Un guerrero en la isla
En el a?o 1973 se organiz¨® en Santa Cruz de Tenerife la primera exposici¨®n internacional de escultuiras en la calle. Yo formaba parte del grupo organizador y tuve la gran fortuna de visitar a Henry Moore con el objetivo de tratar clue aportase una obra a dicha exposici¨®n. Esta visita fue posible gracias a las relaciones que exist¨ªan entre Eduardo Westerdahl, el gran animador de aquella muestra escult¨®rica, y Roland Penrose, amigo personal de Moore.Confieso mi nerviosismo mientras me dirigia a su residencia de Much Hadham. Iba a conocer a uno de los m¨¢s grandes artistas de este siglo. De aquella primera visita recuerdo una casa sin pretensiones; una sala de estar en la que los elementos fundamentales de la decoraci¨®n eran bandejas llenas de objetos rescatados del mundo de la naturaleza: cantos rodados, conchas, etc¨¦tera; un espl¨¦ndido parque plantado de ¨¢rboles y esculturas por donde vagaban en libertad reba?os de ovejas y donde se desparramaban peque?os pabellones en los que Moore realizaba sus trabajos: dibujos en unos (por entonces estaba realizando una serie en homenaje a su amigo el poeta Auden, recientemente fallecido), donde a veces pod¨ªa dibujar las ovejas que se deten¨ªan frente a la ventana; maquetas de sus esculturas, que ¨¦l comenzaba siempre a un tama?o que pudiera moldear a mano; almacenes llenos de grandes esculturas, entre las que se encontraba su Reclining figure 1959-64, soberbia pieza de madera a la que ¨¦l se refer¨ªa relatando c¨®mo una zona de la misma ten¨ªa un brillo y textura diferentes producidos por las innumerables caricias de las personas que se hab¨ªan acercado a ella en los diversos lugares en que hab¨ªa sido expuesta.
De Moore recuerdo sus transparentes ojos azules, sus manos rotundas y su sencillez, c¨®mo hablaba con pasi¨®n de su obra escult¨®rica a la vez queme se?alaba a su mujer, que arreglaba el jard¨ªn junto a la ventana del cuarto de es tar. Recuerdo sus preferencias por los espacios naturales abiertos para colocar sus esculturas y su rechazo a los ¨¢mbitos definidos por la arquitectura, o su convencimiento de que las esculturas deb¨ªan ser objetos para la participaci¨®n, mientras me mostraba con mimo una fotografia de su ¨²nico nieto dispuesta entre sus maquetas y que acababa de recibir de Nueva York.
En aquella exposici¨®n de escultura de 1973 Santa Cruz de Tenerife pudo contar con una obra extraordinaria: Working modelfor reclining figure (Lincoln Center), 1963-1965. Esta obra no pudo quedarse en Santa Cruz, dado que Mooye la hab¨ªa prometido con anterioridad a la Tate Gallery. Sin embargo, a?os despu¨¦s, yanimado por Eduardo Paolozzi, le visit¨¦ de nuevo para manifestarle los deseos de la ciudad de Santa Cruz de tener una obra suya en su Museo de Esculturas en la Calle. Este deseo se hizo realidad gracias a la generosidad de Moore, y hoy los ciudadanos pueden disfrutar de un ejemplar de The goslar warrior en las ramblas de Santa. Cruz de Tenerife.
Carlos A. Scwhartz arquitecto y fot¨®grafo, fue miembro organizador de la primera exposici¨®n internacional de escultura en la calle, celebrada en 1973 en Tenerife.
Babelia
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