?Peligro en la 'cumbre'?
Contrariamente a lo que se cree com¨²nmente, el historial y el respaldo pol¨ªtico del presidente Reagan constituyen un acicate, no un obst¨¢culo, ala flexibilidad de los sovi¨¦ticos. Los sovi¨¦ticos deben considerar como un gran ¨¦xito comprometer al presidente norteamericano m¨¢s conservador y m¨¢s popular de esta ¨¦poca en una pol¨ªtica de distensi¨®n. Limitar¨ªa, si es que no impide totalmente, un cambio futuro en la derecha en Estados Unidos; garantizar¨ªa la ratificaci¨®n de lo que se haya negociado. Por eso no acepto el argumento tantas veces o¨ªdo de que el presidente Reagan est¨¢ presionado por el temor a que los sovi¨¦ticos decidan aguardar al final de su mandato para negociar con su sucesor. Esperar a que acabe el mandato de Reagan supondr¨ªa arriesgarse a un retraso no de dos a?os, sino, m¨¢s probablemente, de cuatro a seis a?os, pues su sucesor no podr¨ªa tomar el cargo, cambiar sin m¨¢s el legado de Reagan.Tales consideraciones se ven reforzadas por las tensiones del sistema sovi¨¦tico. La econom¨ªa sovi¨¦tica est¨¢ en un estado desastroso, tal como demuestra la larga letan¨ªa de casos de corrupci¨®n, ineficacia y absentismo laboral presentados en el reciente congreso del PCUS. El proceso gubernamental oscila entre una purga al comienzo de un nuevo r¨¦gimen, que elimina a los seguidores del l¨ªder desaparecido, y el estancamiento al final, cuando los protegidos del fracasado titular luchan por la sucesi¨®n.
Enfrentado a la terrible tarea de restaurar la disciplina en la burocracia, rejuvenecerla y procurar sacarla de su estancamiento, Mijail Gorbachov no tiene ning¨²n deseo de agravar sus problemas dom¨¦sticos con tensiones internacionales. Necesita adem¨¢s un ambiente internacional calmado para conseguir acceso a la tecnolog¨ªa y a los cr¨¦ditos de Occidente. No hace falta achacarle una conversi¨®n fundamental para comprender por qu¨¦ un dirigente sovi¨¦tico prudente desear¨ªa tomarse un respiro.
LA ESTRATEGIA
Gorbachov ha seguido una estrategia cuidadosamente calculada orientada a ce?ir el debate a ¨¢reas en las que espera limitar las opciones de Occidente, conservando al tiempo las ventajas geopol¨ªticas sovi¨¦ticas. Tiene cuatro componentes principales:
El nuevo hombre. Gorbachov ha actuado con una extraordinar¨ªa habilidad present¨¢ndose como un nuevo tipo de dirigente sovi¨¦tico. Su uso de los medios de comunicaci¨®n ha sido espectacular; ha evitado la torpe frialdad de los anteriores jefes de Gobierno sovi¨¦ticos. Todo esto ha fomentado la perenne, inclinaci¨®n sovi¨¦tica a buscar la salvaci¨®n en la conversi¨®n. El argumento de que los dirigentes sovi¨¦ticos han cambiado no es nuevo; de hecho ha sido utilizado en el caso de todos los dirigentes sovi¨¦ticos y por todos los presidentes norteamericanos, excepto Richard Nixon, desde la llegada al poder de los bolcheviques. El presidente Nixon, que dudaba de la perfectibilidad de sus compatriotas, se mostr¨® incluso m¨¢s cauto a la hora de hacer depender la pol¨ªtica exterior norteamericana de una supuesta conversi¨®n de un dirigente sovi¨¦tico.
