'Toro de ronda'
A cualquier lector que sea medianamente sensible y humano le habr¨¢n llenado de sonrojo los actos de barbarie y crueldad con los animales mencionados en el art¨ªculo Vida de perro, muerte de Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior toro, publicado en EL PA?S del 14 de diciembre de 1986. Entre ellos figura el festejo denominado toro de ronda, de Cari?ena, localidad aragonesa de la que me honro de ser hijo, aunque no precisamente por practicarse en ella tal fiesta.En la cabeza del toro se sujetan dos antorchas a las que por la noche se prende fuego. El pobre animal, cegado por la luz, es objeto de toda clase de vejaciones, apaleado y herido con pinchos y garrochas (yo he visto una vez que al animal le sacaron un ojo, que sangraba a chorros). A cada movimiento se desprenden de las antorchas gotas de goma encendida que le alcanzan por todo el cuerpo. Y peor a¨²n, terminado el espect¨¢culo macabro no se le da una muerte piadosa, sino que se le deja en medio de sus atroces sufrimientos para la capea del d¨ªa siguiente. Una vez muerto y desollado, la vista de la piel del animal es una visi¨®n alucinante, acribillada a agujeros y quemaduras como huellas de la tortura.
Todav¨ªa m¨¢s que la pervivencia de tal ancestro me sorprende la defensa que algunos hacen de tales espect¨¢culos bas¨¢ndose en su car¨¢cter popular. Lo pide el pueblo, luego es bueno, dicen. Parecen ignorar que el pueblo no es m¨¢s que la suma de los individuos y que ¨¦stos tenemos tanto cosas buenas como malas. Me parece el razonamiento de tales defensores una err¨®nea extrapolaci¨®n del dogma de la santidad de Mar¨ªa para aplicarla hacia algo tan terrenal como somos nosotros mismos, individual o colectivamente considerados.- Luis Dourdil.
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