Comedia tr¨¢gica
El apartamento
Director: Billy Wilder. Gui¨®n: I. A. L. Diamond y Billy Wilder. M¨²sica: Adolph Deutsch. Producci¨®n: Diamond y Harrison para la United Artists. Estados Unidos, 1960. Int¨¦rpretes: Jack Lemmon, Shirley MacLaine, Fred MacMurray, Ray Walston, Eddie Adams. Versi¨®n original subtitulada. Estreno: cine Renoir. Madrid.
Billy Wilder, el ¨²ltimo de los maestros austriacos de Hollywood, ha provocado a lo largo de su carrera incontables rosarios de carcajadas en todo el mundo. Pero hace falta salir del cerco hipn¨®tico de su poder de juego y fascinaci¨®n, de su casi in concebible ligereza para contar asuntos de m¨¢xima gravedad para darnos cuenta de que sus risue?as obras carecen por completo de gracia.El talento incomparable de Wilder lleva dentro una cumbre de la comedia, probablemente la m¨¢s alta y, al mismo tiempo, la m¨¢s profunda que el cine ha es calado desde el tiempo de Ernst Lubitsch y algunos pocos cineastas posteriores, como el casi olvidado Preston Sturges.Pero el genio c¨®mico de este vien¨¦s de 80 a?os, que todav¨ªa conserva sus temibles taladros capacitados para horadar sin piedad en los m¨¢s oscuros rincones del comportamiento humano, encubre un aparente equ¨ªvoco, que en realidad y bien mirado es un rasgo de exquisita coherenc¨ªa: el suyo, c¨ªnica o pudorosamente oculto detr¨¢s de sangrientas carcajadas, es en realidad un genio tr¨¢gico.
La tragedia en forma de comedia es un cap¨ªtulo de la historia del cine de extraordinaria riqueza. Dada su dificultad, no es f¨¦rtil, pero su escasez es de la estirpe estre?ida de los filones de diamantes. En su arsenal -recordemos, para orientarnos en el laberinto, Los viajes de Sullivan, de Sturges; Ser o no ser, de Lubitsch; La regla del juego, de Renoir; Todos a casa, de Comencini; Monsieur Verdoux, de Chaplin; Rufuf¨², de Monicelli; Archibaldo de la Cruz, de Bu?uel; Me siento rejuvenecer, de Hawks- la dinamita no abulta, pero tal es su concentraci¨®n que ning¨²n otro apartado de la imaginaci¨®n cinematogr¨¢fica alcanza a introducir tanta energ¨ªa incendiaria en tan corta cantidad de celuloide.
Amable metralla
En la historia de este m¨ªnimo e inquietante polvor¨ªn de celuloide, El apartamento ocupa un lugar preeminente, junto con sus hermanas menores B¨¦same, tonta y Primera plana. Fue realizada por Wilder. hace 27 a?os y toda v¨ªa hoy sigue siendo metralla con rostro amable, una intr¨¦pida reconstrucci¨®n de los mecanismos, del pesimismo, la negrura y la de gradaci¨®n, compuesta con los descansados materiales del humor, el relajamientoy la expansi¨®n del ¨¢nimo.
La divertida historia del oficinista Baxter -un trabajo que convirti¨® a Jack Lemmon en lo que hoy es: uno de los rostros en los que identificamos nuestro tiempo y su demoledor paso que escala los muros de la jerarqu¨ªa burocr¨¢tica de su empresa gracias al tr¨¢fico de la llave de su apartamento, convertido en picadero donde sus jefes citan clan destinamente a sus queridas, es una irresistible radiograf¨ªa de la humillaci¨®n, en la que el moralista c¨ªnico -un incr¨¦dulo tan re domado- que incluso no cree en su propia incredulidad- Billy Wilder abre de un tajo las tripas del ombligo neoyorquino del mundo y nos eleva con su bajeza.
Con casi tres d¨¦cadas sobre las costillas, esta excepcional imagen de lo ordinario ha crecido en excepcionalidad, hasta convertirse en una inexcusable referencia de la historia del cine considerado como ¨¢cido disolvente de nuestros c¨®modos ropa jes cotidianos. Es ese raro tipo de cine cuyo ojo bucea con luz blanca entre los pliegues de lo inconfesable y pone patas arriba y al aire -sin ning¨²n ensa?amiento, como quien no quiere la cosa el feo aspecto del trasero de la confortabilidad, sin dejarnos ni una respuesta con la que llenar la boca abierta por la admiraci¨®n que nos causa el, por otro lado entra?able, conocimiento de nuestra miseria moral.
Filme perfecto, penetrante, endiablado, dur¨ªsimo y, pese a ello, reconciliador de los hombres consigo mismos.
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