Euskadi , 1986
Adem¨¢s de que fallan las encuestas, ?qu¨¦ ocurre en Euskadi? Dec¨ªa Tito Livio: "Nada hay tan incierto ni tan imprevisible como los sentimientos de la multitud". Sobre todo si se analizan a partir de prejuicios, a?ado yo. Que los acontecimientos del Pa¨ªs Vasco puedan sorprender a estas alturas s¨®lo prueba que conviene corregir algunas maquetas acartonadas que lo dise?an como una especie de reducto del cura Santacruz impermeable a la modernidad.Lo del PSOE era previsible. Lo hab¨ªamos anunciado al comienzo de la campa?a. Los socialistas no hemos hecho m¨¢s que jugar nuestras bazas con decisi¨®n. Hab¨ªa que salir a ganar, no por triunfalismo sino porque bastaba, con sostener las posiciones, sabiendo que eran s¨®lidas. No se trataba de repetir los resultados de 1982, que eran inalcanzables en las circunstancias actuales, sino de asegurar el electorado que suele llamarse propio, sin confiar en el voto ¨²til o en los votos prestados.
As¨ª ha sido. Ni el desgaste de los cuatro a?os de Gobierno ni la p¨¦rdida de 1,5 millones de votos en toda Espa?a, ni la proximidad del refer¨¦ndum de la OTAN, ni la incomprensi¨®n ante nuestra pol¨ªtica de responsabilidad en la lucha contraterrorista, en la reconversi¨®n industrial o en el apuntalamiento del Gobierno de Vitoria han conseguido que el socialismo perdiera posiciones en Euskadi. Eso es muy importante.
Frente a quienes viven de las impresiones de hace cinco a?os, se confirma que existe un electorado fiel, receptivo al mensaje socialista y en n¨²mero suficiente como para asegurar una posici¨®n de cabeza.
As¨ª ha sido posible que el partido socialista pudiera transformarse en la primera fuerza pol¨ªtica vasca con representaci¨®n en el Congreso de los Diputados. Con ello se quiebra el monopolio del PNV y se torna imposible el exclusivismo a que nos ten¨ªa acostumbrados. M¨¢s a¨²n: al no existir voto prestado, se confirma el afianzamiento del partido socialista en las grandes aglomeraciones urbanas, lo que permite augurar un buen resultado electoral en las pr¨®ximas elecciones municipales, incluso en Bilbao, que, por primera vez, pasa a ser un objetivo alcanzable.
PNV, el gran perdedor
El PNV es el gran perdedor, como han reconocido sus propios dirigentes, aunque haya logrado sostener su voto gracias a las zonas rurales. Es dificil evaluar la dimensi¨®n de sus p¨¦rdidas electorales reales, teniendo en cuenta las circunstancias por las que atraviesa el partido. Si no queremos equivolcarnos, hemos de reconocer que en este momento el futuro electoral del Partido Nacionalista Vasco es una inc¨®gnita.
Lo ¨²nico que quiz¨¢ podemos afirmar es que ha concluido una p¨¢gina de su historia y que comienza otra de la que no sabemos nada, porque el verso que marca su pie forzado est¨¢ por escribir: lo van a componer este verano. En cualquier caso, aun con otra dimensi¨®n, porque hay golondrinas que no volver¨¢n, lo previsible es que siga siendo la primera fuerza del campo nacionalista y, en consecuencia, el interlocutor natural de los socialistas en la tierra vasca.
Es indudable que el resultado electoral y sus repercusiones en el interior del partido colocan un gigantesco signo de interrogaci¨®n sobre el futuro del Gobierno vasco, cuya situaci¨®n, por mucho empe?o que pongamos los socialistas en su apuntalamiento, puede llegar a ser -si no lo es ya- insostenible. Esto significa que, mientras no se demuestre lo contrario, tendremos elecciones auton¨®micas en el pr¨®ximo oto?o.
Contra lo que algunos pretenden hacer creer, el radicalismo no ha sido premiado en estas elecciones. Los resultados de HB han provocado un gran efecto psicol¨®gico, pero no son significativos. De acuerdo con las previsiones y el incremento del censo, sus posibilidades de ascenso eran bastante mayores, especialmente entre los j¨®venes.
HB no crece
Hay que felicitarse de que, con todos los pronunciamientos favorables, incluso con las bendiciones del PNV, HB no haya sido capaz de crecer ni la mitad de lo que se supon¨ªa. Desde luego, hay que felicitarse porque no haya podido crecer en los Ayuntamientos socialistas y hay que felicitarse porque el voto juvenil haya preferido otras opciones pol¨ªticas, incluida la abstenci¨®n, antes que respaldar al fanatismo. En consecuencia, y aunque desde HB nos van a aburrir con un mensaje triunfalista, las cosas siguen como estaban en este terreno: una fuerza pol¨ªtica de segundo rango que sobrevive merced al apoyo de las metralletas y al mensaje de los dirigentes del PNV, que, atareados en su conflicto, compiten por ver qui¨¦n se muestra m¨¢s radical, con lo que contribuyen a fortalecer, sobre todo en las aldeas, los planteamientos de HB.
Por ¨²ltimo, conviene hacer menci¨®n de los grupos minoritarios (CP, EE y CDS), cuyo principal efecto en la campa?a ha sido precisamente apoderarse del volo ¨²til que falseaba los resultados de los partidos mayoritarios. Han contribuido a clarificar el panorama y a reducir los equ¨ªvocos electorales, especialmente el CDS. Su influencia en el futuro pol¨ªtico vasco sigue siendo reducida. Continuar¨¢n ejerciendo inevitablemente su vocaci¨®n de bisagra, porque no es previsible que incrementen su futuro respaldo electoral de manera significativa. Les ocurre como a los bonsais, los arbolitos enanos, que, desde luego, pueden crecer, pero no dejan de ser enanos y, claro est¨¢, dan poca sombra.
Vistos en su conjunto, los resultados electorales han puesto de manifiesto, una vez m¨¢s, que la opini¨®n p¨²blica de este pa¨ªs sigue: repartida al 50% entre los que se consideran nacionalistas y quienes: no participan de esos planteamientos. No ser¨ªa malo que acept¨¢ramos todos una estructura social tan obvia, abandon¨¢ramos; discursos excluyentes y orden¨¢ramos la convivencia de acuerdo con una realidad que, aun siendo vieja, resulta hoy mucho m¨¢s inocultable.
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