La inercia o el futuro
Lo m¨ªnimo que se le puede pedir a un espect¨¢culo es que sea entretenido. El final del espect¨¢culo pol¨ªtico de las elecciones alemanas ha confirmado lo que ya hab¨ªa quedado demostrado en la campa?a: la creciente miseria -cualitativa- de la representaci¨®n pol¨ªtica, por supuesto no s¨®lo de la alemana. Actores corrientes, guiones vistos y malos, sobre¨¢bundancia de frasco t¨®pico y la oquedad profunda de toda la representaci¨®n. En dos palabras: se ha confirmado la imparable conversi¨®n de una representaci¨®n en un simple ritual al que en esta ocasi¨®n hasta le faltaba incluso la inseguridad del resultado, el ¨²nico reducto de emoci¨®n que son capaces de ofrecer las aburridas sociedades competitivas. Total, y por resumirlo en dos palabras, que las elecciones alemanas de 1987 habr¨ªan aburrido a las ovejas caso de que las ovejas hubieran tenido alg¨²n inter¨¦s por las elecciones alemanas. Si las comparamos con las representaciones a las qu¨¦ nos ten¨ªa acostumbrados el llamado "Schmidt-Schnauze" (o Schinidt el deslenguado), el, ¨²nico pol¨ªtico comparable como actor a Bogart, una bober¨ªa. La ¨²nica ocasi¨®n en que la cosa y los contendientes estuvieron a punto de rozar el list¨®n m¨ªnimo del espect¨¢culo fue cuando Rau se puso ante las c¨¢maras a hacer lo que de verdad sabe hacer y en lo que de verdad es un maestro: contar chistes. Y cuando Kolh, quiz¨¢ para no ser menos, lleg¨® a decir de s¨ª mismo que es un rat¨®n de biblioteca y que lo que m¨¢s le molesta es la estupidez desproporcionada.Claro, que el aburrimiento no es en este caso an¨¦cdota, sino categor¨ªa. La culpa del aburrimiento no es de la mediocridad de los actores, sino del fondo totalmente mediocre del asunto. No es que estos mediocres actores no le saquen partido a la obra, sino, al contrario, que por su mediocridad dejan totalmente al descubierto la absoluta falta de contenido de la representaci¨®n. En resumen, que el aburrimiento es el mensaje. En cierto sentido hay que estar agradecidos por esa insoportable levedad del ser y del aburrir. Son muy raras las ocasiones en la historia en las que a los mortales les es permitido ver con cierta claridad los hilos ocultos de la trama: una m¨¢scara superpuesta a la nada. Los grar.des actores tienen la ventaja de que mejorar. mucho el espect¨¢culo, pero s¨®lo a costa de hacerlo m¨¢s representativo, o sea, m¨¢s mentiroso y encubierto. As¨ª que cuanto mejor es el actor, peor. La crisis se acelera o se retrasa seg¨²n las muchas o pocas revoluciones del actor. Nuestra suerte son nuestros actores desastrosos, el hermano Johannes y el canciller Kolh.
No conviene, sin embargo, hacer de todo ese aburrimiento lecturas demasiado r¨¢pidas o atl¨¦ticas. Nada es aqu¨ª, como en general advert¨ªa la vieja metaf¨ªsica, lo que parece. La cara cristalina de los resultados de las elecciones alemanas no es m¨¢s que una m¨¢scara que oculta una contextura pol¨ªtica incre¨ªblemente barroca. Y lo que parece un fondo s¨®lido y roque?o es en realidad un arenal m¨¢s que movedizo. Para enterarse de verdad del mensaje de estas elecciones hay que leer los resultados al rev¨¦s. Gan¨® el qu¨¦ perdi¨®, el SPI), porque le esperaban resultados catastr¨®ficos y los sac¨® s¨®lo muy malos, con lo que, de momento, retrasa el r¨¦quiem alem¨¢n al que parece destinado. Perdi¨® el que gan¨®,Kohl, que obtiene su peor resultado hist¨®rico. Y los que m¨¢s alzan de optimismo y festejan sus resultados hist¨®ricos, los verdes, son los que menos razones tienen para so?ar con el futuro: todo Ic que les queda por delante es una alianza desventajosa, o sea, conio segundones, o aceptar un techo pol¨ªtico peque?o.
