El f¨²tbol va por cosechas
Nicolau Casaus, vicepresidente del Barcelona, suele decir que el f¨²tbol va por cosechas. Cuando lo hace, se entrega al recuerdo nost¨¢lgico del que quiz¨¢ haya sido el m¨¢s completo grupo de grandes jugadores catalanes de que ha disfrutado el Bar?a, y que en los a?os 1951, 1952 y 1953 gan¨® sucesivamente Copa, Liga, Copa, Liga y Copa. Era el Barija de Rarnallets, Biosca, Segarra, Basora 31 dem¨¢s, con el importante refuerzo del centroeuropeo Kubala.Una gran cosecha no es m¨¢s que la coincidencia de una generaci¨®n de unos pocos buenos jugadores capaces de armar un equipo. La Real Sociedad disfrut¨® recienternente de una de ellas, cuando de un golpe se encontr¨® con Arconada, Alonso, Zamora, Satr¨²stegui y L¨®pez Ufarte, y gracias a eso gan¨® dos t¨ªtulos de Liga y roz¨® alguno m¨¢s. El Madrid vive ahora un per¨ªodo feliz gracias a la Quinta de El Buitre. Brasil reuni¨® en torno al a?o 1960 a Zito, Garrincha, Did¨ª y Zagalo en torno a Pel¨¦, y en 1970 pudo arropar a ¨¦ste con Jairzinho, Tostao, Gerson y Rivelino. La RFA se encontr¨® de golpe con Maier, Beckenbauer, Hoeness y Muller; y Holanda pudo juntar a Cruyff, Krol, Rep y Neeskens.
Todo hace ver que Espa?a disfruta ahora de una buena cosecha. Una cosecha amplia, adem¨¢s. Hace tiempo que las selecciones llamadas inferiores, todas las compuestas por jugadores a los que se pone un tope de edad para figurar en ellas, pisan fuerte en el f¨²tbol internacional. Son jugadores de las distintas canteras de los grandes equipos, que funcionan mejor de lo que nos creemos, y su aparici¨®n refleja un cambio de h¨¢bitos en ellas. De la adoraci¨®n desmedida por el f¨²tbol fuerza se ha pasado a una reconciliaci¨®n con el buen juego, con el manejo cuidadoso del bal¨®n. Es bonito que Luis Su¨¢rez, un hombre que se caracteriz¨® como jugador por su mimo hacia la pelota y que como entrenador postula esa reconciliaci¨®n, haya encabezado al grupo que se ha apuntado el ¨¦xito del t¨ªtulo europeo.
En efecto, desde la victoria del Celtic de Glasgow sobre el Inter en una final de Copa de Europa de 1967, todos los entrenadores de los pa¨ªses latinos se sintieron fascinados por el f¨²tbol fuerza. Y sus equipos pagaron por ello. Hubo a?os en que en las canteras de los equipos espa?oles se rechazaba a los butrague?os, se?ores, eusebios y ablanedos por bajitos y d¨¦biles. Y si encima reten¨ªan un poquito el bal¨®n, intentaban de cuando en cuando hacer una jugada en lugar de soltar r¨¢pidamente la pelota, peor para ellos. Eran los mismos a?os en que Vel¨¢zquez, Marcial o Luis se quedaban fuera de la selecci¨®n para dar paso a los Alabanda, Lora, Poli o Guzm¨¢n.
La p¨¦rdida de aquella obsesi¨®n ha permitido que el f¨²tbol espa?ol se reencuentre con la pelota. El espectador lo agradece. Al p¨²blico le gustan Butrague?o, Gabino y Sarabia. Disfruta con sus acciones sutiles y precisas m¨¢s que con el despliegue atl¨¦tico de los abruptos pateadores que se cultivaron durante un pasado a¨²n reciente.
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