Evasi¨®n de las cuestiones pol¨ªticas. Puede que la amenaza principal a la paz resida en la curiosa combinaci¨®n de expansionismo sovi¨¦tico e inestabilidad de su sistema. Mosc¨² ha invadido Afganist¨¢n y ha establecido bases en Vietnam. Las tropas delegadas cubanas est¨¢n en Angola, Etiop¨ªa y Nicaragua. Las armas sovi¨¦ticas alimentan ataque tras ataque contra el orden establecido; el dinero y los servicios de inteligencia sovi¨¦ticos apoyan a muchos movimientos guerrilleros y a muchos grupos terroristas.
Y, sin embargo, ninguna de estas cuestiones es tema de conversaci¨®n entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, ni se aproximan en intensidad o seriedad a las de control de armamento. Obviamente, la Uni¨®n Sovi¨¦tica no tiene ning¨²n inter¨¦s en tratar cuestiones que limiten su actuaci¨®n pol¨ªtica. A los objetivos sovi¨¦ticos les convendr¨ªa limitar el di¨¢logo con Estados Unidos lo m¨¢s posible al control de armamentos. Tras lograr as¨ª un relajamiento de la tensi¨®n, los sovi¨¦ticos podr¨ªan entonces intentar negociar bilateralmente con pa¨ªses vecinos como China, Jap¨®n y Pakist¨¢n, intentando alejarlos de Estados Unidos.
Los chinos no se hacen ilusiones de que puedan relajarse las tensiones sin di¨¢logo pol¨ªtico. No han presentado ninguna propuesta de control de armamentos; en su lugar, han sugerido tres condiciones para mejorar las relaciones con Mosc¨²: la retirada sovi¨¦tica de Afganist¨¢n y Mongolia y la ayuda sovi¨¦tica para conseguir la retirada de los vietnamitas de Camboya.
LOS RIESGOS
?nfasis en las reuniones cumbre. Gorbachov se ha mostrado implacable en su b¨²squeda de una cumbre. Como participante en cuatro conferencias cumbre reconozco su utilidad. Pero cuando se convierten en tribunal de primer recurso conllevan el riesgo parad¨®jico de trivializar los temas. Se crea la impresi¨®n de que las tensiones son resultado de un conflicto de personalidades m¨¢s que causas subyacentes. El tiempo del que se dispone en una cumbre, a menos que haya sido preparada muy cuidadosamente, opera en contra de un estudio serio de los temas. Esto le es ¨²til a la estrategia sovi¨¦tica, que consiste en concentrarse en esl¨®ganes abstractos como "la paz", "el control de armamentos" y "la coexistencia", cuyo objetivo, al menos en parte, es evitar tener que cambiar su pol¨ªtica principal.
Un ¨¦nfasis excesivo en las reuniones cumbre tiene tambi¨¦n sus peligros. Los malentendidos y los desacuerdos entre jefes de Gobierno son algo grave. No resulta f¨¢cil repudiar los errores de los jefes de Gobierno, y cuando est¨¢n en desacuerdo, las consecuencias tienen grandes posibilidades de ser graves, pues no existe ning¨²n otro tribunal de apelaci¨®n. En una cumbre, el ambiente sustituye con demasiada facilidad a la sustancia, y el acuerdo se puede convertir en un fin en s¨ª mismo.
Convertir el control de armamento en el eje central de las relaciones Este-Oeste. Hasta la Administraci¨®n de Reagan ha empezado a repetir el dicho convencional de que la amenaza a la paz reside principalmente en la carrera de armamentos. Pero cuando el control de armamentos se convierte en el tema ¨²nico o incluso en el tema principal, la Uni¨®n Sovi¨¦tica puede inundar Occidente con propuestas cuyo objetivo es reforzar sus inhibiciones. Una prohibici¨®n total de pruebas destruye la confianza en la dependencia de las armas en las que tendr¨¢ que basarse la estrategia occidental al menos en el futuro inmediato. La prohibici¨®n de la SDI perpet¨²a la estrategia del exterminio masivo de civiles que es el resultado deL pacifismo y del desarme unilateral. La congelaci¨®n del equilibrio de fuerzas convencionales mantiene la superioridad sovi¨¦tica en este tipo de fuerzas, lo cual, junto con su situaci¨®n geogr¨¢fica central, da a la Uni¨®n Sovi¨¦tica una ventaja en conflictos locales.
