Muri¨® Henry Moore, el mayor escultor brit¨¢nico del siglo
El escultor brit¨¢nico Henry Moore falleci¨® ayer a los 88 a?os en su casa inglesa, cerca de Cambridge, a consecuencia de complicaciones surgidas en sus dos enfermedades, la artritis y la. diabetes, que fueron agravadas por la edad. Su obra es la de un artista rabiosamente contempor¨¢neo que puso en el mapa de la historia mundial del arte del siglo XX a su propio pa¨ªs, donde al principio tuvo que luchar contra la risa y el desprecio de sus paisanos, que no supieron entender que en sus impresionantes mujeres con agujeros y en sus texturas simples, lejanas, pero nunca hier¨¢ticas, se hallaba la s¨ªntesis de la propia biograf¨ªa de la escultura, desde Miguel ?ngel hasta nuestros d¨ªas. Una antol¨®gica de su gigantesca obra -no par¨® ni un d¨ªa de esculpir y de dibujar, incluso en los tiempos recientes de su m¨¢s grave debilidad- pudo verse en Madrid y Barcelona en 1981, y una escultura suya de gran formato est¨¢ en una de las calles principales de Santa Cruz de Tenerife, donde el maestro brit¨¢nico particip¨® en una exposici¨®n internacional de escultura en la calle que se celebr¨® en 1973. Toda la obra de Henry Moore est¨¢ marcada por esta convicci¨®n suya: "El origen de la escultura se remonta, sin duda, a las primeras impresiones recibidas por el hombre ante el espect¨¢culo de piedras monumentales aisladas en medio del paisaje". El paisaje que le rode¨® en el Reino Unido y su propia biografia est¨¢n detr¨¢s de su concepci¨®n del arte, al que se dedic¨® de forma obsesiva durante m¨¢s de 60 a?os. Hijo de un minero que ten¨ªa ocho hijos, no s¨®lo tuvo que luchar contra la escasez para llegar a ser uno de los grandes continuadores de la tradici¨®n de Miguel Angel en el siglo XX, sino que se enfrent¨® a la incomprensi¨®n, que en el caso de su pa¨ªs acab¨® cuando gan¨® en 1948 un gran premio de escultura en la Bienal de Venecia. Despu¨¦s no ces¨® de ganar premios y reconocimiento, dentro y fuera del Reino Unido. El que m¨¢s apreciaba era el de ser un s¨ªrabolo popular de la escultura moderri a, que le otorg¨® un p¨²blico fiel y numeros¨ªsimo que acudi¨® a sus antol¨®gicas conel asombro que ¨¦l mismo ten¨ªa en sus ojos vivos e inquietos, como los de Pablo Picasso o los de Joan Mir¨®. La antol¨®gica de su obra que se vio en Espa?a fue un ejerriplo de su capacidad creativa, a la que ¨¦l se dedic¨® sin desmayo como un artista. consciente de que la actividad art¨ªstica no debe dejar de ser como la de un orfebre en su factor¨ªa. As¨ª que no descuid¨® ninguno de los aspectos que hacen que un creador no s¨®lo reciba el reconocimiento universal, sino que obtenga por ello el beneficio que merece.
Una tradici¨®n humanista que llega hasta Miguel Angel
En su propio pa¨ªs, Henry Moore represent¨® el principio de algo -la extendida consideraci¨®n y entendimiento de un escultor genuinamente moderno-, pero desde el punto de vista de la escultura universal ¨¦l figura m¨¢s bien como un episodio final. El ¨²ltimo gran escultor en una tradici¨®n humanista que llega hasta Miguel ?ngel.En sus inicios, Henry Moore sufri¨® algo de esta curiosa dicotom¨ªa. Durante los a?os 1920 y 1930, cuando retrospectivamente parece que la mayor parte de sus mejores obras estaban ya realizadas, fue contemplado en el Reino Unido como el artista m¨¢s salvaje, marginado e iconoclasta. La Prensa popular y humor¨ªstica no cesaba de mofarse ante sus ladies con agujeros en el centro, del mismo modo que los brit¨¢nicos encontraron la idea de las mujeres de Picasso pintadas con ambos ojos en el mismo lado de la nariz irresistiblemente absurda y probablemente indicativa de un truco que se estaba tratando de imponer sobre la inocencia de la intelligentsia de la ¨¦poca.
Como tanto Picasso como Moore siguieron vivos durante grandes ¨¦pocas de tit¨¢nica actividad, la venganza termin¨® por llegar. Moore fue el gran triunfador de la Bienal de Venecia en 1948, donde gan¨® el premio de escultura, y definitivamente puso la escultura brit¨¢nica en el mapa internacional. Tras este triunfo, el beneficio fue honor¨ªfico tambi¨¦n en su propio pa¨ªs, donde ya pudo sentirse confortablemente instalado como un gran anciano, una posici¨®n confirmada cuando recibi¨® la Orden del M¨¦rito, el m¨¢s alto y m¨¢s extraordinario honor que un artista pod¨ªa recibir en el Reino Unido, en 1963.
