Atocha, 10 a?os despu¨¦s
El autor es uno de los supervivientes de la matanza con la que individuos de la ultraderecha ensombrecieron gravemente la transici¨®n democr¨¢tica espanola el 24 de enero de 1977, hace hoy diez a?os, asesinando a sangre fr¨ªa a cinco personas en el despacho de los abogados laboralistas de la calle de Atocha, 55, en Madrid
.Hablo de un 24 de enero en Atocha. Hablo de la vida y de la muerte. Del simulacro terror¨ªfico de mi muerte presentida. De la incre¨ªble sorpresa de una ejecuci¨®n sin sentido. En la sierra de Gredos, donde transcurren parte de estas palabras, existe una apasionante tradici¨®n. Los d¨ªas 3 a 15 de agosto de cada a?o son los d¨ªas de las caba?uelas. Esos d¨ªas puede conocerse el tiempo que har¨¢ todos los meses del a?o siguiente. Si el 3 llueve, llover¨¢ en enero; si el 4 luce el sol, lucir¨¢ en febrero. As¨ª, enero de 1977, fueron las caba?uelas de los a?os siguientes. Todo lo ha dominado aquel recuerdo imborrable de la matanza de Atocha. Toda la tensi¨®n que se acumul¨® en mi pupila, en mi cerebro, ha ido disemin¨¢ndose lentamente, a lo largo de los d¨ªas, uno tras otro, desde entonces.
Y lloro con tantas personas, aquellos d¨ªas y noches de temblor, para desentra?ar una respuesta; quiz¨¢ solamente quede la memoria, porque la respuesta est¨¢ hoy, entre la brisa y la palabra, salpicando estos recuerdos, que estaban enclawtrados en mi coraz¨®n. Hoy ven la luz, para convertirse en rescoldo de esperanza y de vida. Quiero creer que todos aquellos d¨ªas aciagos forman parte de la ¨²nica memoria de todos los que, alg¨²n d¨ªa, en alg¨²n rinc¨®n, nos ocupamos de buscar la luz, de buscar un ¨¢mbito m¨¢s habitable para la persona humana.
Y hablo de los que compartimos de bruces, en pleno rostro, en mitad del coraz¨®n, la violencia in¨²til. Porque estas palabras -son tambi¨¦n -quieren ser la semilla que, de viento en viento, plante nuevos amaneceres de esperanza. Pero no existe ning¨²n af¨¢n pol¨ªtico o de protagonismo personal. S¨¦ que tuvo un contenido, en tensi¨®n ciudadana, toda esta andadura hacia la libertad: s¨¦ que signific¨® trabajar y crear encuentros. Alguien narrar¨¢ esos alientos alg¨²n d¨ªa. S¨®lo quiero contar casi a borbotones y desde el coraz¨®n todo lo que viv¨ª, todo lo que vivimos entonces, antes y despu¨¦s del aquel 24 de enero de 1977; aquellas noches entre la vida y la muerte.
Han pasado 10 a?os. Diez at¨®nitos a?os desde que lo vivimos. Ha llovido a c¨¢ntaros. Y he tardado en decidirme a cerrar todo lo que escrib¨ª desde entonces. Porque era muy pronto; porque la herida estaba a¨²n abierta. Ahora es necesario sacarlo a flote. Incluso vitalmente es necesario. Solamente entre todos podremos desvestir, anular, eliminar la angustia que qued¨® temblando. Quiz¨¢ much¨®s no comprendan este pulso m¨ªo. Quiz¨¢s estas palabras pudieran decirlas muchas otras manos y sentirlas muchos otros corazones. Porque no fue una aventura de dos o tres personas. Es un aliento com¨²n de bruma y esperanza; y habr¨¢ que cerrar las grietas que quedaron abiertas ante aquel despliegue de confusi¨®n y de muerte. Mucho mejor que yo, Pedro S¨¢nchez, ese pintor hondo de Vallecas, donde transcurri¨® nuestro trabajo el 24 de enero, en el despacho del barrio de Palomeras, reflej¨® en verdad los sentimientos que a todos nos unieron aquella noche. Dibuj¨® en una pared de una casa baja vallecana, en aquellos collages colectivos que fueron un eslab¨®n popular en la lucha del movimiento ciudadano madrile?o, la figura de Luis Javier, uno de mis compa?eros muertos en Atocha, unida a estas palabras: "Como homenaje a Luis Javier / ca¨ªdo en la torpe noche del miedo / entre la rabia contenida, / la amarga tristeza / y la esperanza fecunda del pueblo".-
Aquellas palabras ardientes, en¨¦rgicas, esperanzadas, est¨¢n hoy aqu¨ª; forman el rumor de una noche, el trazo final de una vida; ¨¦se debe ser nuestro grito un¨¢nime, que es tambi¨¦n el impulso de estas palabras: gritar la vida, aun en el m¨¢s profundo silencio del coraz¨®n.Homenaje
Por ¨²ltimo, esto tambi¨¦n es un homenaje al recuerdo de los que murieron en Madrid en la ¨²ltima semana de enero de 1977. Todos. Luis Javier, Enrique, Javier, ?ngel y Seraf¨ªn, muertos en Atocha. Arturo y Mariluz, muertos en plena calle; y aquellos polic¨ªas, Jos¨¦, Fernando y Jos¨¦ Mar¨ªa. Para ellos fue definitivo. Se quedaron al borde del camino. Por eso estar¨¢n siempre entre nosotros, en esa flor de la que fueron semilla, que hoy es la senda de libertad que recorremos juntos todos los que creemos en el ser humano, en la necesidad de la democracia, por muy intrincado que parezca. No quiero resucitar viejos odios, rencillas inexplicables entre seres humanos. Creo en las posibilidades del di¨¢logo para construir un ¨¢mbito de vida, para construir un futuro com¨²n. Creo en la palabra que acoge y convence, desde ese compromiso con la paz, desde ese est¨ªmulo que son para m¨ª los que murieron en Atocha.
es abogado y escritor. Era especialista en derecho laboral y en movimiento ciudadano. Se retir¨® de la profesi¨®n de abogado en 1979. Este art¨ªculo forma parte del preludio de un libro que est¨¢ terminando sobre la matanza de Atocha.
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