Una nueva etapa en las relaciones internacionales
Hemos pasado de ser meros observadores a ser sujetos activos en las relaciones internacionales. Nuestras embajadas en los pa¨ªses importantes han dejado de ser oficinas de informaci¨®n hacia el interior para convertirse, adem¨¢s, en centros de gesti¨®n de nuestros intereses y necesidades. Los contactos, las relaciones bilaterales y multilaterales, las visitas pol¨ªticas y reuniones t¨¦cnicas, la demanda de nuestra cultura han adquirido un ritmo creciente, y la voz de nuestro pa¨ªs se escucha con respeto y atenci¨®n en el concierto de las naciones.Sin embargo, esta nueva din¨¢mica de nuestra pol¨ªtica exterior que acaba de iniciarse y que, sin duda, ir¨¢ en aumento, sigue adoleciendo de la escasez de los recursos humanos y de las estructuras adecuadas para poder desarrollarla y ejecutarla de acuerdo con lo que actualmente somos y queremos.
Falta de medios
No se trata de penuria econ¨®mica, sino de la necesidad de un cambio de mentalidad y de organizaci¨®n de todo nuestro servicio exterior. Y aqu¨ª hay que hacer hincapi¨¦ en que en servicio exterior no se agota con la carrera diplom¨¢tica, sino que se extiende a todos aquellos cuerpos de la Administraci¨®n del Estado que sirven a la defensa y promoci¨®n de los intereses de Espa?a en el mundo. La reforma de este servicio es una tarea de Estado y no puede ser asumida por un solo ministerio, ya que concierne a todo el soporte del Estado en el exterior.En su proyecci¨®n exterior, Espa?a cuenta todav¨ªa con casi los mismos medios y estructuras que ten¨ªa el r¨¦gimen anterior, cuya presencia m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras ten¨ªa que limitarse por motivos obvios a una t¨ªmida actuaci¨®n. Ahora, con casi el doble n¨²mero de embajadas y consulados, Espa?a es uno de los pa¨ªses occidentales que menos porcentaje de los presupuestos estatales dedica a este sector de su actividad, olvid¨¢ndose del efecto multiplicador que tiene una pol¨ªtica exterior bien dotada para el soporte de nuestros intereses pol¨ªticos, econ¨®micos y culturales. S¨®lo como ejemplo merece citarse que pa¨ªses como Francia aumentaron en un 42% en los ¨²ltimos 10 a?os sus efectivos humanos en los servicios culturales y comerciales; Jap¨®n aument¨® en un 27% sus servicios comerciales, y Estados Unidos, en un 25%.
Puede causar perplejidad, pero lo cierto es que nuestra pol¨ªtica exterior carece todav¨ªa del principio de unidad de acci¨®n del que todos los Estados modernos disponen. La actividad cotidiana de una embajada de Espa?a, sobre todo en los grandes pa¨ªses occidentales, lejos de constituir el fruto de una tarea coordinada como cabr¨ªa esperar de la representaci¨®n de una sociedad moderna e industrializada, se convierte a menudo en una obra de artesan¨ªa que se debate entre la penuria de medios y la dispersi¨®n, creando un marco de acciones m¨²ltiples e individualizadas que no redundan en beneficio de la defensa de nuestros intereses y de nuestra imagen. Y son precisamente los intereses m¨¢s concretos, como los culturales, econ¨®micos, industriales y cient¨ªficos los que m¨¢s se resienten con esta ausencia de coordinaci¨®n.
Nuestras embajadas siguen trabajando en parte como oficinas decimon¨®nicas, con sistemas de trabajo caducos y con medios t¨¦cnicos y administrativos que no son propios de la ¨¦poca en que vivimos.