Si Henry Moore lleg¨® a estar de alg¨²n modo preocupado por el aspecto comercial del arte en la segunda mitad de su vida, convirtiendo la realizaci¨®n de la escultura en algo peligrosamente cercano a lo que ser¨ªa el trabajo en una f¨¢brica, esto se podr¨ªa entender mejor despu¨¦s de pensar en los a?os que vivi¨® rodeado de las mayores dificultades para poder vivir decorosamente con su arte. Pero, al mismo tiempo, parece no haber duda de que ¨¦l fue un artista natural y obsesivo que trabaj¨® constantemente, tanto si era para sus intereses comerciales como si no.
En sus ¨²ltimos a?os, cuando se hallaba fisicamente d¨¦bil incluso para modelar una peque?a maqueta, todav¨ªa se defend¨ªa con un l¨¢piz o un buril cas¨ª, cada d¨ªa de su vida, produciendo inevitablemente arte, incapaz de detenerse. El fue, de hecho, aparte de su talento como escultor, un destacado artesano. Los bocetos que hizo en los refugios antia¨¦reos en Londres durante la 11 Guerra Mundial fueron sus primeros trabajos en romper las barreras y en hablar directa y emotivamente a un p¨²blico masivo. Al mismo tiempo ¨¦stas formaban parte de su propio universo privado de im¨¢genes recurrentes -la madre con el ni?o, la figura reclinada (generalmente femenina), las formas envueltas-. En su escultura hab¨ªa una contrapartida masculina -las figuras del rey coronado o el guerrero ca¨ªdo-, pero tal vez ser¨¢ siempre asociado con el mundo intrauterino y el estado primigenio hacia el cual tienden muchos de sus trabajos, aun los m¨¢s rigurosamente abstractos.
En lo personal, su origen estaba ligado a la clase trabajadora del norte del Reino Unido, y siempre mantuvo cierta cualidad terrena y lo que uno podr¨ªa llamar sutileza campesina. Aun en sus declaraciones sobre arte reunidas en 1966 en un libro titulado Henry Moore, sobre escultura se nota este desagra dable car¨¢cter pr¨¢ctico y directo. Nunca se sinti¨® o demostr¨® sentirse inclinado a la ch¨¢chara pretenciosa. En muchos aspectos -como, otra vez, Picasso- fue esa personalidad demasiado terrena algo que no dej¨® de ser pasto para sus detractores. Despu¨¦s de lodo parec¨ªa un horribre decente, tanto como usted o como yo, y aun cuando su trabajo pareciera algo oscuro a veces, uno siempre se sent¨ªa inclinado a creer en su seriedad fundamental.
Manantial de la vida
?l ten¨ªa tambi¨¦n esta cualidad t¨ªpicamente inglesa que podr¨ªa definirse como pante¨ªsmo natural -una cualidad que trascend¨ªa las palabras- No s¨®lo consideraba a las ovejas como sus animales favoritos, sino que se sinti¨® siempre atra¨ªdo por las rocas, los huesos, las ramas y las conchas, mir¨¢ndolas bajo la misma luz que permiti¨® a Will¨ªam Blake ver la eternidad en un grano de arena. Y esta actitud inform¨® toda su escultura otorg¨¢ndole una dimensi¨®n metaf¨®rica que nadie podr¨ªa confundir, aunque nadie tampoco podr¨ªa definirla con exactitud.
Fue un gran t¨¦cnico ¨²ltimamente la mayor parte de su trabajo estaba modelado, y si deb¨ªa ser tallada, ten¨ªan que hacerlo sus asistentes a partir de una maqueta. No se puede negar que ¨¦l fue un maestro del metal, quiz¨¢ el mejor desde Rodin, pero una idea parece haberse extendido en los ¨²ltimos a?os, la de que la c¨²spide de su arte se encuentra en sus trabajos en piedra y madera tallada. Durante los primeros 40 a?os, su sensibilidad hacia las cualidades y posibilidades del material bajo el cincel no fue superada. Al parecer, su mayor atracci¨®n art¨ªstica fue aquella fantas¨ªa cl¨¢sica de liberar la figura prisionera en el bloque de material, m¨¢s que la tarea de construir una nueva realidad donde antes no hab¨ªa nada.
Inevitablemente habr¨¢ un lazo entre su p¨®stuma reputaci¨®n, seguida por una m¨¢s minuciosa y discriminadora revalorizaci¨®n. De ¨¦sta emerger¨¢ sin duda un retrato revisado de su carrera, en la que posiblemente la mayor parte de sus trabajos de los ¨²ltimos 30 a?os -formas memorables e im¨¢genes de gran contenido- parecer¨¢ mucho menos importante en comparaci¨®n con los logros de sus primeros a?os.
Pero nada podr¨¢ quitarle la posici¨®n hist¨®rica de haber penrianecido como el ¨²ltimo en la gran tradici¨®n de la escultura europea que viene directamente desde el Renacimiento. Para mantener esto, Moore tuvo la necesidad de manejar una gran sofisticaci¨®n sobre cierta base de simplicidad.
Si no tiene obvios sucesores debe de ser porque hoy sabemos demasiado, vemos muchos de los errores y hemos perdido el contacto con el manantial de la vida y el arte, en el que Sloore pudo siempre encontrar su alimento.
John Russefl Taylor es cr¨ªtico de arte del diario brit¨¢nico The Times, as¨ª como autor de diversos libros sobre el mercado del arte, el impresionismo y el art nouveau.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.