La gran redada contra el aborto
De las 39 personas detenidas el pasado mi¨¦rcoles, cinco de ellas, todos m¨¦dicos, est¨¢n en la c¨¢rcel
Marisa Castro, relaciones p¨²blicas del centro m¨¦dico Dator, abandon¨® el calabozo de los juzgados de la plaza de Castilla en la madrugada del s¨¢bado. Durante la pasada dictadura fue detenida 13 veces a causa de su militancia comunista, pero asegura que esta ¨²ltima vez "ha sido especialmente dram¨¢tico". Una nueva detenci¨®n que no presinti¨® el mi¨¦rcoles a las seis de la tarde, cuando al sonar el timbre de la puerta pens¨® que se trataba de una llamada rutinaria. "Eran las seis de la tarde y entraron dos chiquitas y una pareja. Pero al atender a la pareja result¨® que eran dos polic¨ªas. Dijeron que iban a hacer un registro y uno de ellos abri¨® la puerta para que entraran algunos m¨¢s. Les ped¨ª la orden judicial, pero al parecer ten¨ªan mucha prisa por ver qu¨¦ estaba pasando en la zona de consultas. Me empujaron h¨¢bilmente y echaron un vistazo. Cuando comprobaron que no hab¨ªa mujeres me entregaron la orden judicial"."En la sala de espera hab¨ªa entre 25 y 30 personas entre pacientes y acompa?antes. Una de las usuarias, que viv¨ªa en la periferia y que ten¨ªa a sus cuatro hijos solos llor¨® amargamente y pidi¨® que la dejaran marchar, pero dijeron que no era posible, que est¨¢bamos detenidos todos". En medio de lo que Marisa Castro califica "un desmesurado despliegue policial que sumi¨® en el estupor al barrio", los detenidos fueron conducidos a los juzgados de la plaza de Castilla. Tras tomarles su filiaci¨®n, se decidi¨® que los hombres, en su mayor¨ªa acompa?antes, aunque uno de ellos declar¨® que iba a hacerse una vasectom¨ªa, quedaran en libertad. Por el contrario, todas las mujeres, fueran pacientes -algunas en edad menop¨¢usica- o acompa?antes, fueron retenidas hasta que declararan ante el juez. Un rosario de declaraciones que dur¨® hasta las cinco de la madrugada.
Los trabajadores de Dator fueron aislados en celdas hasta que declararon ante el juez. "No hab¨ªa suficientes celdas y me metieron, incomunicada, en una de hombres que era una aut¨¦ntica pocilga", se?ala Marisa Castro. "Las paredes estaban manchadas de heces; las colchonetas, de gomaespuma, estaban sucias de semen, v¨®mitos y sangre. S¨®lo verlo era una tortura". Durante las primeras horas de la noche "resistimos sin tumbarnos", pero al final "terminamos ech¨¢ndonos sobre las mantas, infestadas de piojos y sarna". Ambiente dantesco en el que destacan los inodoros, "indescriptibles y medievales".
"Peor que medievales", apostilla Mar¨ªa Luz, la psic¨®loga del centro, tambi¨¦n procesada y visiblemente afectada. Mar¨ªa Luz tambi¨¦n tuvo que alojarse en las celdas de hombres, que, a lo que parece, ostentan el m¨¢ximo grado de suciedad en ese reino de la suciedad que impera en los calabozos. "Viv¨ª esas horas de aislamiento con una tensi¨®n y angustia terribles, as¨ª que cuando me toc¨® declarar, a la una y media del d¨ªa siguiente, me puse muy nerviosa y no pude terminar. El juez me mand¨® otra vez a la celda y volv¨ª a declarar a las diez".
"El registro fue exhaustivo", explica Bego?a, que, junto a Guillermo Alonso y Juan Manuel S¨¢nchez, presenci¨® como testigo la acci¨®n judicial. "Desarmaron hasta el sill¨®n; al parecer, buscaban restos de no s¨¦ qu¨¦". A Marisa Castro, que se ha sumado a la huelga de hambre de las Juventudes Comunistas, le preocupa algo, a su juicio, m¨¢s grave: "Incautaron las historias cl¨ªnicas, lo que me parece una violaci¨®n de la intimidad de las pacientes y un abuso de autoridad".
Llevarse los esp¨¦culos
Un relato similar ofrece la procesada Paloma de Andr¨¦s, una de las ginec¨®logas del centro de planificaci¨®n Durat¨®n, situado en el barrio del Lucero. Se da la paradoja de que este centro de barrio modesto, autofinanciado por las mujeres que trabajan en el mismo, ha contado con una subvenci¨®n de la Administraci¨®n, a trav¨¦s del Instituto de la Mujer, de 100.000 pesetas. Un segundo piso, ahora precintado por orden judicial, "en el que en la tarde de? mi¨¦rcoles entraron cuatro polic¨ªas de paisano y afirmaron que ten¨ªan orden de registro", afirma Paloma de Andr¨¦s. "Nos dijeron que no nos movi¨¦ramos y nos impidieron llamar por tel¨¦fono. Si ¨¦ste sonaba, lo descolgaban", a?ade. "Pretend¨ªan llevarse las historias, pero les pedimos que eso era secreto profesional, as¨ª que llamaron y consultaron y se llevaron s¨®lo los ficheros, aparte del instrumental". Otra testigo agrega: "Como el centro no dispone de instrumental para intervenir, decidieron llevarse todos los esp¨¦culos".A las pacientes de Durat¨®n no se las detuvo formalmente. Se les retuvo durante un tiempo, se les tom¨® la filiaci¨®n y ftieron saliendo de una en una "para'que no armaran alboroto fuera". Sin embargo, una de ellas, Pilar Moreno, considera un atropello que se le tomaran los datos del DNI y algunos m¨¢s, "como el estado civil". Adem¨¢s, "fue una humillaci¨®n tener que contar en voz alta a aquellos se?ores qu¨¦ quer¨ªa consultar".
Las ginec¨®logas Paloma de Andr¨¦s y Malte Massot, as¨ª como la psic¨®loga del centro, tambi¨¦n fueron incomunicadas tras la detenci¨®n. Con ellas fue detenida la feminista Victoria Virtudes, a la que la orden judicial tambi¨¦n citaba, pese a no trabajar en Durat¨®n. Amiga de Paloma de Andr¨¦s, Victoria Virtudes lleg¨® al centro justo cuando la polic¨ªa sacaba a los detenidos, por lo que corri¨® id¨¦ntica suerte.
"Llegamos a las celdas de la! primeras y pudimos elegir", rese?a Paloma de Andr¨¦s. "Las mismas funcionarias me dijeron que la mejor era una en la que hab¨ªa ya seis gitanas y una ni?a, as¨ª que all¨ª me qued¨¦, pese a que s¨®lo ten¨ªamos tres mantas para todas". Por el contrario, la psic¨®loga, que est¨¢ enferma, lleg¨® tarde al reparto de camastros y tuvo que contentarse con una silla.
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