Eduardo Mendoza, escritor sin domicilio, publica su visi¨®n de Nueva York
Eduardo Mendoza no quer¨ªa responder a una entrevista, y s¨®lo su naturaleza pac¨ªfica y transparente le hizo ceder. Y no quer¨ªa responder porque comienza a temer de verdad convertirse en un personaje p¨²blico, secuestrado por una fama cuyas supuestas ventajas no le interesan. Esta actitud podr¨ªa parecer coqueter¨ªa de autor de moda, mas una charla de dos horas en la casa del escritor, en Barcelona -la ¨²nica casa que ha tenido, desde no hace mucho, y que ya se dispone a vender-, hace sospechar que quiz¨¢ se trate de p¨¢nico aut¨¦ntico. Ahora ya no viaja s¨®lo por el placer de hacerlo, sino porque en otras ciudades no le reconocen. Se vuelve a sentir ¨¦l mismo: un escritor que con frecuencia no tiene ni direcci¨®n, pues vive en casas de amigos, y que durante 10 a?os recorri¨® las 16 esquinas de Manhattan. Con su evocaci¨®n de aquel tiempo inaugura la colecci¨®n Las ciudades en Destino.
Es probable que el autor de La verdad sobre el caso Savolta, libro que en 1975 marc¨® el inicio de una nueva forma de hacer novela en Espa?a, pudiera hoy en d¨ªa vivir de su pluma. Pero no quiere. Al rev¨¦s de otros escritores, no sue?a con ese estado de libertad plena: lo teme. "Creo que la fama puede llegar a ser contraproducente", dice Mendoza, y cita a un amigo suyo que le dio que pensar cuando le dijo: "Te has vuelto tan famoso que ya no hace falta ni leerte". "A m¨ª lo que me interesa es escribir", dice.Por ello no s¨®lo sigue con su trabajo de traductor para las Naciones Unidas -bien es verdad que para trabajos concretos, ya no en plantilla-, sino que acepta algunas cosas, se las impone, dice, "para ver si evito volverme loco, o al menos lo retraso".
Es dif¨ªcil determinar de que soledad est¨¢ hablando, pero parece claro que no se trata de la soledad del anciano que da de comer a las palomas en el parque. Justo ¨¦sa, la m¨¢s cruda, es la soledad que Mendoza no parece temer. Viaja mucho y a causa de su trabajo de traductor para las Naciones Unidas es un veterano de ciudades como Ginebra, Nueva York o Viena que evocan im¨¢genes de invierno y aislamiento. En ellas, es casi un vecino, y en el caso de Nueva York, un virtuoso. Eso le convierte en el hombre adecuado para inaugurar una colecci¨®n sobre ciudades en la editorial Destino.
"La luminosidad y el color del cielo y la transparencia del aire es lo que permite soportar el clima de Nueva York sin perder el buen ¨¢nimo. El cielo y los rascacielos de Manhattan no se pueden disociar, los perfiles n¨ªtidos de aquellos s¨®lo adquieren su verdadero car¨¢cter contra el cielo luminoso, puro y despejado que los envuelve. La conjunci¨®n de estos dos elementos resulta invariablemente falseada en las fotograf¨ªas, en el cine y en la televisi¨®n..." (p¨¢gina 58 de Nueva York, Ediciones Destino).
Luz cambiante
Los autores de la colecci¨®n Las ciudades -Javier Fern¨¢ndez de Castro publicar¨¢ Londres, y Jaime Siles, Viena, entre otros- se propusieron que no se tratara de gu¨ªas de utilidad concreta para la gastronom¨ªa o el espect¨¢culo. Y en el caso de Nueva York, porque las excelentes gu¨ªas que se publican "quedan desfasadas en el instante en que se imprimen", dice Mendoza. A ¨¦l le angustia, cuando ha vuelto tras su marcha, comprobar que en Madison Avenue la luz ya no es la misma, y ello a causa de nuevos gigantescos edificios. Y le angustia no por la luz, sino porque el cambio le convierte de nuevo en extranjero.Nueva York es, pues, la evocaci¨®n de una ciudad por alguien que la conoci¨® bien entre los 30 y los 40 a?os de su vida, entre la crisis econ¨®mica de la ciudad y su conversi¨®n en moda internacional, y, en este caso, por un escritor con el sentido del detalle, el don de la sencillez y un bendito humor. Ello le permiti¨® escuchar el delirante mon¨®logo de un taxista hispano y reproducirlo despu¨¦s: "Todas las gringas est¨¢n locas de atar. Los gringos tambi¨¦n lo est¨¢n, pero se les nota menos, porque gastan las energ¨ªas en trabajar y en ganar dinero..." (p¨¢gina 44). Aunque Nueva York no es narraci¨®n, insin¨²a alguna trama, dibuja personajes y abunda en gui?os; por ejemplo, con el enigma designado como la persona que me acompa?a. M¨¢s que un gui?o, dice Mendoza sonriente, "es un viejo ajuste de cuentas... cari?oso".
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