Adem¨¢s, separar la carrera de armamentos de las condiciones pol¨ªticas favorece la estrategia sovi¨¦tica de establecer la equivalencia moral de ambos bandos. Muchos sinceros defensores de la coexistencia pac¨ªfica se enga?an a s¨ª mismos, creyendo que deben empezar por considerar a ambos bandos igualmente responsables de las tensiones internacionales. No hay duda de que Occidente ha cometido su parte de errores, pero la mayor¨ªa se: han producido como respuesta a la implacable presi¨®n sovi¨¦tica, Al ocultar esta distinci¨®n, se debilita la voluntad de las democracia a oponerse al expansionismo.
Gorbachov ha impulsado estas cuatro l¨ªneas de su pol¨ªtica con gran habilidad. La prueba de Estados Unidos ser¨¢ no seguir su estratagema ni siquiera de una manera involuntaria.
EL CONTROL
Puesto que parece claro que Reagan y Gorbachov van a dedicar la mayor parte del tiempo al control de armamentos, merece la pena examinar detenidamente los detalles y las implicaciones de las propuestas que van a debatir.
Por lo que el p¨²blico conoce, parece que se est¨¢n haciendo progresos en dos ¨¢reas del control de armamento: una limitaci¨®n de misiles de alcance intermedio en Europa y un acuerdo sobre armas estrat¨¦gicas que combina una reducci¨®n del n¨²mero de cabezas nucleares con una moratoria en los programas de armas defensivas, y de manera concreta en la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI).
Misiles de alcance intermedio. La Administraci¨®n de Carter decidi¨® ofrecer misiles de alcance intermedio a Europa despu¨¦s del despliegue por la Uni¨®n Sovi¨¦tica de misiles m¨®viles SS-20 de tres cabezas nucleares por unidad. La oferta norteamericana inclu¨ªa 108 cohetes Pershing II y 464 misiles de crucero, de hecho aviones sin piloto. El despliegue se inici¨® durante la Adm¨ªnistraci¨®n de Reagan. Se produjeron manifestaciones masivas en los cinco pa¨ªses que aceptaron el despliegue norteamericano, Reino Unido, Alemania Occidental, Italia, B¨¦lgica y Holanda. En 1983, la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en protesta, se retir¨® de las negociaciones sobre control de armamento.
El presidente Reagan y los aliados se mantuvieron firmes, y el despliegue se ha ido desarrollando a un ritmo regular. Un a?o despu¨¦s, los sovi¨¦ticos regresa ron a la mesa de negociaciones. Ahora que el despliegue de los misiles est¨¢ bastante avanzado y que ha fracasado el farol sovi¨¦tico de abandonar la mesa de negociaciones, es importante que los sovi¨¦ticos no consigan por medio de la v¨ªa de control de armamentos lo que intentaron con seguir mediante la guerra pol¨ªtica.
La propuesta que parece que se est¨¢ negociando consiste en limitar el despliegue de misiles de alcance intermedio en Europa a 100 cabezas nucleares por cada bando. La Uni¨®n Sovi¨¦tica podr¨ªa retener otras 100 cabezas nucleares de alcance intermedio en Asia; Estados Unidos podr¨ªa instalar 100 en su propio territorio. Al evaluar tal propuesta hay que tener en cuenta que la cuesti¨®n es m¨¢s pol¨ªtica que estrat¨¦gica. Los misiles norteamericanos estacionados en Europa ten¨ªan como objetivo ligar la defensa nuclear de Europa con la de Estados Unidos. Desde un punto de vista puramente militar no hab¨ªa necesidad alguna de responder al despliegue sovi¨¦tico est¨¢cionando misilles en Europa. La represalia al ataque sovi¨¦tico podr¨ªa haberse lanzado desde el mar o desde territorios de Estados Unidos. El problema era el descenso de credibilidad del disuasivo nuclear norteamericano, ya que el arsenal nuclear sovi¨¦tico se contaba ya por miles. Nuestros aliados tem¨ªan que Estados Unidos no respondiera a un ataque contra Europa con armas estrat¨¦gicas norteamericanas y que, desde luego, no lo har¨ªan si los sovi¨¦ticos limitaban la agresi¨®n a fuerzas convencionales.