Despertar cultural
Espa?a se ha convertido en los ¨²ltimos a?os en una sociedad industrializada, con un floreciente comercio exterior, con intensos intercambios tecnol¨®gicos y cient¨ªficos y con el despertar de una cultura universal, cuya demanda no encuentra por nuestra parte una respuesta adecuada. Merece destacarse que los pa¨ªses industrializados conceden una creciente importancia a las relaciones tecnol¨®gicas, industriales y cient¨ªficas, que se han convertido en una parte importante de las relaciones entre los pa¨ªses. ?ste es un campo en donde casi todo est¨¢ por hacer. A la libre competencia entre las empresas se ha sumado la competencia tecnol¨®gica entre las naciones, con el consiguiente esfuerzo, que implica asumir el proceso del intercambio cient¨ªfico-tecnol¨®gico, del que cada vez dependen m¨¢s los pa¨ªses para el bienestar de sus pueblos.Con el incremento del comercio internacional han aumentado las exigencias de los industriales a las representaciones diplom¨¢ticas, con lo que se pone de manifiesto una cr¨ªtica, a veces injustificada, por parte del empresariado a la Administraci¨®n exterior del Estado, que en su presente dimensi¨®n se ve desbordada para cumplir con una funci¨®n que se ha convertido hoy en d¨ªa en una de sus m¨¢s delicadas tareas en el contexto de las relaciones internacionales.
Se plantea la cuesti¨®n de si la Administraci¨®n dispone de los efectivos humanos suficientes para acudir al reto de las necesidades imperantes, y parece que no es as¨ª. En este caso hay que reflexionar seriamente sobre la manera de superar obsoletas estrecheces burocr¨¢ticas y considerar la conveniencia de ofrecer a aquellas personas que, por sus conocimientos y cualidades, sean id¨®neas para el desempe?o de funciones espec¨ªficas en el campo de la cultura y de la cooperaci¨®n t¨¦cnica e industrial.
Monopolio pol¨ªtico
La diplomacia moderna ha sufrido en las ¨²ltimas d¨¦cadas un cambio cualitativo y cuantitativo que debe ser tambi¨¦n asumido por Espa?a. En un mundo de comunicaciones fluidas y de contactos m¨²ltiples, la pol¨ªtica exterior en sentido estricto se ve pr¨¢cticamente monopolizada por los contactos entre jefes de Gobierno, ministros de Asuntos Exteriores y de otros departamentos sectoriales, proceso en el que las embajadas han perdido, por un lado, su naturaleza como fuente de primac¨ªa informativa, transform¨¢ndose, por otro, en instituciones gerenciales de los intereses de los Estados, al mismo tiempo que ejecutoras de las pol¨ªticas de sus Gobiernos.La actual Administraci¨®n espa?ola dispuso, al principio de la legislatura, una serie de medidas encaminadas hacia la reforma del servicio exterior. Sin embargo, imperiosas necesidades de nuestra pol¨ªtica internacional, como las negociaciones de adhesi¨®n a las Comunidades Europeas y el refer¨¦ndum sobre la permanencia en la OTAN, impidieron o debilitaron el impulso pol¨ªtico imprescindible para llevar a cabo reformas cuya necesidad nadie pone en duda, pero que se est¨¢n haciendo esperar demasiado. El Gobierno era, y es, consciente de esta imperiosa necesidad, y el Ministerio de Asuntos Exteriores prepar¨® en su d¨ªa una serie de proyectos y mejoras que permitiesen superar la situaci¨®n presente. Todo ello tiene que ir respaldado, sin embargo, por una creciente toma de conciencia de todos los ¨®rganos de la Administraci¨®n y de la opini¨®n p¨²blica.
Es de desear que, tras los pasados comicios, el Gobierno que sali¨® de las urnas asuma cuanto antes la exigencia de estas reformas que nuestra posici¨®n internacional exige, pues s¨®lo a trav¨¦s de una nueva definici¨®n de la organizaci¨®n y administraci¨®n de nuestras estructuras exteriores podr¨¢ cumplir Espa?a con el papel y cometido que le corresponde (por su prestigio e historia) en esta nueva y fruct¨ªfera ¨¦poca de sus relaciones internacionales.
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