El Bar?a no se impresion¨® por el fichaje madridista
Drazen Petrovic estren¨® su condici¨®n de madridista en el Palau Blaugrana en un partido rodeado de una expectaci¨®n que luego contribuy¨® a generar una sensaci¨®n de decepci¨®n en quien buscara algo m¨¢s que un partido de baloncesto. Y es que la final de la Supercopa fue hasta un mal partido.Ni que decir tiene que el yugoslavo jug¨® un mal partido, pareci¨® muy nervioso en los primeros minutos y se abstuvo de actitudes provocativas, si bien no pudo evitar darle un codazo a Costa sin consecuencias. Lo cierto es que el Palau Blaugrana es cancha donde Petrovic no ha podido consolidar un sentimiento de animadversi¨®n, sino todo lo contrario. Las pocas horas que corrieron desde el anuncio de su fichaje por el enemigo resultaron insuficientes para provocar algo m¨¢s que una sonora pit¨¢.
Todo lo m¨¢s, Petrovic habr¨¢ podido producir una sensaci¨®n de desenga?o en la afici¨®n azulgrana, corno una novia/o que se enrrolla finalmente con tu peor enemigo/a, pero no es lo mismo que la relaci¨®n apasionada que provocaba en Madrid. Cabr¨ªa concluir, por lo visto ayer, que, en realidad., Petrovic calaba m¨¢s en Madrid. Su relaci¨®n con Barcelona ha sido siempre distante, aunque amistosa. Finalmente, han dejado de ser amigos, pero nada m¨¢s. Eso, por lo visto ayer.
Petrovic lleg¨® a Barcelona con la camiseta blanca, cuando un medio de informaci¨®n se hab¨ªa trabajado la exclusiva de unas fotos con la camiseta n¨²mero 10 del Bar?a. Esas fotos no pudieron realizarse por razones obvias. Y es que Petrovic lleg¨® de blanco a Barcelona.
Drazen, tambi¨¦n vestido de blanco casualmente ayer, jug¨® la pelota en 33 ocasiones en la primera parte y s¨®lo en 19 en la segunda. Hizo 22 tantos con un porcentaje del 50% y estuvo sentado en el banquillo durante casi siete minutos. S¨®lo consigui¨® encestar un triple, dio tres asistencias a sus compa?eros y no realiz¨® una sola jugada que provocara el aplauso razonable del p¨²blico. Al principio fue marcado por el estadounidense Simpson y luego le tom¨® Costa con acierto. S¨®lo provoc¨® cuatro personales, cuando habitualmente provoca m¨¢s de 10. Estuvo realmente gris.
Con ¨¦l naveg¨® su equipo, Cibona de Zagreb, que dio una p¨¦sima imagen de conjunto mucho peor que la que le ha llevado a la conquista de dos Copas de Europa. El Barcelona, desafinado tambi¨¦n, domin¨® el partido porque mantuvo un esquema, pero sin excesos.
El Cibona de Zagreb fue un ejemplo de desorden, porque nunca lleg¨® a ajustar conve nientemente los marcajes de fensivos. Drazen Petrovic, desde luego, mostr¨® su tradicional aversi¨®n a defender. En la se gunda parte, el Cibona, que tiene una carencia m¨¢s acusada de reboteadores puesto que tanto Knego como Nakic son ya muy veteranos y est¨¢n para pocos saltos, dio la sensaci¨®n de ajustarse a los hombres que sacaba Aito. Si ¨¦ste colocaba un peso pesado, enti¨¦ndase Trumbo o Bryant, sacaban a Vuricevik; de lo contrario, con Jim¨¦nez en cancha, prefer¨ªan a Knego o Nakic. Sobre la marcha, los yugoslavos ordenaban sus pares y se encontraban con frecuentes desajustes.
El partido comenz¨® un tanto alocadamente, con una tendencia obsesiva de los yugoslavos a tirar desde la l¨ªnea de 6,25 (15 tiros de este tipo en la primera parte); en algunas ocasiones, sin compa?eros en posici¨®n de rebote. El Barcelona tom¨® el mando inmediatamente y lleg¨® a contar con una ventaja de 15 tantos 35-20. Ocurri¨® en este rriorriento que varios triples consecutivos la redujeron a uno (45-44), por lo, que al descanso se lleg¨® en condiciones de cierta igualdad.
El Barcelona s¨®lo hizo una rrieritoria defensa, pero no dio una buena imagen de conjunto. Su dominio pareci¨® suficiente, por lo que el partido careci¨® de la tensi¨®n de una final oficial. En realidad jugaban la Supercopa, con colegiados espa?oles en cancha y con la permisividad de poder utilizar a tres americanos, raz¨®n por la que pareci¨® m¨¢s un amistoso donde est¨¢ en juego el prestigio de cada cual. El conjunto azulgrana no mostr¨®, en ning¨²n momento, un comI.:)Iejo Petrovic y se limit¨® a marcarlo como a un jugador m¨¢s.
La an¨¦cdota de este partido fue, pues, que no tuvo casi an¨¦cdota. Algunos malpensados dir¨¢n que el yugoslavo estuvo correcto, ahora que es madridista, pero lo cierto es que, salvo alguna protesta espor¨¢dica, hasta su hermano Alexander -que es quien le debe haber dado las principales lecciones sobre ciertos trucos del oficio- estuvo correcto. Y es que Cibona y Barcelona s¨®lo se han visto las caras en torneos oficiosos -Supercopa o Copa del Mundo de clubes-, por lo que no h¨¢ podido calar una rivalidad. Petrovic no impone en el Palau; su sitio era el pabell¨®n madridista. Por eso, quiz¨¢s, lo mejor es lo que ha pasado.
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