Plazas y democracia
Aquella fe -por un tiempo coincidente con el florecimiento del movimiento moderno en arquitectura- que lleg¨® a identificar la mejor arquitectura con la m¨¢s genuina democracia, con el advenimiento del postomodernismo -coincidente en nuestro pa¨ªs con el de esa misma democracia-, parece haberse desmoronado. Aquellos, cada vez menos, que a¨²n la conservan creen identificar en la distanciaci¨®n a que ambos mundos, el de la democracia y el de la arquitectura, se encuentran hoy sometidos la raz¨®n por la que tanto parece demorarse un florecimiento arquitect¨®nico.La administraci¨®n posfranquista, a la hora de abrir nuevas plazas o rehabilitar las ya existentes, est¨¢ evidenciando una alarmante inhibici¨®n, en lo que arquitectura se refiere, frente a la que la intervenci¨®n sustitutoria del experto profesional no parece ofrecer remedio adecuado. Me estoy refiriendo al fracaso arquitect¨®nico que la rehabilitaci¨®n de Sol ha puesto de manifiesto. Arquitectura es la satisfactoria formalizaci¨®n de lo construido. ?Satisfactoria para qui¨¦n? En una plaza p¨²blica y en una democracia representativa, no cabe de ello la menor duda, para los representantes elegidos por el pueblo, los cuales ya procurar¨¢n que tambi¨¦n satisfaga a sus electores. La obra de Antonio Riviere y Javier Ortega, los arquitectos de dicha rehabilitaci¨®n, por tanto, deber¨ªa satisfacer primero que nada a nuestro alcalde, y consecuentemente a la mayor¨ªa de los madrile?os. En la autocracia, la cosa resultaba diferente, m¨¢s sencilla: la arquitectura de Albert Spcer era aquella, entre todas las posibles, capaz de satisfacer a, Hitler y s¨®lo a ¨¦l; la de Muguruza, aquella capaz de satisfacer a Franco.
Repertorio de farolas
Ahora resulta que las farolas de Sol no le satisfacen al alcalde ni a la mayor¨ªa de los madrile?os, los cuales suelen hacer extensiva su insatisfacci¨®n al conjunto de la reforma. Todo lo que en ¨¦sta cabr¨ªa calificar de ¨¦xito indiscutible: la nueva ordenaci¨®n del tr¨¢fico -mucho m¨¢s fluida y, por tanto, m¨¢s silenciosa-, la sorprendente recuperaci¨®n de tanto espacio peatonal, la precisa disposici¨®n de los accesos del metro..., aparece enturbiado por la presencia un tanto grotesca de un abundante, torpe e insignificante repertorio de farolas, entre otros elementos urbanos de un significado un tanto esot¨¦rico (?arquitect¨®nico?), no identificable por la mayor¨ªa de los ciudadanos, que no son arquitectos y que de arquitectura no entienden; ni por arquitectos, entre los que me encuentro, que tampoco, conseguimos identificar lo que de experiencia significativa y p¨²blicamente compartible (se trata de una plaza, colegas, ?y de qu¨¦ plaza!) una soluci¨®n arquitect¨®nica como ¨¦sa es capaz de brindarnos.S¨®lo es cuesti¨®n, por tanto, de una oportunidad arquitect¨®nica, una m¨¢s, desaprovechada. Ya surgir¨¢ otra; la joven democracia se encuentra necesitada de ello. Al fin y al cabo, peor parados salieron, por ejemplo, los vitorianos, cuya plaza de los Fueros ha sido, tal vez, definitivamente ocupada por un tremebundo monumento a los soldados italianos ca¨ªdos en nuestra cruzada. O los barceloneses, que hubieron de ceder un buen pedazo de su ciudad, delante de la estaci¨®n de Sants, para que alguien jugara a minimalismo arquitect¨®nico en un marco adecuado de desolaci¨®n.
Los madrile?os, al menos, sobreponi¨¦ndonos a la primera impresi¨®n de vac¨ªo que una imagen as¨¦ptica, muda, casi irreconocible de la vieja y querida plaza, van a poder disfrutar, m¨¢s ahora que antes, de una Puerta del Sol m¨¢s accesible. Pero detr¨¢s de una reacci¨®n popular en contra como la experimentada tiene que haber algo m¨¢s que sentimiento est¨¦tico ofendido; hay una frustraci¨®n justificada por la ausencia de significado evidente en el resultado que una actuaci¨®n pre?ada de significados, la de la recuperaci¨®n de Sol para la democracia, parec¨ªa entra?ar.
En todo caso, con motivo de la pol¨¦mica farolera, el sentido est¨¦tico de los madrile?os se est¨¢ aguzando, y con el tiempo y unas cuantas pol¨¦micas como ¨¦sta, tal vez lleguen a desinhibirse y a opinar con desenfado sobre cuestiones que a todos nos ata?en. Y es de esperar que todo ello repercuta decisivamente sobre otras actuaciones de nuestro Ayuntamiento. El que la primera actuaci¨®n de un nuevo tipo, aunque tal vez un poco precipitada, tenga un car¨¢cter negativo -el de sustituir las farolas- en modo alguno consigue invalidarla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.