M¨¢s desconcertante todav¨ªa es el fondo profundo del asunto. Lo que a primera vista parece ser y mostrar una estabil¨ªsima y robusta estructura pol¨ªtica muestra en realidad un equilibrio inestabil¨ªsimo. Tan cont¨ªngente que hubiera bastado, para derrumbarlo, con apretar un poco a fondo cualquiera de sus tuercas: fuerte subida porcentual de los conservadores, mayor¨ªa , Rotar¨¹n", o desaparici¨®n de los liberales. Se hubiera ido todo a hacer pu?etas. De momento no ha pasado nada. Pero los resultados no han hecho m¨¢s que dejar pendiente el peligro y la debilidad estructural del sistema: que no sabe m¨¢s que repetir el mismo equilibrio, por m¨¢s que se var¨ªen las letras. Dicho de otra forma: que no hay alternativa. ?sa es precisamente la raz¨®n ¨²ltima del aburrimiento y del escepticismo profundo del personal, quien, por misteriosos mecanismos del olfato, percibe que no hay mayor salida.
Al sentido oper¨ªstico de los alemanes le gusta mucho decir cada vez que hay elecciones que est¨¢ en juego el destino del pa¨ªs, lo que, como f¨®rmula, es bastante cursi y redundante. Hace ya bastante tiempo que todas las elecciones, alemanas o no, tienen que ver con el destino: con la carencia de una visi¨®n pol¨ªtico-social sobre el futuro y, por tanto, con una cierta falta de destino de las naciones. El r¨ªo de palabras, de actos, de actores y todo lo dem¨¢s que durante un tiempo inunda el escenario no es m¨¢s que un reflejo condicionado que pone en movimiento todos los jugos g¨¢stricos de una sociedad cada vez que la campana toca elecciones. Pero nada m¨¢s. Detr¨¢s hace ya bastante tiempo que no hay nada, o casi nada. Vivimos en el vakuum pol¨ªtico.
Y ese vakuum ha vuelto a confirmarse. La socialdemocracia sale (le la prueba todav¨ªa m¨¢s confusa y en lucha por hacer pie ontol¨®gicoBrandt o Rau, Rau o Lafontainena -tarde le da pr¨¢ctica y otra ut¨®pica. Andar ala busca del trabajador y del revolucionario pcrdidos, y lo ¨²nico que se les aparece es si; propia perplejidad y duda profunda.Si el doloroso final de Sch¨ªnidt marc¨® s¨®lo el final de Slchmidt o el fin de la socialderriocracia como visi¨®n pol¨ªticosocial para el futuro. Todo el esfueezo her¨®icodel hermano Johainesno ha podido tapar ese gesto torcido y entregado del boxeador sona¨¢o. Y a los conservadores les pasa como a los viejos verdes de zarzuela: que quieren eni
con las chicas y hablan mucho de futuro, impulso, cambio, novedad y de un esp¨ªritu nuevo, pero enseguida sacan calceta del pasado: orgullo, rendim¨ªcrito, deber, autoridad y unos dientes nacionalistas que les rechinan y les huelen demasiado. Como si r¨ªo hubi¨¦ramos llegado a ciertas s¨ªtuaciones del pasado recorriendo prec' samente ese camino. Queda el fundamentalismo vcrde de los verdes y la libertad de los liberales, un partido Klein perofein que habla de libertad para referirse a la de la peseta y !que no sabe m¨¢s que repetir esl¨®ganes con garra.En resumen, que estas elecciones, como tantas otras, han acontecido bajo el signo de la inercia democr¨¢tica y la provisionalidadp,Gil¨ªtica: el ciudadano, de momento, no tiene m¨¢s opci¨®n que dejar las cosas aproximadamente como est¨¢n, porcentaje arriba o abajo, y el siglo XXI ya nos dir¨¢ qu¨¦ pasa. No hay m¨¢s meta que la repetici¨®n y el aplazamiento. 0 sea, el inerte retorno de lo mismo. De una provisionalidad secular y de un aburrimiento igualmente nada accidental. No se podr¨¢, sin embargo, acusar a la providencia de falta (le previsi¨®n: en compensaci¨®n, los alemanes disfrutan del canciller m¨¢s chusco de su historia, y, por si eso fuera poco, tienen a su Boris Becker. ?Puede un pueblo pedir m¨¢s? ?A que no? Y si no, que se lo pregunten al nuestro.
Luis Meana es profesor de Filosofia en la universidad (le Trier (Tr¨¦veris) en la Rep¨²blica Federal de Alemania.
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