El juego de los desprop¨®sitos
Fue el juego de los desprop¨®sitos. Para empezar -que es lo propio-, hab¨ªan puesto de teloneros a Peter Kantropus y los de Cromagnon. Y a Ray Charles no hay que ponerle teloneros porque, normalmente, basta con su orquesta, que toca unos cuantos n¨²meros antes de que El Genio salga a escena.Pero esta vez ten¨ªan que actuar los susodichos Peter Kantropus y los de Cromagnon, un grupillo de blues cuyo nombre tengo la ligera sospecha de que debe de ser un chiste. El cantante digo yo que ser¨¢ el tal Peter Kantropus, aunque, al saludar, dijo un nombre m¨¢s de andar por casa. Estuvo desigual. En los mejores momentos record¨® a Javier Gurruchaga y en los peores a Jordi Hurtado, presentador del concurso televisivo Si lo s¨¦, no vengo. El pianista destac¨® en una introducci¨®n tipo gospel y el bater¨ªa, que parec¨ªa que ven¨ªa de una boda, tampoco estuvo mal.
VII Festival de Jazz de Madrid
Peter Kantropus y los de Cromagnon. Ray Charles. Palacio de los Deportes. 8 de noviembre de 1986.
Despu¨¦s hubo un descanso tremendo, un descanso cansad¨ªsimo, por culpa del dichoso l¨ªo de los fot¨®grafos. Conocida es la aversi¨®n que El Genio siente por estos profesionales, as¨ª que pod¨ªa heberse llegado a un acuerdo antes del concierto, sin hacer sufrir al p¨²blico, que paga la entrada, y que fue el m¨¢s perjudicado. La soluci¨®n que se adopt¨®, permitir las fotos en los ¨²ltimos dos temas, puede pasar a la antolog¨ªa de las decisiones peregrinas. Todo el mundo puede saber cu¨¢l va a ser el primer tema, pero pocos est¨¢n en condiciones de averiguar cu¨¢l es el ¨²ltimo. Y no digamos ya el pen¨²ltimo.
Con todo esto, el n¨²mero de la banda qued¨® de lo m¨¢s deslucido. Y es una l¨¢stima porque, en circunstancias normales, los aficionados agradecen esta parte del concierto, ya que estos monstruos del soul suelen llevar unos m¨²sicos buen¨ªsimos. Pero esta vez, con todo lo que hab¨ªa pasado, para lo ¨²nico que sirvi¨® la banda fue para prolongar la espera.
Total, que llev¨¢bamos all¨ª dos horas y media cuando sali¨® El Genio con una chaqueta dorada, que parece que los divos se han puesto de acuerdo en esto de los lam¨¦s. La banda pag¨® entonces todos sus pecados y se qued¨® sin amplificaci¨®n. Esto, que en el Alcal¨¢ Palace es una bendici¨®n, en el Palacio de Deportes redujo todo a un suspiro lejan¨ªsimo. Y, adem¨¢s, misterioso: primero, porque el sonido, a pesar de no sonar, ten¨ªa eco; segundo, porque el toque de silencio afect¨® tambi¨¦n a la guitarra y al bajo, que llevaban amplificaci¨®n propia, y al piano, que, como era del jefe, s¨ª ten¨ªa micr¨®fono.
Pero, a pesar de los pesares, uno perdona todas las desgracias si puede o¨ªr a Ray Charles retorcer How long has this been going on y Oh, what a beutiful morning y verle retorcerse en Yesterday y Georgia. Perdona incluso que El Genio haga publicidad descarada de su ¨²ltimo disco y cante un tema country de lo menos apropiado.
Todo eso, y poco m¨¢s, hizo Ray Charles, primero solo y luego con sus Raelettes. ?stas siguen tan marchosillas como siempre, e incluso m¨¢s, porque se marcaron un twist y todo. Es disculpable que esta vez nos fij¨¢ramos s¨®lo en la parte esc¨¦nica, porque a las, pobres chicas tampoco se las oy¨®.
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