De lo bello y lo feo
En su art¨ªculo Un enunciado imposible (EL PAIS del 18 de noviembre de 1986), Carlos Castilla del Pino mantiene que la afirmaci¨®n del arquitecto Oriol Bohigas "el centro cultural Reina Sof¨ªa es feo" es un enunciado imposible. Aqu¨ª pretendo convertir mi inicial asombro ante ese art¨ªculo en una reflexi¨®n de origen genuinamente filos¨®fico -y espero que de inter¨¦s general- sobre esa y otras cuestiones afines, pues el eminente psiquiatra cordob¨¦s -desde el prestigio intelectual que le acredita- parece ver en un juicio de valor m¨¢s bien inocente, como "el centro cultural Reina Sof¨ªa es feo,", nada m¨¢s y nada menos que fehacientes g¨¦rmenes de dogmatismo, despotismo y terrorismo. Y esto s¨ª que resulta, especialmente desde su posici¨®n, un juicio de valor preocupante.Seg¨²n Castilla del Pino, el enunciado de marras "es una frase formal y pretendidamente informativa. Se nos pretende informar de que el citado centro posee la propiedad de ser feo", pero el caso es que "f¨¦aldad o su inversa, belleza, no son propiedades de los objetos a los cuales se les atribuyen". dicho en otras palabras: Fealdad, belleza no son, ni lo han sido nunca, predicados de ning¨²n objeto, y, en consecuencia, usarlas como tales compone algo as¨ª como una alucinaci¨®n parcial en la que se ve en el objeto algo que en el objeto no existe". Primero dir¨¦ en qu¨¦ estoy de acuerdo con Castilla del Pino y despu¨¦s har¨¦ ciertas matizaciones que me parecen pertinentes. Estoy de acuerdo con ¨¦l -y esto es algo pr¨¢cticamente obvio, al menos en la actual reflexi¨®n sobre la est¨¦tica- en que cuando alguien dice de algo que es feo o que es bello nos est¨¢ dando as¨ª una informaci¨®n, en ocasiones valiosa, no tanto sobre el objeto en cuesti¨®n cuanto acerca de s¨ª mismo.
Si, pongo por caso, voy al Louvre a contemplar mi cuadro favorito y veo que a m¨ª lado una bella mujer, tras contemplarlo tambi¨¦n con inter¨¦s manifiesto, termina exclamando qu¨¦ bello es, yo sin duda me alegrar¨¦, y no precisamente por mi querido cuadro. Hasta aqu¨ª no hay problema alguno.
Eso es una cosa y otra muy distinta es mantener una distinci¨®n gnoseol¨®gica m¨¢s bien inoperante, al menos tal y como pretende plantearla Castilla del Pino, y ya obsoleta. No es que no pueda trazarse una distinci¨®n entre juicios de valor y afirmaciones de hecho; es que tal distinci¨®n no es categ¨®rica. En filosof¨ªa se acu?¨® la expresi¨®n enunciado de observaci¨®n para referirse a aquella clase de enunciados cuya verdad o falsedad se establece recurriendo exclusivamente a la observaci¨®n, a la experiencia. Por contraposici¨®n se hablar¨ªa adem¨¢s de enunciados te¨®ricos, que ser¨ªan aquellos cuya interpretaci¨®n -y, por tanto, su posible verdad o falsedad- depender¨ªa de t¨¦rminos y conceptos te¨®ricos, de la correspondiente teor¨ªa, en definitiva. La ascendencia de tal distinci¨®n se remonta al movimiento filos¨®fico conocido como el C¨ªrculo de Viena, cuyo florecimiento se dio en los.a?os veinte, y a su primo hermano, el positivismo l¨®gico, que a veces se toma simplemente como expresi¨®n filos¨®fica del C¨ªrculo de Viena. Uno de los herederos m¨¢s destacados del c¨ªrculo fue Rudolf Carnap (18911970), quien en su obra La estructura l¨®gica del mundo (1928) trat¨®, aunque sin pleno ¨¦xito, de reconstruir el conocimiento a partir de los enunciados de observaci¨®n, con ayuda de la maquinaria l¨®gica y conjuntista. En la escena filos¨®fica actual, el continuador de esta tradici¨®n es el norteamericano Willard Quine, heredero de Carnap en varios aspectos. Pues bien, tras haberle dedicado a ello muchos a?os y muchas p¨¢ginas, Quine ha terminado por afirmar, en su ensayo El soporte sensorial de la ciencia, su discurso de investidura como doctor honoris causa por la universidad de Granada a principios de este a?o, que los enunciados,de ob servacion no son otros que aquellos en los cuales los hablantes de la lengua en cuesti¨®n est¨¢n de acuerdo acerca de las condiciones que los hacen verdaderos o falsos.