Se supon¨ªa que estacionando misiles norteamericanos en Europa, la respuesta ser¨ªa m¨¢s autom¨¢tica. Los sovi¨¦ticos no podr¨ªan. utilizar el chantaje nuclear o un ataque convencional sobre Europa sin tener en consideraci¨®n los misiles norteamericanos instalados en Europa. Si esa fuerza llegaba a un tama?o importante, no podr¨ªan destruirla o capturarla sin recibir un contragolpe altamente destructivo. Consecuentemente, se pensaba que los sovi¨¦ticos no atacar¨ªan los misiles europeos sin atacar las fuerzas estrat¨¦gicas norteamericanas y no emprender¨ªan tal acci¨®n por miedo a una represalia nuclear de Estados Unidos.
Ante este trasfondo, varios aspectos de la propuesta norteamericana despiertan profundas preocupaciones:
Instalar en Estados Unidos 100 misiles con un alcance de 2.400 kil¨®metros como forma de contrarrestar misiles sovi¨¦ticos situados a 9.600 kil¨®metros es algo incongruente, si no rid¨ªculo. Estos misiles no tienen ninguna probabilidad de soportar las presiones del Congreso sobre el presupuesto de defensa durante mucho tiempo.
La aceptaci¨®n por parte norteamericana del despliegue sovi¨¦tico en Asia es totalmente inaceptable para las naciones asi¨¢ticas, sobre todo Jap¨®n y China. Y puesto que los misiles son m¨®viles, pueden ser transportados a Europa en caso de crisis en menos de dos semanas.
La reducci¨®n de la capacidad de alcance intermedio de Occidente no disminuir¨¢ de forma importante la amenaza nuclear sovi¨¦tica a Europa. Los SS-20 se han visto eclipsados en los ¨²ltimos a?os por un gran n¨²mero de armas de corto y medio alcance que pueden constituir una amenaza para toda Europa, pero que quedan fuera del acuerdo propuesto. La OTAN no dispone de armas equivalentes.
LAS ARMAS
La era nuclear comenz¨® con un monopolio norteamericano que dur¨® cinco a?os. Durante las dos d¨¦cadas siguientes hubo una gran superioridad norteamericana. Durante la crisis de los misiles en Cuba de 1962, por ejemplo, el presidente Kennedy ten¨ªa cerca de 4.000 cabezas nucleares, y Jruschov no muchas m¨¢s de 100. Pero, tras esa crisis, la Uni¨®n. Sovi¨¦tica inici¨® un programa masivo de reforzamiento militar, sobre todo de misiles instalados en tierra. Fabric¨® misiles de mayor capacidad de carga que Estados Unidos, que siguieron dependiendo del denominado triadfolocopy, de un revoltijo de misiles instalados en tierra, misiles instalados a bordo de submarinos y borribarderos. Mientras los misiles ten¨ªan una ¨²nica cabeza nuclear, la mayor capacidad de carga de los misiles sovi¨¦ticos no parec¨ªa tener importancia.
