?Lobo, est¨¢s?
Pasaban los minutos y se ve¨ªa cierto revuelo en el escenario, durante el concierto que ofreci¨® ayer Ray Charles en el Palacio de los Deportes de Madrid. Hab¨ªa salido ya de la escena, m¨¢s de media hora antes, Peter Kantropus y los de Cromagnon y dos individuos de seguridad parec¨ªan poner objeciones a algo. Ray Charles exig¨ªa en el ¨²ltimo momento que no se hicieran fotos hasta la canci¨®n final.El p¨²blico se exaltaba, el espect¨¢culo se retrasaba y las protestas segu¨ªan. Hab¨ªa menos gente que el d¨ªa anterior para ver a Miles Davis, pero cerca de 5.000 personas se sent¨ªan insatisfechas. Finalmente, salieron los m¨²sicos e interpretaron cuatro temas mientras el p¨²blico, impaciente ya por la anterior espera, interrump¨ªa con gritos los solos reclamando a Ray.
Y, por fin, lleg¨® el lobo. Acompa?ado por un enorme lazarillo que lo llev¨® hasta el piano, Ray Charles avanzaba movi¨¦ndose como un robot fuera de control. Luc¨ªa su envidiable dentadura en ese gesto que es parte inseparable de ¨¦l y de su m¨²sica; esa sonrisa que es ya casi un gesto petrificado. Sentado ante el piano, se balanceaba como un p¨¦ndulo, alzando las piernas y agit¨¢ndose. El viejo Ray Charles de siempre. La m¨²sica lleg¨® y tranquiliz¨® a las fieras. No obstante, segu¨ªan oy¨¦ndose algunas protestas. El sonido no era ¨®ptimo, se escuchaban mal algunos instrumentos y, especialmente, el piano de Ray Charles y las voces de las Raelettes.
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