Los 'gorilas' del 'rock'
J¨®venes expertos en 'karate' o 'taekwondo' se encargan de mantener el orden en los conciertos
Est¨¢n en todos los conciertos desde que el rock se convirti¨® en un espect¨¢culo de masas. Su misi¨®n es controlar para que no pase nada. El p¨²blico los califica de gorilas, pero ellos se definen como un servicio auxiliar del espect¨¢culo que se encarga de mantener el orden. Entre 60 y 100 j¨®venes, expertos en karate, taekwondo, o jugadores de rugby que se encuentran en paro, vigilan cada actuaci¨®n y perciben unos honorarios cercanos a las 4.000 pesetas por jornada.
Rafael Cana Mo?ita, madrile?o, de 29 a?os, licenciado en Ciencias de la Informaci¨®n, m¨¢s conocido por el alias de Lito, es director de uno de los servicios de orden que funcionan en Madrid. Sus muchachos est¨¢n en las puertas de acceso de las salas de conciertos. Miran los bolsos, recogen entradas y cachean al p¨²blico. Est¨¢n en la calle, cerca de los camiones del grupo. Vigilan el escenario, los camerinos, la mesa de sonido y los puntos m¨¢s conflictivos de los locales.El director del servicio de orden explica que escoge a su equipo entre los estudiantes del Instituto Nacional de Educaci¨®n F¨ªsica (INEF). "Gente alta, bien preparada f¨ªsicamente, que juega al rugby o que practica taekwondo -arte marcial basada fundamentalmente en el ataque con las piernas- y karate, por si hay una situaci¨®n comprometida que sepan defenderse", dice.
Entre sus funciones se cuenta tambi¨¦n cumplir con las exigencias t¨¦cnicas del grupo que act¨²a, reflejadas en una especie de pliego de condiciones que incluye habitualmente el trabajo sucio de preparar el escenario con el montaje de amplificadores, monitores, micr¨®fonos... y la preparaci¨®n de un servicio de catering con vituallas para los m¨²sicos.
Lito se jacta de conocer bien al p¨²blico. Tres a?os como empresario, y seis como currante en los servicios de orden le han dado suficiente experiencia. Teme, sobre todo, las concentraciones heavy -"reducto de j¨®venes de barrio entre los 16 y 22 a?os y sin un duro en el bolsillo", las actuaciones de punks y los conciertos gratuitos en el paseo de Camoens, donde han llegado a concentrarse 200.000 personas. "En este sitio", aclara, "nos hemos encontrado con los mayores incidentes, pero es normal. Estad¨ªsticamente todo lo que pasa en Madrid en una noche se concentra en Rosales, con atracos e intentos de violaci¨®n incluidos".
Este equipo de profesionales vigil¨® tambi¨¦n el pasado viernes la celebraci¨®n del homenaje a Tierno en el paseo de Camoens. "Nuestro trabajo all¨ª es muy dif¨ªcil porque no se puede controlar lo que lleva la gente y nos convertimos en mu?ecos de tiro al plato sobre los que llueven las litronas de cerveza llenas de arena. Lo ¨²nico que podemos hacer es esquivar los golpes". Entre los conciertos que mayores quebraderos de cabeza les han ocasionado figura la marat¨®n de 24 horas de m¨²sica celebrada en la localidad de Alcal¨¢ de Henares el pasado mes de marzo. A las siete de la ma?ana estaba prevista la actuaci¨®n de los grupos duros y se produjo el momento m¨¢s conflictivo. "En dos horas", dice, "surgieron cantidad de peleas y pasaron por la enfermer¨ªa 25 o 30 personas con contusiones de todo tipo, sobredosis, desmayos, de todo... Sin embargo, por la tarde, cuando actuaban cantautores y grupos de foIk, aquello se convirti¨® en una romer¨ªa llena de padres con ni?os jugando y corriendo por el recinto".
Entre las numerosas actuaciones que figuran en el curriculum de este empresario del orden se cuenta la gira de Julio Iglesias por Espa?a, Police, Pl¨¢cido Domingo, Elton John, la fiesta de carnaval del C¨ªrculo de Bellas Artes, el festival de la OTI, programas televisivos como Tocata y La bola de cristal y el Gran Prix de Tenis.
Lito sabe que su trabajo no tiene buena prensa. "Nos llaman gorilas y tenemos muy mala fama", dice, "pero las cosas ya no son como antes. En el 77, cuando yo empec¨¦, estaba todo el revuelo pol¨ªtico y la transici¨®n. De mantener el orden se encargaban los grises, y un concierto se pod¨ªa convertir en un mitin en un instante".
