Ministras
Dicen que Felipe ha sufrido mucho con la duda cruel de si deb¨ªa poner una damisela a modo de adorno entre su colecci¨®n de ejecutivos machos. Ello es que, en un momento de insensata euforia, al presidente se le puso el cuerpo tan progresista que incluso coment¨® su intenci¨®n de incluir una mujer en el Gabinete. Fue sin duda un exceso, un farol de mus del que luego se ha debido de arrepentir amargamente, a juzgar por sus zozobras para confeccionar la lista. Escribo esta columna horas antes de que se haga p¨²blica la compos¨ªci¨®n del nuevo Gobierno, y, la verdad, la decisi¨®n final me trae al pairo. Da casi lo mismo que a la postre le den a Merc¨¦ Sala la cartera de Transportes, un ministerio, adem¨¢s, deslucid¨ªsimo y carente de poder real. Lo de sentar a una chica a su mesa ya lo hicieron los de UCD hace a?os, sin tanta alharaca y sin ser ni la mitad de modernos que los del PSOE. En Noruega, de donde acabo de regresar, hay ocho mujeres en el Gobierno, y eso es gracias al esfuerzo del partido laborista noruego, que a pesar de ser ultramoderado y socialdem¨®crata hasta la m¨¦dula lleva a?os dando la matraca con leyes y disposiciones administrativas para acabar con la discriminaci¨®n por sexos. Pero se ve que los espa?oles llevamos marcada la estrella de la morer¨ªa en plena frente, mayormente estos chicos de la estirpe andaluza en el poder. A nuestros mandamases les asoma Abderram¨¢n en la sure?a negrura de sus ojos y confian mucho m¨¢s en cualquier zoquete atrabiliario con tal de que mee de pie y esquile barba. En la Administraci¨®n de este pa¨ªs hay muchas mujeres preparadas y capaces, desde Carmen Mestre a Carmen Briones, pasando por todas las dem¨¢s que no se llaman Carmen pero que, como la de M¨¦rim¨¦e, son asesinadas cada d¨ªa en aras de la virilidad y la pol¨ªtica. Y s¨ª el PSOE se comporta as¨ª en aquellas innovaciones sociales que, como el asunto femenino, no son ni desestabilizantes ni dram¨¢ticas, que no dependen del consabido equilibrio de los poderes f¨¢cticos, que no suponen ning¨²n enfrentamiento directo con la banca, la Iglesia o el Ej¨¦rcito, imag¨ªnense ustedes lo que har¨¢ con el resto de ese famoso cambio hoy tan a?ejo.
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