El Partido Humanista, una piel para la secta La Comunidad
Los documentos de la organizaci¨®n reconocen que es "algo m¨¢s que un partido"
La conversi¨®n de La Comunidad en Partido Humanista, realizada en Espa?a en 1984, no deja lugar a dudas, por cuanto es sugerida en diversos documentos internos, incluso con sentencias tan coloristas como "todos los huevos, en la misma canasta", as¨ª como por las coincidentes versiones de miembros de la secta que se transformaron en militantes pol¨ªticos. Al perge?ar la organizaci¨®n partidista, sus dise?adores afirmaron expresamente que deb¨ªa tener la especificidad propia de los grupos pol¨ªticos cl¨¢sicos, pero ya, precisaron: .adem¨¢s, queremos seguir creciendo estructuralmente (en presumible alusi¨®n a La Comunidad). Es decir, crecer estructuralmente", insist¨ªan, "y simult¨¢neamente formar la piel que nos cubra: el Partido Humanista".Rafael de la Rubia, presidente de La Comunidad desde su fundaci¨®n, en 1980, hasta 1984, en que asumi¨® la secretar¨ªa general de Partido Humanista, ha admitido a este peri¨®dico que "mucha gente de La Comunidad se pas¨® al partido", pero niega que la asociaci¨®n cultural se haya "reconvertido directamente en organizaci¨®n pol¨ªtica". Tras se?alar que ya no pertenece a La Comunidad y que ¨¦sta mantiene "una existencia aparte", relacion¨® la aparici¨®n del Partido Humanista en Espa?a con "la ineficacia real del pacifismo y la necesidad de que las tesis pacifistas estuviesen representadas dentro de los mecanismos institucionales de poder".
Uno de los j¨®venes que abandon¨® el Partido Humanista en enero de 1985, tras haber ingresado en La Comunidad en diciembre de 1983, recuerda que a menudo, antes de salir a la calle para intentar captar adeptos o participar en alguna de las campa?as del partido, practicaban en la sede una "experiencia guiada" -ejercicio de autocontrol mental habitual en La Comunidad- para 1lenarte de energ¨ªa y as¨ª trabajar con m¨¢s entusiasmo", dice. Reunidos en una habitaci¨®n a oscuras, en silencio y con los p¨¢rpados cerrados, los asistentes escuchaban a un gu¨ªa la lectura, repleta de enfatizaciones y pausas, de un texto aleg¨®rico, a cuyo t¨¦rmino cada oyente hac¨ªa una interpretaci¨®n en voz alta.
Ritos lit¨²rgicos
Este tipo de actividades conclu¨ªa habitualmente, al igual que otras reuniones, con una recomendaci¨®n, en la que cada participante asum¨ªa personalmente el compromiso de atraer al partido -como antes a La Comunidad- a un. determinado n¨²mero de personas. La incorporaci¨®n de nuevos afiliados, al igual que en La Comunidad, constitu¨ªa una plataforma para ascender en el partido; pero si en el plazo previsto no era alcanzado el objetivo, quien lo hab¨ªa asumido se sent¨ªa en el compromiso de compensarlo pagando las cuotas que ellos habr¨ªan aportado.
Seg¨²n varios antiguos humanistas, quien dirige este tipo de reuniones genera un ambiente de presi¨®n psicol¨®gica, porque "si no te comprometes tanto como ¨¦l quiere, te dicen que 'as¨ª no vas a durar aqu¨ª mucho', que no tienes sentido del servicio o que 'no te mojas'" "Y eso", agrega M. L. M., de 20 a?os, "no deja de ser una forma de violencia, cuando ellos dicen que su metodolog¨ªa es la no-violencia".
En otras circunstancias, como las de abandono del grupo y rebeli¨®n frente a sus pr¨¢cticas por parte de alguno de sus miembros, la sutil presi¨®n ha llegado a transformarse en amenazas verbales m¨¢s inquietantes, seg¨²n otro antiguo integrante de la organizaci¨®n.
J. L. N. R., de 24 a?os, asegura ,que "dentro del Partido Humanista han continuado las experiencias guiadas", la jerarqu¨ªa de miembros . ropia de La Comunidad - primer magisterio, magisterio, aceptado, orden, escuela, activo y adherente, de mayor a menor- e incluso la celebraci¨®n de alguna ceremonia de matrimonio y bautizo, realizados -entre cirios y vestimentas de gala- seg¨²n un preceptivo Libro de ceremonial. En el ritual del bauilizo, todos los asistentes se comprometen a hacerse cargo del reci¨¦n nacido en caso de que a sus padres les sucediese algo.
Estos actos siguen una aut¨¦ntica liturgia, al igual que el de ordenaci¨®n de los miembros denominados escuela, seg¨²n la versi¨®n de dos testigos presenciales. A la ceremonia de ingreso en la categor¨ªa de orden s¨®lo pueden asistir quienes pertenecen a ella o a otras superiores, y en el curso de la misma, el aspirante se acuesta en el suelo, en posici¨®n semejante a la de los seminaristas que son ordenados sacerdotes. Al final, los aspirantes -casi siempre dos, en una pretensi¨®n de hermanaci¨®n- reciben el Libro de ceremonial, el caduceo -una barra de bronce que simboliza el equilibrio que emana de su due?o- y un pa?o rectangular de color naranja, con el que se pretende representar el entorno mundano.
Restricci¨®n de vida privada
Varios ex miembros del Partido Humanista y de La Comunidad han comentado a EL PA?S su experiencia de que el funcionamiento y las actividades de ambos grupos generaban en ellos una progresiva restricci¨®n de su vida privada y una creciente dependencia de la organizaci¨®n. Un estudiante de 23 a?os, R. F. M., recuerda: "jugaba todas las semanas al f¨²tbol y me dec¨ªan que era mejor que hiciera experiencias guiadas, que as¨ª tambi¨¦n pod¨ªa bajar kilos". Otros antiguos integrantes de las dos asociaciones han coincidido en se?alar que su trabajo humanista les manten¨ªa alejados de sus casas a altas horas de la noche, incluso hasta bien entrada la madrugada. Ello revert¨ªa en frecuentes discusiones con sus padres y, m¨¢s de una vez, en el abandono del domiciflo familiar para iniciar una convivencia con otras personas del grupo.
Estos enfrentamientos en el seno de las familias han hecho que varios padres hayan acudido a la asociaci¨®n Pro Juventud -integrada por parientes de j¨®venes v¨ªctimas de sectas- para denunciar el control mental de que son objeto sus hijos, si bien, al ser advertidos de la necesidad de llevar a cabo un esforzado proceso de reinserci¨®n familiar, han declinado por lo general su solicitud de ayuda.
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