestar un mayor cuidado a la creaci¨®n de efectos de verosimilitud destinados a insuflar un m¨¢ximo de credibilidad a las llagas o alucinaciones m¨ªsticas de la monja interpretada por Meg Tilly. Claro que eso hace derivar hacia terrenos pr¨®ximos a la estampita, pero siempre es m¨¢s divertido esto que plantear debates en los que los argumentos de un bando son in¨²tiles para el otro, tan distantes est¨¢n los puntos de partida respectivos y tan inamovibles resultan.
En el filme hay una peque?a dial¨¦ctica que nace del enfrentamiento y se inclina a favor de las religiosas, a pesar de que la ley las condena y califica sus visiones m¨ªsticas de locura. Es el signo de los tiempos. Hace 15 a?os, Los demonios, de Ken Russell, marcaban la pauta y las visiones eran la m¨¢scara de una sexualidad reprimida. Ahora todo aparece invertido. Jewison se comporta como santo Tom¨¢s y cree que los espectadores necesitan ver y tocar para mantener la fe. Y por eso llena la pantalla de palomas blancas.
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