En esos tiempos, entre los que vigilaban por parte de la organizaci¨®n hab¨ªa mucho macarra y se repart¨ªan bastantes bofetadas. "Las cosas ahora son muy diferentes y tratamos de lavar la cara de este trabajo", asegura. Por su experiencia en el mundo del espect¨¢culo sabe que los conciertos de rock no suelen ser violentos. "La violencia en los espect¨¢culos masivos se ha trasladado al f¨²tbol". Este empresario del orden asegura que no trabajar¨ªa "para nada" con los hinchas del Real Madrid conocidos como los ultrasur.
El concierto va a empezar
Lito y sus guardianes llegaron al Palacio de los Deportes tres horas antes de la hora prevista para el inicio del concierto de Sade Adu, que se celebr¨® el pasado mi¨¦rcoles. Al lado de los camerinos, en unas peque?as mesas adornadas con un mantel blanco, se amontonaban emparedados, frutas variadas, chocolates, diferentes dulces y bourbon o whisky. En los camerinos los miembros del equipo daban los ¨²ltimos retoques a la imagen de los artistas.Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Freire, 23 a?os, alto y bien parecido, estudiante de cuarto de decoraci¨®n y con algunas nociones de artes marciales, estaba de vigilancia en una de la puertas que dan acceso al local. Empez¨® en esto porque le llam¨® un amigo que sab¨ªa que estaba sin trabajo, aunque en el futuro le gustar¨ªa dedicarse a decorar interiores.
"No ha habido problemas; lo ¨²nico, los que quieren pasar sin entrada y los que vienen con envases de vidrio", explica, mientras supervisa el acceso de personas. "Algunos se enfadan y protestan, pero siempre tratamos de disuadirles a base de palabras; no es habitual que haya violencia. Los mayores problemas los ocasionan los borrachos. Son muy raros los casos de gente a la que hay que expulsar".
En la calle de Felipe II el p¨²blico aguardaba pacientemente en la cola para entrar, vigilado por agentes de la Polic¨ªa Nacional, mientras en el interior cientos de personas esperaban el comienzo del show.
El concierto de Sade empez¨® con m¨¢s de media hora de retraso, como ya es habitual en este tipo de acontecimientos. El p¨²blico, integrado en su mayor¨ªa por gente guapa y arreglada, pag¨® entre 2.000 y 2.500 pesetas por la entrada. La m¨²sica sensual de la cantante nigeriana no consigui¨® arrancarlos de sus sillas. Los organizadores del espect¨¢culo distribuyeron por el Palacio de los Deportes a 62 j¨®venes, de aspecto superfornido, que cuidaron de la seguridad durante la actuaci¨®n.
Guardar las c¨¢maras
Los fot¨®grafos estaban bajo el escenario disparando r¨¢pido. Los organizadores les obligaron a firmar un contrato en el que se compromet¨ªan a guardar las c¨¢maras cuando acabara el tercer tema. Los muchachos del servicio de orden estaban relajados. Sab¨ªan que los conciertos de sillas son siempre tranquilos. Una joven subida en una valla le pidi¨® a un fot¨®grafo que le prestara la c¨¢mara para ver de cerca a la cantante a trav¨¦s de un teleobjetivo de 300 mil¨ªmetros. Una chica que estaba detr¨¢s le grit¨® que estaba prohibido hacer fotos.De entre el p¨²blico sali¨® un energ¨²meno con un aro colgado de una oreja y cazadora de cuero, miembro del propio equipo de seguridad del grupo que act¨²a, y trat¨® de arrebatarle la m¨¢quina mientras chillaba en ingl¨¦s. En un instante aparecieron cinco supuestos miembros de seguridad m¨¢s, que amenazaron con llevarse el carrete o expulsarlos de la sala. No atienden a explicaciones y se niegan a identificarse; sus ¨®rdenes son que no se puede hacer fotos. "Claro, c¨®mo se va a poder", se pregunta uno de los afectados, "si la cantante es una enana gorda y venden su imagen como si fuera el colmo de la exuberancia".
Mientras en el escenario se interpreta un solo de saxo, el due?o de la m¨¢quina de fotos acompa?a a uno de los guardianes. En una sala del local se amontonan numerosas c¨¢maras intervenidas mientras dura la funci¨®n. "?Esto es la hostia!", comenta alguien. "Aqu¨ª le dan a un tipo una gorra y se cree que es general". El concierto sigue y las broncas se repiten por el mismo motivo sin que la sangre llegue al r¨ªo. Al final todos tienen los ojos enrojecidos por el humo y las drogas blandas y bailan juntos.
Cuando el p¨²blico se va, los encargados del orden se marchan. Su trabajo ha terminado y llevan 4.000 pesetas en el bolsillo.
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