La llegada de los misiles de varias cabezas y la mejora de la precisi¨®n de tiro destruy¨® tal ecuaci¨®n. Al disponer de muchas m¨¢s cabezas nucleares que cohetes, se hac¨ªa posible, al menos te¨®ricamente, un ataque por sorpresa. La mayor capacidad de carga de los misiles pesados sovi¨¦ticos empezaba a tener importancia, porque pod¨ªan, llevar m¨¢s y m¨¢s pesadas cabezas nucleares que los misiles norteamericanos. En realidad, la capacidad de carga de los misiles norteamericanos era demasiado peque?a para poder lanzar un primer ataque con eficacia. Puesto que las reducciones en el n¨²mero de mis?les no pod¨ªan eliminar la desproporci¨®n entre cabezas nucleares y cohetes, el control de armamentos en sentido tradicional perdi¨® sentido. No obstante, se mantuvo la teor¨ªa en parte debido a la pasi¨®n de sus defensores y en parte a que no surgi¨® ninguna otra teor¨ªa cre¨ªble que la sustituyera.
Pero la realidad logra hacerse sentir. El hecho es que los misiles pesados sovi¨¦ticos de cabezas m¨²ltiples suponen una amenaza para la fuerza norteamericana instalada en tierra. El n¨²mero de cabezas nucleares es tan grande que se puede destruir a la poblaci¨®n civil repetidas veces. Cualquier acuerdo que no consiga estas realidades, o bien no tiene ning¨²n sentido o bien es peligroso.
El discurso del presidente Reagan ante las Naciones Unidas presentaba una propuesta compleja la reducci¨®n de las cabezas nucleares intercontinentales de 11.000 a 8.000. Al mismo tiempo, Estados Unidos aceptar¨ªa una moratoria de siete a?os y medio en el despliegue y la prueba de armas de la Inciativa de Defensa Estat¨¦gica (Gorbachov hab¨ªa pedido que fuera de 15 a?os; se puede llegar a una soluci¨®n intermedia).
Estas propuestas muestran c¨®mo las consignas pueden cobrar vida propia. Se ha mencionado tantas veces la conveniencia de las reducciones que se han convertido en art¨ªculo de fe, a pesar de que la elirninaci¨®n de 3.000 cabezas nucleares no disminuye de forma significativa los peligros para la poblaci¨®n civil.
Por ello, y para resumir, la importancia de la propuesta reducci¨®n de fuerzas estrat¨¦gicas es casi totalmente simb¨®lica. En el mejor de los casos ser¨¢ inocua; no se puede decir que mejore la estabilidad estrat¨¦gica de forma apreciable; en muchos sentidos la disminuye.
La proyectada reducci¨®n de cabezas nucleares no justifica, por supuesto, el abandono de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI), aunque me temo que ¨¦se es el resultado casi inevitable de la moratoria propuesta. Que el abandono de hecho de la SDI sea una desgracia depende, naturalmente, de la opini¨®n que se tenga de su importancia. Muchos de sus esforzados enemigos argumentan que es todav¨ªa un espejismo, aunque no consiguen explicar por qu¨¦ los sovi¨¦ticos tienen tanto inter¨¦s; es desbaratar un programa sin ninguna importancia. Resulta f¨¢cil re¨ªrse de la rid¨ªcula defensa impermeable que dejan entrever las explicaciones m¨¢s exuberantes del presidente Reagan. Pero la defensa estrat¨¦gica tiene otros objetivos mucho m¨¢s importantes que una perfecta protecci¨®n de la poblaci¨®n complicarle los c¨¢lculos a un agresor; una defensa contra ataques de terceros pa¨ªses; un escudo contra un chantaje nuclear; la protecci¨®n de las fuerzas contraatacantes.
