El alcalde contra el ni?o
EN LA condena al pago de 25.000 pesetas impuesta por un juez de Albacete a un ni?o de 10 a?os y a sus padres, a instancias del alcalde de la localidad albacetense de Jorquera, no se sabe de qu¨¦ extra?arse m¨¢s: si de la propia resoluci¨®n judicial o de la demanda que la ha provocado. O de las dos por igual. Porque una y otra, al margen de su encuadre en el marco legal, constituyen un gesto desfasado, prepotente, alejado de la realidad social y dif¨ªcil de comprender humanamente.El hecho que ha originado este disparate social ha tenido amplia difusi¨®n. Un ni?o de 10 a?os escribi¨® una carta en La Verdad, de Albacete, en la que expon¨ªa que su padre, alguacil del Ayuntamiento de Jorquera, pod¨ªa matarse por culpa del alcalde de la localidad, que le hab¨ªa ordenado limpiar los pinos de una zona considerada peligrosa por los profundos cortados y barrancos que hay en ella. El alcalde, ni corto ni perezoso, demand¨® a la familia del ni?o por considerar que se le hab¨ªa difamado. El juez estim¨® la demanda y conden¨® a la familia, padres y cinco hijos, incluido el autor de la carta, al pago de una indemnizaci¨®n de 25.000 pesetas a favor del alcalde.
Toda esta historia rezuma, se la mire por donde se la mire, resabios de la Espa?a negra e inquisitorial, que utiliza el castigo y la represi¨®n como pautas preferidas en las relaciones sociales con el pr¨®jimo, tenga ¨¦ste la condici¨®n de convecino o de gobernado. Y que, como se ve, todav¨ªa asoma de cuando en cuando en una Espa?a renovada y m¨¢s tolerante.
El caso resulta tan llamativo a estas alturas de la democracia espa?ola que merece ser considerado en algunos aspectos. Uno de ellos es aquel en que muestra de qu¨¦ modo un cargo p¨²blico recurre a la ley de protecci¨®n civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, de 5 de mayo de 1982, para cubrirse de las cr¨ªticas -justas o injustas, pero siempre l¨ªcitas- que puedan dirigir a su actuaci¨®n los ciudadanos.
Pero en este abuso, que no de otra manera puede calificarse esta conducta, el alcalde de Jorquera tiene predecesores ilustres en ministros y directores generales actualmente en ejercicio. Y es que en ¨¦ste como en anteriores casos, la persona o cargo p¨²blicos, m¨¢s que por la verdad de los hechos que se le imputan en su gesti¨®n, se muestran obcecados por las virtuales repercusiones sobre su honor, tal y como ellos quieren entenderlo.
Quiz¨¢ el alcalde de Jorquera debi¨® recordar el dicho b¨ªblico "Por la boca de los ni?os sale la verdad", y pens¨®, por tanto, que en el terreno de la verdad nunca se lucha con armas iguales cuando el contrincante es un ni?o. Pero si lo intent¨®, el camino legal utilizado ha sido bien equivocado: despu¨¦s de la sentencia del juez, su honor ha sido de hecho jur¨ªdicamente reparado, pero los hechos que ha denunciado el ni?o siguen implacablemente ah¨ª.
Por otra parte, ?qu¨¦ decir de la resoluci¨®n judicial dictada sobre el caso? El supuesto que se enjuiciaba era ins¨®lito en la historia de los tribunales espa?oles, y, por eso, debi¨® extremarse la cautela. Al fin, acaso la resoluci¨®n sea correcta desde el punto de vista de la letra de la ley, pero un buen fallo judicial es aquel que interpreta la ley a la luz de la realidad social y del sentido com¨²n. Pero ni una ni otro parece que han acompa?ado al juez en este caso, y, por eso, m¨¢s que una resoluci¨®n judicial propia del momento, presenta los tintes de una resoluci¨®n atrabiliaria o inspirada en la noche de los tiempos.
La en¨¦rgica reacci¨®n con que el vecindario recibi¨® la sentencia acaso ha demostrado, una vez m¨¢s, la incomunicaci¨®n que se est¨¢ produciendo entre los ciudadanos de hoy y la forma en que algunos jueces administran la justicia.
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