Verdad y falsedad
?Relativismo? Es posible, pero tambi¨¦n reconocimiento de que no hay enunciados cuya verdad o falsedad dependa exclusivamente de la observaci¨®n, sino que para ello se precisa a la vez la concurrencia de la realidad y del lenguaje, de la experiencia y de la teor¨ªa.
Pero es que la actual reflexi¨®n filos¨®fica no acaba ah¨ª. Si hemos visto que no hay una distinci¨®n radical entre enunciados de observaci¨®n y enunciados te¨®ricos, tampoco puede trazarse una distinci¨®n categ¨®rica entre los juicios de valor y los enunciados de hecho (sean te¨®ricos u observacionales). Como bien lo ha visto el tambi¨¦n norteamericano Hilary Putriam, ciertos Juicios de valor pueden tener m¨¢s contenido asertivo que ciertos enunciados de hecho, y esto es as¨ª, entre otras razones, porque el conocimiento y los valores no son en modo alguno esferas aisladas, sino elementos de lo que ¨¦l denomina el "florecimiento humano".
Decir de algo que es feo o que es bello remite, o al menos puede remitir, a un conjunto de criterios, est¨¦ticos en este caso, a una teor¨ªa acaso, a unas normas desde las cuales se puedan comparar los logros y las carencias est¨¦ticas de dicho objeto. Que tales c¨¢nones no sean, ni mucho menos, universales, que ni tan siquiera haya sobre ellos normalmente un acuerdo tan general como suele haberlo, por ejemplo, con relaci¨®n a los colores (respecto de los cuales tampoco hay criterios universales), no significa que decir "el centro cultural Reina Sofia es feo" sea un enunciado imposible, l¨®gicamente absurdo.
Critica tambi¨¦n Castilla del Pino el uso ling¨¹¨ªstico com¨²n consistente en decir, como solemos hacer, por ejemplo, nosotros los espa?oles, que algo es feo, en vez de decir, como suelen hacer los ingleses, que eso me parece feo. Simplemente se trata de usos ling¨¹¨ªsticos distintos, y creo que, pese a esa "defectuos`¨¢ construcci¨®n de los Juicios de valor", dificilmente alguien se llevar¨¢ por ello a enga?o. Para que esa forma enunciativa pudiese enga?ar a alguien se precisar¨ªa cierto tipo de condiciones especiales en el acto de comunicaci¨®n: prestigio excepcional del emisor ante el receptor, etc¨¦tera. En condiciones convencionales, el proceder com¨²n, m¨¢s econ¨®mico desde luego, es pr¨¢cticamente equivalente.
En consecuencia, resulta err¨®neo afirmar que "los juicios de valor incorrectamente enunciados por su defectuoso planteamiento carecen de la propiedad de ser discutibles", por m¨¢s que puedan -abundar los fan¨¢ticos dispuestos a ello, desde luego. Y -qu¨¦ contestar cuando se lee que ¨¦stos "comportan para quienes los formulan el triple dogmatismo de creer a piejuntillas: a) que en el ¨¢mbito de los valores existe la verdad y que es posible alcanzarla; b) que ellos son poseedores de'esa verdad, porque les es dable alcanzarla en todo momento, y c) que los dem¨¢s, para su desgracia, no s¨®lo est¨¢n en el error, sino que carecen de la pos¨ªbilidad de subsanarlo". Antol¨®gico. Tras recuperarse de la sorpresa, tras imaginar por un momento espeluznado la dosis de arrogancia e intolerancia que se esconde tras las frases m¨¢s cotidianas -algo ciertamente patol¨®gico-, habr¨ªa que sugerir al distinguido psiquiatra cordob¨¦s que acaso descargue en locuciones de lo m¨¢s inocente, presupuesto de lo m¨¢s aberrante, lo que no deja de ser un curioso proceder hermen¨¦utico.
No extra?a, pues, que, por esta v¨ªa, Castilla del Pino parezca encontrar en estaforma mala de emitir enunciados que en definitiva son juicios de valor el origen (o al menos uno de los or¨ªgenes) del dogmatismo, del despotismo y del terrorismo. Ni m¨¢s ni menos. Como si el que se negara al di¨¢logo necesitase de tales sutilezas, como si expresiones de lo m¨¢s com¨²n fuesen tan perversas, como si el s¨ªntoma diera lugar a la enfermedad.
En fin, una buena manera de ir a ninguna parte es encarar mal los problemas, y otra a¨²n mejor es sacarlos de donde no los hay.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.