Irradiaci¨®n del verso
Durante noches sucesivas, Borges habr¨¢ so?ado en tigres innumerables, en r¨ªos y en l¨¢minas -p¨¢ginas o espejos- transparentes, en cuchillos y desarios, tal vez menos imposibles de lo que el lector imagina. Porque el lector sabe, acostumbrado ya al deambular inquisitivo por las p¨¢ginas del maestro, que su lectura ha de constituirse como una complementaria labor imaginativa de explorador, paralelo.Dormido ahora, su obra. y sus versos seguir¨¢n so?ando en nosotros. Si no la fama cumplida (me refiero al Nobel), su gloria es segura, y la irradiaci¨®n de sus palabras -acendrada en el recuerdo de su voz en alguna cinta escucliadaha de perdurar como perdura la reiteraci¨®n de las tardes, el fulgor del sol en una esquina arrabalera o la resonancia de un verso espa?ol transido de mel¨®dico incursionismo ingl¨¦s. A Borges, aparte del desv¨ªo escandinavo, le toc¨® mejorar y aligerar -que es lo mismoun legado de rotundidad sonora. Del r¨ªo hisp¨¢nico supo extraer una m¨²sica a veces opaca, siempre decantadamente discursiva, m¨¢s convincente y sobre todo persuasiva que brillante. Es decir, y Borges siempre ha dicho cosas en sus versos, modular la voz m¨¢s dificil.
El poeta descubri¨®, en primer lugar, junto a las vanguardias europeas, su reducci¨®n ¨ªsinica (?los Ismos de Ram¨®n G¨®mez de la Serna!) en clave ultra¨ªsta. En Suiza debi¨® de recorrer recientes poemas expresionistas en torno a los a?os veinte. Los trigres borgeanos, aparte del parentesco con las panteras enjauladas de un Rilke o de un Benn m¨¢s desafiante, conforman una primera zona de contacto con ese europe¨ªsmo o cosmopolitismo militante que siempre le caracteriz¨®.
En 1923, Fervor de Buenos Aires. Recorrido por la ciudad, paseo urbano y suscitaci¨®n de los ensue?os desde la oposici¨®n del sujeto al fragor y a la dispersi¨®n; pero no, fervor preciso, descubrimi,ento de que la ciudad cercana y la lejana coinciden en el fiel de una mente recuperadora del tiempo que se va menos desde que la sensibilidad lo va recomponiendo mejor en el poema. Buenos Aires o Benares, cotidianeidad y aventura sin exotismo, que da en el blanco a redescubrirse, la p¨¢gina.
En tomo al a?o 1914, Europa, Espa?a, trat¨® con Cansinos Assens, con revistas como Grecia y Cosm¨®polis. Lo familiar y lo ins¨®lito acompaffian tina aventura que no es tanto de m¨ªtolog¨ªas como de atenci¨®n a una visi¨®n m¨¢s minuciosa de la vida.Toda la literatura, como un libro inmenso a cuyo pie pone una firma que no desmerece del legado y de un af¨¢n de emulaci¨®n que le lleva a intentar algo no menos importante que algunas p¨¢ginas de Melville, de Stevenson, de Julian Green o de Henry James. Si el relato funciona como un juego de perspectivismos que: relativizan el sentido ¨²nico de la historia, el poema es tambi¨¦n una resonancia doblemente sentida de otros ecos en una voz inconfundible. Cantar el paso del tiempo, pero acendrado en la, irrecuperabilidad del presente que el verso har¨¢ imperecedero.
Con sus antecesores, en su lugar de la palabra m¨¢s honda con ecos franceses, alemanes e ingleses, Jorge Luis Borges ha recuperado para la poes¨ªa h¨ªsp¨¢nica un acento de oxigenada intemporalidad, cuyos retornos han de seguir ahondando la lectura.
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