EL DESEQUILIBRIO
Si a principios de la d¨¦cada de los noventa las fuerzas estrat¨¦gicas de ambos bandos consisten en 8.000 cabezas nucleares y ning¨²n tipo de defensa estrat¨¦gica. (suponiendo que los sovi¨¦ticos, no hagan trampa), las actuales, negociaciones habr¨¢n perpetuado la relaci¨®n, estrat¨¦gica que deja a Estados Unidos en una siuaci¨®n precaria psicol¨®gicamente insostenible para la democracia. La dependencia de las armas nucleares persistir¨¢ a unos niveles m¨ªnimamente inferiores. Pero la disposici¨®n a utilizar las armas nucleares debe desaparecer progresivamente, ya que no se les, puede asignar una funci¨®n militar y aumentan las posibles bajas civiles. Al mismo tiempo, en un per¨ªodo de relajaci¨®n de tensiones provocado por los acuerdos proyectados y las presiones presupuestarias existentes en todas las democracias, no aumentar¨¢n casi las fuerzas convencionales; al fin y al cabo, llevan sin aumentar desde hace casi d¨¦cadas.
En cualquier caso, los sovi¨¦ticos han metido a Occidente en unas negociaciones sobre fuerzas convencionales que perpet¨²an, el equilibrio desfavorable existente.
Estados Unidos y sus aliados se encuentran cada vez m¨¢s en una situaci¨®n en la que podr¨¢n salir de la crisis s¨®lo mediante el empleo de armas nucleares que en miedo a usar por sus consecuencias apocal¨ªpticas. Todo lo que podemos hacer es rezar que no llegue jam¨¢s el d¨ªa en que las democracias miren hacia atr¨¢s a este per¨ªodo perplejas y lamentando haber dejado escapar la ocasi¨®n de una soluci¨®n m¨¢s radical que podr¨ªa haber mejorado la situaci¨®n de seguridad en lugar de reafirmarla.
?C¨®mo llegamos a esta situaci¨®n?
Occidente se encuentra en este dilema; los defensores del control de armamento le estan empujando hacia una estrategia de seguridad b¨¢sicamente subida, basada en miles de armas nucleares estrat¨¦gicas sin oposici¨®n. Los enemigos del control de armamentos obstaculizan las negociaciones mediante luchas internas burocr¨¢ticas. Al tenerque enfrentarse a unos plazos finales en las negociaciones, el presidente se decide por lo que se puede conseguir. De casi todas las propuestas actualmente existentes, lo mejor que se puede decir es que no empeoran la situaci¨®n.
Esto es resultado del continuo fracaso de la maquinaria para crear una estrategia nacional. Las posiciones negociadoras surgen de luchas entre departamentos que se centran en la defensa de posiciones inamovibles en lugar de definir los objetivos nacionales. Las relaciones entre los departamentos de Estado y de Defensa, casi nunca cordiales en ninguna Administraci¨®n, se encuentran en su punto m¨¢s bajo. El Pent¨¢gono se muestra ingenioso desarrollando propuestas que los sovi¨¦ticos no pueden aceptar y en proponer criterios de avance imposibles de conseguir. En respuesta (o quiz¨¢ acausa de inclinaciones subyacentes), el Departamento de Estado se centra en la negociabilidad; en otras palabras, en lo que los sovi¨¦ticos han dicho que aceptar¨¢n.
Las presiones del Congreso aumentan la incoherencia. El Congreso, y en especial la C¨¢mara de Representantes, ha abandonado hace tiempo su hist¨®rico papel de control y se ha dedicado a legislar sobre sus preferencias t¨¢cticas.
El resultado es un punto muerto. Todos los presidentes desde Eisenhower se han visto obligados a darse cuenta de que si quer¨ªan mantener el apoyo de los ciudadanos y de los aliados, e incluso si quer¨ªan mantener el presupuesto de defensa, necesitaban unas negociaciones de control de armamentos. Ronald Reagan, el presidente m¨¢s conservador del per¨ªodo de la posguerra, no ha podido escapar a tal realidad. Al mismo tierripo, las amargas pol¨¦micas que han provocado pruebas de fuerza entre la Administraci¨®n y el Congreso han impedido que surgieran otras ideas que no fueran la infinita repetici¨®n de los conceptos de hace 30 a?os.
