Los medios para estar en el mundo
Independientemente de la postura que se adopte ante o dentro de la OTAN o c¨®mo se conciba la CE (no piensan igual Thatcher que Mitterrand, ni el Partido Socialdem¨®crata Alem¨¢n o el Partido Socialista franc¨¦s que los conservadores brit¨¢nicos) y de las posibles actitudes pro reforma de una y otra organizaci¨®n ante indeseadas situaciones de hegemon¨ªa a cargo de algunos Estados, no cabe duda de que haber despejado el "OTAN s¨ª, OTAN no" y poder hablar con pleno derecho en la CE har¨¢n m¨¢s coherente la pol¨ªtica exterior de Espa?a.Algo similar cabe decir respecto a la normalizaci¨®n israel¨ª. Se part¨ªa del hecho de que reconocer a un determinado Estado no significa necesariamente aprobar la situaci¨®n de los derechos humanos en su interior o su conducta internacional (casi cualquier ejemplo sirve, pero citemos simplemente Sur¨¢frica, Chile, Cuba). Cosa que las autoridades espa?olas dejaron bastante clara emitiendo simult¨¢neamente al comunicado conjunto hispano-israel¨ª de 17 de enero de 1986 (por el que abr¨ªamos relaciones diplom¨¢ticas con Tel Aviv) la unilateral y muy oportuna "declaraci¨®n del Gobierno de Espa?a" en la que se recordaba nuestra pol¨ªtica hacia Oriente Pr¨®ximo y el respeto por los leg¨ªtimos derechos palestinos.
Y, sin embargo -y como cab¨ªa esperar- el gesto formal hacia Tel Aviv y el ingreso en OTAN y en CE no s¨®lo aumenta la racionalidad de nuestra actuaci¨®n exterior, sino que -sobre todo, combinados los tres factores, ahora positivamente asumidos- adem¨¢s nos proporcionar¨¢n m¨¢s bazas en la direcci¨®n y ejecuci¨®n de la misma. Dicho sin ambages, se nos respeta m¨¢s y, consecuentemente, podemos hacer m¨¢s.
En resumidas cuentas, creo que estamos ahora relativamente mejor preparados que hace unos a?os para ejecutar la pol¨ªtica exterior que nos toca desempe?ar. Otra cosa es en qu¨¦ puede consistir y qu¨¦ ¨¢reas abarcar, por un lado, y de qu¨¦ medios presupuestarios disponemos dentro y fuera de Espa?a para llevarla adelante, por otro.
En cuanto a lo primero, y hablando de privilegios, se cuentan con los dedos de una mano los Estados que se pueden permitir el lujo de elaborar y desarrollar una pol¨ªtica exterior m¨²ltiple, y simult¨¢nea en distintas ¨¢reas del globo. Lo normal es que se act¨²e en el ¨¢rea de influencia natural inmediata, que, en nuestro caso, es Europa. Y, en realidad, si somos rigurosos, hemos de admitir que, con resultados pr¨¢cticos, eso es lo ¨²nico que hemos venido haciendo en los ¨²ltimos a?os. Y no pod¨ªa ser de otra manera. El verdad que, por razones hist¨®rico-culturales, Am¨¦rica Latina y, en buena medida, el mundo ¨¢rabe, son calificables de ¨¢reas de influencia potenciales para nuestra pol¨ªtica exterior, pero, debido a nuestra carencia de recursos no son ¨¢reas inmediatas o no lo han sido hasta ahora de un modo constante y eficaz, a diferencia de lo que ha sido nuestro enfoque europeo. ?Pueden serlo en el futuro pr¨®ximo o menos pr¨®ximo?
Objetivo, Latinoam¨¦rica
Creo que, superados positivamente los tres elementos ya mencionados, nuestra pol¨ªtica exterior debe ocuparse sistem¨¢tica y permanentemente de Latinoam¨¦rica. Ser¨ªa un crimen de la historia y la cultura el no hacerlo. Pero debemos hacerlo, aun procurando aumentarlos, de acuerdo a nuestros recursos y -aunque no solamente- sobe todo en el seno de la CE, eso s¨ª, jugando all¨ª con nuestro privilegio iberoamericano, intentando configurar la pol¨ªtica comunitaria del modo m¨¢s favorable para nuestros intereses.
Otro tanto cabe decir, aunque l¨®gicamente con mayor atenuaci¨®n, de nuestra vertiente ¨¢rabe. De ella se est¨¢ ocupando el Gobierno, y en concreto el ministro de Asuntos Exteriores. El viaje a Siria, una reuni¨®n de embajadores de la zona en El Cairo, el primer viaje oficial a Israel (no se puede separar lo ¨¢rabe de lo israel¨ª en pol¨ªtica exterior) y otras visitas son algunos indicadores de lo que el Gobierno tiene proyectado a este respecto. Los mismos par¨¢metros que he mencionado en nuestra actuaci¨®n exterior hacia Latinoam¨¦rica son aplicables en Oriente Pr¨®ximo, s¨®lo que aqu¨ª tenemos un inconveniente y una ventaja adicionales. El primero es que por mucho que nos esforcemos, no tendremos nunca en Oriente Pr¨®ximo, por razones de historia, cultura y lengua, las mismas facilidades de presencia exterior que en Iberoam¨¦rica. La ventaja es que el Mediterr¨¢neo es clave para nosotros y para Europa y que disponemos en los pa¨ªses ¨¢rabes de un capital pol¨ªtico-hist¨®rico -de envergadura (aunque hasta ahora manejado principalmente demag¨®gicamente por ambas partes) que debemos saber utilizar, sobre todo porque ahora nuestro papel est¨¢ revalorizado.
Claro que para poder elaborar y desempe?ar una actuaci¨®n exterior espa?ola como la que estoy apuntando son necesarios los medios econ¨®micos. Porque en cualquier caso, una verdadera pol¨ªtica exterior, sistematizada y coherente, es privilegio de las sociedades democr¨¢ticas avanzadas, esto es, organizadas. En el caso de Espa?a, hemos despejado tres inc¨®gnitas funcionales sumamente importantes, pero nos queda acometer una labor esencial si deseamos que la pol¨ªtica exterior y los intereses nacionales, en suma, la propia sociedad espa?ola, avancen, y es la de disponer de la adecuada dotaci¨®n presupuestaria para que el servicio y la presencia exteriores de Espa?a funcionen. Presencia econ¨®mica, comercial y financiera e influencia pol¨ªtica est¨¢n muy vinculadas en pol¨ªtica exterior. Cuanto mayor sea la primera, m¨¢s posible ser¨¢ la segunda. Pero, si bien la pol¨ªtica exterior es competencia inmediata del Gobierno de la naci¨®n, la sociedad en s¨ª misma, a la que el Gobierno representa, puede y debe jugar un papel. Si la opini¨®n p¨²blica se convence y ayuda a convencer a los sectores m¨¢s reacios, de que pol¨ªtica exterior y sociedad nacional est¨¢n ¨ªntimamente vinculadas y de que la primera no es sino el instrumento adecuado para defender los intereses, lograr las aspiraciones y transmitir los valores e ideales de la segunda, habremos dado pasos de gigante y las partidas presupuestarias vendr¨¢n por a?adidura.
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