Libre de toda sospecha
Alguien caracteriz¨® hace tiempo a los vascos como el pueblo que danza a ambos lados del Pirineo. La afirmaci¨®n no carece de fundamento y ha llegado a convertirse en idea com¨²n. Otras fuentes, m¨¢s maliciosas sin duda, pero no peor informadas, nos han descrito como aquellos que no cesan de contemplarse el ombligo. Ag¨ªtense bien los dos ingredientes y en el c¨®ctel resultante se ver¨¢n fielmente reflejados los rasgos dominantes del acto de reapertura del teatro Arriaga, tras muchos decenios de abandono y un lustro de minuciosa restauraci¨®n.El Ayuntamiento bilba¨ªno no es de los que se arredran con facilidad ante las acusaciones de onfaloscopia. As¨ª pues, decidi¨® reservar para la ocasi¨®n un programa de circunstancias servido por int¨¦rpretes vascos y formado en su integridad por obras vascas de autores vascos. Nada mejor que lo obvio -bien sentado lo dejaron Poe y Lacan- para disipar cualquier sospecha.
Concierto de reapertura del teatro Arriaga, de Bilbao
Obras de Arriaga, Escudero y Guridi. Solistas: Joaqu¨ªn Ach¨²carro (piano) y F¨¦lix Payo (viol¨ªn). Sociedad Coral y Orquesta Sinf¨®nica de Bilbao. Director: Urbano Ruiz Laorden. Bilbao, 5 de diciembre.
Perdidos en semejante juego de espejos, ?qui¨¦n iba a sospechar, por ejemplo, que el Concierto vasco, de Francisco Escudero, vasco por los cuatro costados, a¨²n lo es soterradamente por un quinto: el de su dependencia del m¨¢s universal de los m¨²sicos vascos, esto es, Mauricio Ravel? Pues ya ven.Era justo y necesario que los primeros compases interpretados pertenecieran al compositor que desde hace casi una centuria presta su nombre al teatro municipal, y as¨ª lo fueron los de la obertura de Los esclavos felices. El resto del repertorio, m¨¢s pendiente de la inmediata complicidad que del alarde imaginativo, lo compon¨ªan -adem¨¢s del concierto citado de Escudero- dos p¨¢ginas de Jes¨²s Guridi, maestro cuyo centenario est¨¢ dando sus mayores frutos en esta recta final del a?o.
El incomparable sabor de lo hecho en casa, origen de tantos sinsabores entre los aficionados a la m¨²sica de estos pagos, supo alcanzar niveles de gran dignidad interpretativa. Y no s¨®lo porque se contara con dos solistas aut¨®ctonos de larga proyecci¨®n internacional (Joaqu¨ªn Ach¨²carro para la obra de Escudero y F¨¦lix Ayo para la Eleg¨ªa del joven Guridi). Hemos de felicitarlos: esta vez, cosa nada habitual, los resultados daban fe de un serio trabajo de preparaci¨®n colectiva. Tanto la Sociedad Coral como, sobre todo, la primera orquesta vasca sonaron con la seguridad de sus mejores momentos.
Inevitable es anhelar, en esta hora del voto obligado, que la nueva etapa abierta el viernes traiga consigo un cambio efectivo en nuestros modos de hacer musicales, tan necesitados de racionalidad, cuando no de simple solvencia t¨¦cnica.
Un elemental realismo impone recordar que Bilbao sigue sin disponer de una sala debidamente habilitada para el concierto sinf¨®nico cotidiano, pese a constituir ¨¦ste el n¨²cleo de la vida musical de la ciudad. Algunas, constataciones se encargaron de hac¨¦rnoslo ver desde la misma noche de euforia inaugural. ?Continuar¨¢ atenaz¨¢ndonos hasta el fin la entrega a las delicias de la autocomplacencia? El futuro tiene la palabra.
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