La rectitud del verbo
Lo que caracteriza y centra la escritura de Rafael S¨¢nchez Ferlosio es la obsesi¨®n por lo justo. Hay que entender por justo lo que objetiva, imparcial, rectamente debe ser. En el campo de las instituciones y de la vida, desde luego; pero sobre todo en el campo de la palabra. La exigencia de la palabra justa no es un complemento est¨¦tico de las otras formas de justicia, sino su invocaci¨®n, su conjuro. En la rectitud del verbo aferra el escritor el equilibrio traicionado del mundo contra el que oscuros des¨®rdenes y claros cr¨ªmenes conspiran.La palabra justa de Rafael -la m¨¢s denodada y recalcitrantemente moral de las contempor¨¢neas- nada tiene que ver con esa ret¨®rica de la maledicencia a la que nos tienen acostumbrados algunos intransigentes por oficio y beneficio. Nunca pasa lista para comprobar qui¨¦n no ha hecho lo que deb¨ªa o qui¨¦n se aprovecha de lo indebido, azotaina general tras la que se sobreentiende la propuesta de un aplauso por la propia abnegada perfecci¨®n.
Sabemos que hay fariseos de esta laya, sobre todo en gira por el extranjero y benefici¨¢ndose de su despiste acogedor. Ferlosio se atiene al discurso que se debe a lo debido, y los sujetos con quienes eventualmente polemiza aparecen siempre como reos de figuras de un razonamiento que falla, que vacila o que trampea. Nunca como una decapitaci¨®n orientada a situarse a s¨ª mismo mejor en el ranking de los malditos o los benditos, que tanto da.
La palabra justa no debe ser confundida con el t¨¦rmino m¨¢s ingenioso o m¨¢s afortunado. No se trata de un calificativo bien puesto, sino del resultado de una indagaci¨®n bien hecha, es decir: completa. De aqu¨ª provienen los meandros y vericuetos -rigurosamente trabados- del estilo ferlosiano. Hay quien escribe a latigazos o a suspiros: de un solo golpe, buscando m¨¢s la impresi¨®n que la explicaci¨®n. Y quien sue?a con poseer las mejores f¨®rmulas de insulto o de propaganda, la m¨¢s eficaz y, por tanto, breve carta de amor. La escritura de Rafael es sinf¨®nica y minuciosa, descriptiva y pacientemente argumentadora; sus modelos a?orados son informes catastrales, geograf¨ªas a la antigua usanza, discursos de parlametnarios cuidadosos, los mejores c¨®digos legales: las voces de la observaci¨®n, la paciencia y el an¨¢lisis.
?Habr¨¢ que prevenir al d¨®cil seguidor del actual relanzamiento de este autor? Por todo lo dicho -es decir, por los condicionamientos de su rectitud verbal- las recompensas de leer a Ferlosio no son obvias ni f¨¢cilmente accesibles. Por decirlo en una sola f¨®rmula, Ferlosio nos entretiene mucho, pero nos divierte muy poco. Lo contrario de lo que se busca habitualmente, que es divertirnos sin entretenimiento, o sea, sin demora, lo antes posible, para pasar a otra cosa y seguir sin pensar en nada. Divertirse es apartarse del cauce debido, tal como pervertirse. Lo que nos divierte es la exageraci¨®n, el asombro, la arbitrariedad, la dichosa injusticia de un planteamiento o de cierto adjetivo. De todo esto, que tanto nos gusta -y a m¨ª el primero, desde luego-, Rafael es sencillamente incapaz. Si Ferlosio es alguna vez absurdo, lo ser¨¢ a fuerza de precisi¨®n, de atenci¨®n desinteresada, de nobleza exasperante para con el lector. Ni ¨¦l ni la naturaleza dan nunca saltos, por eso su detenida contemplaci¨®n resulta en ambos casos igualmente fascinante y agotadora.
Llevo varios d¨ªas deambulando por los cuatro ¨²ltimos libros de Ferlosio, como tanto he paseado por los anteriores. Su paisaje intelectual a¨²na como ninguno el fervor y la melancol¨ªa, el capricho y la necesidad: este caballero de la rosa llega de rigore armato... Y tal lectura me evoca la de otro libro con el que alterno los suyos, el singular Oberman, de Senancour, que fue la segunda biblia para Unamuno durante toda su vida (por cierto, ?no constituir¨ªa el mejor homenaje a don Miguel propiciar una edici¨®n bien hecha de este libro?).
All¨ª he le¨ªdo hace poco esta imprecaci¨®n, que no puede referir mejor la impresi¨®n que causa en m¨ª la prosa -tan admirada, tan querida- de Rafael S¨¢nchez Ferlosio: "?Cu¨¢n mezclada es la vida! ?Qu¨¦ difficil es el arte de conducirse en ella! ?Cu¨¢ntas preocupaciones por haber actuado bien, cu¨¢ntos des¨®rdenes por haberlo sacrificado todo al orden, cu¨¢nto malestar por haber querido regularlo todo cuando nuestro destino no consiente regla!".
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