La final Estados Unidos-URSS servir¨¢ para despejar algunas dudas sobre el futuro del baloncesto
La final del Mundial, independientemente de connotaciones pol¨ªticas, no puede ser vista, comparativanente, como un duelo entre las dos superpotencias. En el mundo del baloncesto s¨®lo existe una gran potencia mundial, Estadios Unidos. Pero aun as¨ª tiene otra lectura, la del enfrentamiento entre el mejor conjunto de talentos naturales del resto del mundo frente a una peque?a selecci¨®n, ni siquiera la mejor de las posibles, de genes en formaci¨®n del productivo laboratorio norteamericano, unos jugadores que no llegan siquiera al est¨¢ndar americano de novatos.
En el baloncesto apenas existe di¨¢logo Norte-Sur. Lo de hoy es un mero y espor¨¢dico contacto entre el baloncesto, civilizado y el que podr¨ªa ser considerado como prototipo de una escuela en v¨ªas de desarrollo. Sabonis representa al Sur, y es el m¨¢s alto; Bogues, al Norte, y es su producto m¨¢s peque?o, casi desechable. Pero el grande es David y el peque?o Goliat.La final no resulta una oportunidad para despejar las dudas que en algunos aficionados, sembr¨® la ausencia sovi¨¦tica de los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles. Por aquel entonces, se dec¨ªa que la URSS dispon¨ªa del mejor equipo de su historia y que Estados Unidos llevaba, tambi¨¦n, lo mejor de una generaci¨®n especialmente brillante. Aquel duelo se perdi¨® y era importante para ir fijando algunas comparaciones. Ese encuentro que no lleg¨® acelebrarse: es irrepetible, pero el que se: disputa hoy puede servir paxa algo.
La URSS, tras dos a?os, tiene m¨¢s talentos que en 1984, aunque s¨®lo haya variado, individuo por individuo, en la ausencia del base Eremin, la casi nula presencia en cancha de Tatchenko y el ostracismo irreversible de Misjine. Pero, ahora, la URSS cuenta con Volkov, ojeado por la NBA, y Tijonenko, que podr¨ªa estar en id¨¦ntica situaci¨®n. La URSS tiene el mejor conjunto de jugadores de su historia. Y se enfrentar¨¢ a una colecci¨®n de aspirantes, de proyectos de buenos jugadores, de hombres a¨²n no formados, que todav¨ªa est¨¢n verdes, salvo Robinson, para jugar en la NBA.
Si gana Estados Unidos, algo se habr¨¢ adelantado y aun as¨ª, quedar¨¢ la duda eterna por saber qu¨¦ ser¨ªa capaz de hacer un buen t¨¦cnico yanqui con la selecci¨®n sovi¨¦tica en sus manos. La capacidad atl¨¦tica de los sovi¨¦ticos es de primera l¨ªnea entre los hombres blancos, pero el baloncesto en Estados Unidos no es solamente cuesti¨®n de m¨²sculos o c¨¦lulas. Hay una t¨¦cnica de por medio.
La selecci¨®n sovi¨¦tica disfruta actualmente de un estado de transici¨®n. La disciplina y ortodoxia del juego de pesos pesados propio del zorro Gomelski ha desaparecido ya. Los hombres de Obujov, un t¨¦cnico triste, parecen pertenecer a otra generaci¨®n; extrovertidos, con accesos de genialidad, un tanto indisciplinados, y hasta ca¨®ticos en su juego. No constituyen, por tanto, una selecci¨®n aprovechada al 100%.
Caos sovi¨¦tico
Valters y Kurtinaitis se enzarzaron en ri?as continuas en el pasado europeo, pero actualmente no cesan de cuchichear junto a Kurtinaitis y en las mismas narices del t¨¦cnico. Tatchenko no se levanta del banquillo ni en un tiempo muerto y Sabonis abronca al m¨¢s pintado, y hasta da instrucciones desde el banquillo tambi¨¦n. Pero, por ello, influidos quiz¨¢s por el ambiente de los jugadores lituanos (Kurtinaitis, Jomicius y Sabonis) esta selecci¨®n sovi¨¦tica es capaz de levantar al p¨²blico de sus asientos. Es mucho m¨¢s r¨¢pida, le gusta el espect¨¢culo, disfruta con ¨¦l, pero abunda en algunas insensateces.
Los sovi¨¦ticos no han aprovechado, t¨¢cticamente, a un hombre como Sabonis, capaz de alejarse de la zona para ensayar varios triples a lo largo de un partido, mientras uno de los bajos, Kurtinaitis por ejemplo, ha de situarse en la para ¨¦l desventajosa posici¨®n de pivot. Y toda esta anarqu¨ªa abunda en la falta de un director sereno, puesto que ni Valters ni Jomicius ocupan con decisi¨®n.
?ste de la anarqu¨ªa, de la falta de m¨¦todo y sobre todo de la ausencia de un organizdor que resuelva sobre la cancha las dudas o los desconciertos de los dem¨¢s, que le d¨¦ un car¨¢cter de unidad a la genialidad de los jugadores, es quiz¨¢s el peor defecto del equipo sovi¨¦tico, porque la entrada de Volkov y Tijonenko les ha dotado de tiro, altura, rapidez, rebote y hasta agresividad. T¨¢cticamente, los sovi¨¦ticos se han molestado en abandonar la defensa zonal por iniciarse en la individual, que practican habitualmente, aunque si grandes excesos.
Aprendices
Frente a ellos, que tienen a los m¨¢s y mejores del resto del mundo, jugar¨¢n los norteamericanos, biso?os, aprendices, peque?os incluso pero ya subcampeones. La victoria, norteamericana dejar¨ªa en ilusi¨®n toda posibilidad de ir acercando equipos de la NBA con los europeos, salvo que estos ¨²ltimos,y a golpe de d¨®lares, se conviertan en sociedades exclusivamente profesionalizadas. No habr¨ªa, en ese caso, duelo continental, porque Real Madrid o Barcelona jugar¨ªan con norteamericanos y alg¨²n que otro espa?ol en el banquillo, si se pretende que dicho supuesto tenga visos de seriedad, que haya una competencia posible.
Todo lo inmediato parece quedar relegado a que los equipos profesionales norteamericanos decidan un d¨ªa de ¨¦stos llevar sus disputas a terrenos neutrales; es decir, cumplan con la previsi¨®n de jugar encuentros entre ellos en Tokio o en Mil¨¢n.
El resto del mundo se juega su orgullo. Estados Unidos pr¨¢cticamente nada. Lo que podr¨ªa ser una cumbre al m¨¢s alto nivel se ha quedado en comidilla. Los europeos aportan a sus m¨¢s destacados l¨ªderes. Estados Unidos s¨®lo ha acudido con j¨®venes administrativos. Una victoria norteamericana significar¨ªa que ya no merecen la pena m¨¢s intentos de di¨¢logo, por el momento. Ser¨ªa como empezar a ilustrar a un analfabeto empezando por hacerle comprender la teor¨ªa de la relatividad.
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