?Qu¨¦ se puede hacer?
El verdadero progreso de las pr¨®ximas cumbres depende, pues, de la disposici¨®n de los dos dirigentes a tratar los aspectos. fundamentales. La simple lectura de los n¨²meros bizantinos de control de armamentos preparados por los especialistas t¨¦cnicos no puede producir un carribio aut¨¦ntico de las condiciones de seguridad. En lo que respecta a armas estrat¨¦gicas, las amenazas a la estabilidad proceden de los misiles pesados y de las cabezas riucleares m¨²ltiples. No debe prohibirse la SDI, sino limitarse, mediante una relaci¨®n acordada, a, sistemas ofensivos. En consecuencia, cuanto menor sea. la amenaza ofensiva, irienores pueden ser las fuerzas defensivas.
LOS PRINCIPIOS
As¨ª pues, las pr¨®ximas cumbres podr¨ªan aportar contribuciones importantes si Ios dos dirigentes se muestran de acuerdo sobre los siguientes principios:
Deben prohibirse los misiles pesados, iniciando su reducci¨®n de manera inmedialla y manteni¨¦ndola a lo largo de un per¨ªodo de tiempo acordado.
Deben prohibirse las cabezas nucleares m¨²ltiples, iniciando su reducci¨®n de manera inmediala y manteni¨¦ndola a lo largo de: un per¨ªodo de tiempo acordado. La combinaci¨®n de tales medidas disminuir¨ªa dr¨¢sticarnente el n¨²mero de cabezas nucleares (en m¨¢s de un 70%). Permitir¨ªa igualmente que las defensas estrat¨¦gicas disminuyeran sustancialmente.
Deber¨ªan ir introduci¨¦ndose las defensas estrat¨¦gicas equivalentes a las fuerzas ofensivas; eliminadas a lo largo de un per¨ªodo de tiempo acordado. Debe fijarse el nivel ahora mediante negociaciones concretas, no al final de un moratoria que las presiones sovi¨¦ticas y nacionales intentar¨¢n convertir en permanente.
La actual f¨®rmula de reducci¨®n de misiles de alcance intermedio marcar¨¢ el comienzo del final de un serio despIiegue estrat¨¦gico norteamericano en Europa, consigui¨¦ndose as¨ª uno de los principales objetivos sovi¨¦ticos.
Es necesario reelaborar el plan para que tenga en cuenta la igualdad en el contineni.e euroasi¨¢tico; en otras palabras, para que las cabezas nucleares en Europa igualen a toda la fuerza sovi¨¦tica de alcance intermedio. Y el l¨ªmite m¨¢ximo deber¨ªa elevarse probablemente hasta un nivel en el que se mantenga la ligaz¨®n entre la defensa nuclear de Estados Unidos y la de Europa.
Deber¨ªan iniciarse negociaciones serias sobre temas pol¨ªticos. Los anteriores intentos de negociaci¨®n de limitaciones internacionales fracasaron en parte por ser demasiado generales. Es obvio que no se puede esperar que ninguna de las dos superpotencias abandone sus convicciones. Podr¨ªan comprometerse a limitar sus acciones, en concreto el env¨ªo de armas a ¨¢reas problem¨¢ticas, el fomento de la subversi¨®n y de otras actividades encubiertas. Quiz¨¢ podr¨ªa empezarse por ?frica.
Hay que evaluar las pr¨®ximas reuniones no por el hecho de que se llegue a alg¨²n acuerdo, sino por el contenido del mismo; en definitiva, debe conseguirse que haya cambios. Se dir¨¢, y no sin raz¨®n, que los acuerdos de consecuencias marginales sirven para reforzar la confianza. Pero, en cierto momento, "el reforzamiento de la confianza" debe conducir a acuerdos que cambien la realidad y no el ambiente. Y, para usar una famosa frase del presidente Reagan, si no ahora, ?cu¨¢ndo?
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