La Victoria estalla al perder a su p¨¢rroco
La Victoria, la poblaci¨®n m¨¢s combativa de todos los barrios pobres o villas-miseria que rodean Santiago, despidi¨® a su p¨¢rroco, el sacerdote franc¨¦s Pierre Dubois, con una batalla campal contra tropas del Ej¨¦rcito, una batalla de esa guerra en la que, seg¨²n el general Augusto Pinochet, est¨¢ enzarzado Chile. Despu¨¦s de un d¨ªa de tensi¨®n en el que los pobladores hab¨ªan acudido al cuartel de la polic¨ªa de investigaciones y al aeropuerto, luchando hasta el ¨²ltimo momento por impedir la expulsi¨®n de Dubois, La Victoria estall¨® durante la noche, cuando la presencia de los soldados interrumpi¨® una misa de homenaje a sus curas (adem¨¢s del p¨¢rroco, los sacerdotes franceses Jaime Lancelot y Daniel Caruette).En la ceremonia hab¨ªan rezado para que los expulsados puedan regresar muy pronto, para que se acabe la dictadura. Hab¨ªan gritado contra Pinochet, contra el arzobispo de Santiago, Juan Francisco Fresno, al que acusan de ser muy blando con el r¨¦gimen, y hab¨ªan dedicado el mejor aplauso de la noche del 11 de septiembre a la memoria de Salvador Allende, "al que nos quitaron hace 13 a?os como hoy nos han quitado al padre Pierre", dijo una dirigente.
Una docena de curas de las poblac¨ªones cercanas, entre ellos el padre espa?ol Jes¨²s Herreros, comulg¨®, cant¨® y grit¨® junto a los vecinos de La Victoria y se encerr¨® despu¨¦s en ayuno voluntario de protesta por la expulsi¨®n de los franceses.
El altar hab¨ªa sido colocado en la puerta de la iglesia y la misa se ofici¨® en la calle para que pudiera asistir toda La Victoria, una poblaci¨®n levantada clandestinamente hace 28 a?os con la ayuda del propio Allende. Los concentrados gritaban: "Se nota, se siente, los curas est¨¢n presentes", cuando las calles quedaron cortadas por las siluetas de cascos y fusiles sobre veh¨ªculos blindados.
En pocos minutos La Victoria se llen¨® de barricadas, de neum¨¢ticos ardiendo, de j¨®venes con las caras cubiertas con pasamonta?as.
La poblaci¨®n est¨¢ ya acostumbrada y preparada para luchar contra los soldados, y sus habitantes han abierto enormes zanjas que impiden el paso de veh¨ªculos por varias de sus calles.
Cincuenta metros separaban los camiones militares del primer grupo de pobladores, los m¨¢s decididos, los que gritaban: "Asesinos, asesinos" e "hijos de puta". De cuando en cuando pasaba delante de la barricada a toda velocidad un jeep militar que hac¨ªa algunos disparos y recib¨ªa pedradas. Uno de esos disparos dio de lleno en el coraz¨®n de la joven de 22 a?os Cecilia Pe?a, seg¨²n los pobladores. La versi¨®n policial dijo que la joven fue alcanzada por las esquirlas de una bomba que estall¨®.
Dos horas despu¨¦s de? desigual enfrentamiento, una tanqueta del Ej¨¦rcito, con ametralladoras sobre su techo, se par¨® en la entrada de la poblaci¨®n. Hubo unos minutos de silencio, interrumpidos por los disparos y los gritos de "Asesinos, perros". Los soldados destruyeron la barricada y apagaron el fuego.
Una calma irreal se restableci¨® durante la oscuridad nocturna, justo hasta que los militares volvieron a subir a sus camiones y los pobladores volvieron a salir de sus casas para repetir, infatigables: "Y va a caer, y va a caer...".
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