La corrida del presidiario
El torero colombiano Hern¨¢n Alonso deja unas horas la c¨¢rcel de Carabanchel para matar un toro
El torero colombiano Hern¨¢n Alonso, Zapata, custodiado por tres miembros de la Guardia Civil, lidi¨® un toro sin identificar en la plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes. Durante unas horas dej¨® la c¨¢rcel de Carabanchel para matar su primer toro desde 1979. Alonso, maestro, fundador de la revista Mensaje y sindicalista de izquierdas en su pa¨ªs, se prepara para torear el d¨ªa 4 en Las Ventas. El dinero ser¨¢ para la reinserci¨®n social de ex delincuentes.
El maestro espera en el bar a que dos empleados, drenen el agua del albero. Hern¨¢n Alonso alterna con tres guardias civiles, el capell¨¢n, Andr¨¦s V¨¢zquez y Antonio, el banderillero. Falta el picador.Zapata no pisa un ruedo desde hace 30 meses, y desde 1979 no emplea la espada. Entonces lidi¨® junto a Paquirri y Paco Camino. Fueron sus ¨²ltimas corridas, "antes de que me enredaran". "En mi pa¨ªs", se?ala Hern¨¢n Alonso, "era un l¨ªder sindical de izquierdas, lo que all¨ª significa ser subversivo"'. Desde hace 22 meses espera en Carabanchel el juicio por tr¨¢fico de droga.
Andr¨¦s V¨¢zquez ya ha decidido que el picador ser¨¢ ¨¦l. Sujeta con esparadrapo una manta en cada pierna. Zapata, en el cuarto de al lado, se ajusta un pantal¨®n campero que le resalta su figura alta y delgada. Andr¨¦s V¨¢zquez le elige una camisa a rayas negras y blancas. "Ahora s¨ª que me has puesto de presidiario". Por fin llega el picador. "Me acaban de llamar a la oficina y he venido en taxi", dice. De una funda como de viol¨ªn saca su pata de hierro para la pierna derecha y su mona para la izquierda, que se abren y se cierran con unas bisagras. De un momento a otro el toro saldr¨¢ del cami¨®n.
Zapata intenta por el lado izquierdo una tanda de ver¨®nicas; el toro escarba y embiste muy corto. Casi en los medios, el picador clava la puya en buen sitio y a voluntad de Hern¨¢n Cort¨¦s. "?Qu¨¦, c¨®mo lo, veis?". "Yo creo que se va a parar mucho si le picamos m¨¢s", dice V¨¢zquez. El toro espera la decisi¨®n. "Bueno", corta el picador dando la vuelta, "si me necesit¨¢is estoy aqu¨ª". Antonio, con un ch¨¢ndal azul cielo, realiza correctamente la suerte de bander¨ªllas. El castigo ha cambiado el comportamiento del toro. Ahora embiste por el lado derecho. El matador logra un par de buenos naturales; pero el toro es bastante sosote. Andr¨¦s V¨¢zquez sigue gritando desde el burladero: "Hern¨¢n, ac¨¦rcate m¨¢s, no dudes; la muleta, que est¨¦ viva, t¨®cale en los morros". El presidiario insiste, pero el toro no es un dechado de virtudes. Opta por la espada.
"Hasta ahora, para matar me entrenaba con el cura, que llevaba el carret¨®n, y unos neum¨¢ticos". Hern¨¢n Alonso consigue una buena estocada al segundo intento. Ya con el toro moribundo vuelve a ensayar con el estoque. Andr¨¦s V¨¢zquez le reprende: "Hay que levantar m¨¢s el estoque". Zapata lo sabe: "Horrible, muy delante". Una furgoneta arrastra el toro hasta el patio de caballos. "Me he encontrado desconfiado". "Has estado bien, muy bien", le corrige Andr¨¦s V¨¢zquez. "Ten¨ªa miedo a que me pasara algo. Tengo que llegar al d¨ªa 4 en Las Ventas. All¨ª, o salgo con orejas o no vuelvo a Carabanchel". "?Te fugar¨¢s?". "No, me llevar¨¢n al hospital".
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