La negaci¨®n del toreo
JOAQUIN VIDAL, El toreo es todo lo que hicieron ayer en Las Ventas Manzanares Emilio Mu?oz y Paco Ojeda, s¨®lo que al rev¨¦s. V¨ªdeos y enciclopedias deber¨ªan recoger sus actuaciones con capote, muleta y espada y la singular torer¨ªa que emplearon durante la lidia de los seis toros para ense?anza de las generaciones futuras; naturalmente, editados en negativo.
Mientras tanto, don Mariano, el aficionado que mejor practica el toreo de sal¨®n y la funci¨®n evangelizadora de los doctores en tauromaquia, dictaba su c¨¢tedra ambulante por la explanada de Las Ventas, explicando a un nutrido alumnado c¨®mo fue lo ocurrido. Tuvo problemas para efectuar el an¨¢lisis pr¨¢ctico del toreo de Manzanares, pues don Mariano ya se hace viejo y las piernas no le responden bien.
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San Lorenzo / Manzanares, Mu?oz, OjedaCuatro toros de Puerto de San Lorenzo; 4? y 5? de Mart¨ªnez Benavides: discretos de trap¨ªo, flojos, encastados. Manzanares: media baja y rueda de peones (silencio), dos pinchazos, bajonazo, rueda de peones -aviso- y dos descabellos (silencio). Emilio Mu?oz: pinchazo bajo y bajonazo (pitos); pinchazo y estocada corta (pitos). Paco Ojeda: media baja atravesada (divisi¨®n y saluda); tres pinchazos bajos, bajonazo descarado y, descabello (gran bronca y lluvia de almohadillas). Plaza de Las Ventas, 14 de mayo. Quinta corrida de feria.
Mientras los c¨¢nones del toreo fijan aquello de cargar la suerte, que consiste en echar la pata l'ante, Manzanares la descargaba, echando la pata atr¨¢s. Don. Mariano compon¨ªa la extra?a postura del modelo, tumbando el cuerpo, y, cuando calcaba el pase, las piernas colocadas en tijerilla se le enredaban. Si no se peg¨® un porrazo fue porque el selecto auditorio corr¨ªa a sujetarle.
En la sesi¨®n dedicada a Ojeda a¨²n tuvo problemas peores, pues la peculiaridad de este diestro es torear sin hacer el toreo, para lo cual necesita el toro que no embiste. Don Mariano y el auditorio re corrieron media barriada buscan do un adecuada referencia de tal tipo de toro y la encontraron por la calle de Boc¨¢ngel en un buz¨®n de correos. All¨ª fue la lecci¨®n pr¨¢ctica, el alumnado en torno: don Mariano estiraba el esqueleto, abombaba el pecho, se pegaba al buz¨®n de correos y le daba un caderazo.
Ojeda, en la arena y en la tarde de autos, tambi¨¦n hab¨ªa tenido sus problemas, no se crea, y graves, pues los toros ten¨ªan la osad¨ªa de embestir. En su primero emple¨® los ardides disuasorios de pegar mantazos, escurrir el bulto, mudarle de terreno, guardar largas pausas para disimular la desaz¨®n, hasta que tanto tironeo y tanto plazo convirtieron al toro en buz¨®n de correos. Entonces entr¨® Ojeda en liza, a lo suyo, con mayest¨¢tico aire, erguida la planta, abombado el pecho, farruco el adem¨¢n; merode¨® el buz¨®n, ci?¨® la cadera, endilg¨® pases de pecho y cuando no, otros del desprecio.A don Mariano tampoco le fue c¨®modo ense?ar de qu¨¦ insospechada guisa hab¨ªa notoreado Emilio Mu?oz, pues, no est¨¢, obviamente, para trotes. Estrujar los hombros, extender el brazo y quebrar la cintura como si estuviera pescando at¨²n; zapatillear ligero, trazar vertiginosos muletazos, correr despavorido, son ejercicios inconvenientes a su edad y le chirriaban las articulaciones.
Emilio Mu?oz, en la no-tarde, para empezar peg¨® una espantada cuando se le arranc¨® crecido su primer toro, a poco de salir, y tom¨® el olivo precipitadamente. Luego ya no parar¨ªa de hacer gimnasia. Los otros c¨¢nones esenciales de templar y mandar los convert¨ªa en zozobra, frenes¨ª, iracundia, y contrastaban con el toro, tan bueno de casta y coraz¨®n.
Cualquier toro, desde el primero al sexto, result¨® bueno. Si alg¨²n defecto tuvo la corrida fue precisamente que sali¨® demasiado buena, demasiado preparadita de trap¨ªo y fortaleza, para que su presencia no consternara a las figuras al rev¨¦s Aficionados puristas protestaron estos toros -su blandura- e indignaban a los taurinos. No se daban cuenta los taurinos del gran favor que les quer¨ªan hacer los aficionados, pues, devuelto alg¨²n toro al corral, dar¨ªa ocasi¨®n a que saliera un sobrero pregonao y justificar¨ªa el desastre que se estaba produciendo all¨ª. Manzanares -lo explicaba muy bien don Mariano con el peri¨®dico que alleg¨® un alumno- citaba con la pierna atr¨¢s, pero tambi¨¦n con la muleta atr¨¢s y, curiosamente, el pico delante. Lo que produc¨ªa era la negaci¨®n del toreo, aunque siempre habr¨¢ quien matice la incons¨²til finura de su ejecutor.
El sexto ten¨ªa su trap¨ªo y sus pitones y, sobre todo, ten¨ªa su casta. La casta es un dolor cuando en la plaza hay un torero que s¨®lo conoce del toreo su negaci¨®n. Ojeda intent¨® derechazos en el tercio y no pudo con la casta del toro. Los intent¨® en los medios y le sali¨® una empanada gallega. El toro se negaba rotundamente a convertirse en buz¨®n de correos y, advertido Ojeda de tan intolerable acto de indisciplina, empu?¨® la espada para escabecharlo por d¨ªscolo.
Don Mariano silenciaba c¨®mo acab¨® aquello (una bronca monumental, almohadillazos a Ojeda, soponcios diversos), no fueran a copiarlo los oyentes contra su persona. En cambio, el se?or Sabatini, que es su enemigo irreconciliable, pues milita en el bando de los detractores de la fiesta, pidi¨® con tal insistencia que lo hiciera que acab¨® convenci¨¦ndole. Don Mariano estir¨® el metro y medio de estampa que levanta del suelo, camin¨® con la altaner¨ªa peculiar en Ojeda, dijo que el peri¨®dico allegado por el alumno representaba una almohadilla y se peg¨® un contundente papirotazo en el coco.
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