El largo camino para terminar con el terror
COMO CADA verano en los ¨²ltimos a?os, el fantasma de la negociaci¨®n con ETA ha vuelto a proyectar su nombre en la pol¨ªtica espa?ola en general, y la vasca en particular. La experiencia de estos a?os ha ense?ado a los ciudadanos a desconfiar y relativizar cuantas afirmaciones se realizan en este terreno. Es un campo propicio para que circulen muchas ambig¨¹edades.As¨ª, la presunta voluntad negociadora de ETA, que estar¨ªa dispuesta a buscar una v¨ªa honorable que detuviera la escalada de la violencia, ha sido reiteradamente desmentida por la pr¨¢ctica de la propia organizaci¨®n terrorista. ETA, en efecto, ha desbaratado unilateralmente m¨¢s de media docena de inciativas razonables puestas en marcha desde ¨¢mbitos diversos a lo largo de la ultima d¨¦cada, bien planteando condiciones previas cuya falta de viabilidad conoc¨ªa, bien lanzando sangrientas ofensivas en el momento clave y bajo el argumento de que s¨®lo desde una posici¨®n de fuerza era posible la negociaci¨®n..
El Gobierno central, por su parte, ha negado la existencia de iniciativas, propias de di¨¢logo, al menos tantas veces como la pr¨¢ctica ha mostrado retrospectivamente que esas inciativas se hab¨ªan, efectivamente, producido. La informaci¨®n que publica hoy EL PA?S viene a confirmar nuevamente lo poco de fiar que son los desmentidos oficiales sobre la cuesti¨®n, especialmente cuanto mayor ¨¦nfasis ret¨®rico se pone en su enunciaci¨®n.
Si en esta ocasi¨®n la pol¨¦mica desatada ha alcanzado tonos particularmente dram¨¢ticos es porque la hip¨®tesis de negociaci¨®n ha irrumpido en un Contexto previamente recalentado por los siguientes factores: la enorme indignaci¨®n popular suscitada por el ¨²ltimo y m¨¢s sangriento atentado de ETA desde el inicio de la transici¨®n; los alarmantes fallos; de los aparatos policiales en los ¨²ltimos atentados; el giro de las autoridades francesas en materia de cooperaci¨®n antiterrorista, y las disensiones entre las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas vascas sobre algunos aspectos de c¨®mo hacer frente al terrorismo.
El car¨¢cter contradictorio de todo este escenario ha concidido con la existencia simult¨¢nea de iniciativas diversas. De un lado, seg¨²n las informaciones disponibles, representantes del Gobierno han sondeado al n¨²mero uno de ETA sobre las posibilidades de una soluci¨®n definitiva y real a este dram¨¢tico conflicto. Pero, de otro, una ETA que comprende que la nueva actitud francesa puede significar el principio del fin de su santuario, y a la larga de la organizaci¨®n terrorista en su estructura actual, toma la iniciativa, por primera vez en muchos a?os, de dirigirse, al PNV primero y al Gobierno vasco despu¨¦s, para que ambos intervengan en favor de una salida negociada.
Simult¨¢neamente, el acoso franc¨¦s y la creciente presi¨®n interna que supone la pol¨ªtica de reinserci¨®n social, m¨¢s el probable cansancio de la vieja guardia terrorista, muchos de cuyos componentes han sido ya dispersados, act¨²an en contra de la fantas¨ªa de una guerra popular prolongada, que s¨®lo se detendr¨ªa en la victoria final.
El PNV parece interpretar esta serie de datos como globalmente favorables a una negociaci¨®n viable. Por tal debe entenderse, seg¨²n acaba de recordar el Gobierno de Vitoria, una negociaci¨®n "en el marco de la Constituci¨®n y el Estatuto", y de la que queden excluidos contenidos pol¨ªticos como la eventual integraci¨®n de Navarra, etc¨¦tera, para la que en modo alguno puede arrogarse ETA la rerpresentaci¨®n del pueblo vasco.
Es m¨¢s que dudoso, pero no totalmente descartable, que ETA estuviera realmente dispuesta a entrar en una v¨ªa definida en estos t¨¦rminos, y que no son otros sino los marcados por la declaraci¨®n aprobada por unanimidad por el Parlamento vasco en marzo de 1985: en aquella ocasi¨®n todas las fuerzas democr¨¢ticas vascas se pusieron de acuerdo en una declaraci¨®n en nueve puntos, cuyos ejes centrales eran: el rechazo del principio de la negociaci¨®n pol¨ªtica con ETA; la afirmaci¨®n de la conveniencia de una negociaci¨®n entre las fuerzas pol¨ªticas representativas de la pluralidad de opciones existentes en Euskadi, y la propuesta de mantener, y aun ensanchar, la pol¨ªtica de reinserci¨®n social de los activistas dispuestos a dejar las armas.
Aquella declaraci¨®n pon¨ªa fin a la confusi¨®n anteriormente existente respecto a lo que cab¨ªa entender por negociaci¨®n pol¨ªtica, marcando sus l¨ªmites. No se consideraba a ETA legitimada para negociar con nadie en nombre del pueblo vasco sobre cuestiones como la eventual integraci¨®n de Navarra en la comunidad aut¨®noma de Euskadi, la reforma del Estatuto o la Constituci¨®n, etc¨¦tera. Se admit¨ªa, en cambio, que, en aras de la pacificaci¨®n, era posible negociar v¨ªas de salida para las personas entrampadas en la l¨®gica de la violencia, ampliando las posibilidades de reinserci¨®n social. Tambi¨¦n se admit¨ªa que los problemas pol¨ªticos pod¨ªan ser objeto de negociaci¨®n, en el marco de la legalidad constitucional, entre las fuerzas pol¨ªticas representativas, incluyendo Herri Batasuna, pese a su ausencia del Parlamento. En definitiva, se fijaba un marco de escrupuloso respeto a la legalidad y que pod¨ªa facilitar el final de la violencia terrorista.
De cualquier manera, las posibilidades de que los contactos iniciados hace unos meses lleguen a buen puerto parecen esfumarse. Muy probablemente asistiremos ahora al carrusel de desmentidos y negaciones que estas circunstancias provocan. Y tampoco se echar¨¢n en falta las voces fan¨¢ticas de los c¨ªrculos marginales de la reacci¨®n, que aprovechar¨¢n la circunstancia, sin legitimidad alguna, para acosar a un Gobierno que razonablemente es quien tiene m¨¢s deseo de poner fin a la espiral asesina del terrorismo.
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