Paul Newman y Philippe Noiret ponen la secci¨®n oficial por todo lo alto
El norteamericano Paul Newman, dirigido por Martin Scorsese en El color del dinero, y el franc¨¦s Philippe Noiret, dirigido por Claude Chabrol en M¨¢scaras, dos formidables actores, han hecho el prodigio. Berl¨ªn 87, un encuentro que se presum¨ªa relleno con cine de medio pelo, se ha desmelenado en las pantallas durante las dos primeras jornadas, gracias a la obra de cuatro hombres: dos rostros que han dado, cada uno a su manera, lecciones inolvidables del fr¨¢gil y sublime arte de la transfiguraci¨®n, y dos miradas que han dado ejemplo de c¨®mo el buen director de cine sirve al genio del actor y no se limita a servirse de ¨¦l.
Martin Scorsese ha afinado mucho su oficio en las ¨²ltimas pel¨ªculas que ha realizado. Entre la bella, pero de estilo algo tosco Taxi Driver, y la quiz¨¢ menos bella, pero de estilo mucho m¨¢s refinado, After hours, hay un gran sslto adelante en el dominio de su lenguaje cinematogr¨¢fico. En las primeras secuencias de El color del dinero, pel¨ªcula que abri¨® el viernes la sesi¨®n oficial de Berl¨ªn 87, hay otro salto m¨¢s hacia la b¨²squeda por este cineasta de la dificultad y la perfecci¨®n. A los 45 a?os, Scorsese parece haber encontrado ese casi imposible punto en el que la inspiraci¨®n y la maestr¨ªa coinciden sin esfuerzo aparente y sin pugna rec¨ªproca.Las escenas iniciales de este excelente filme son uno de esos ejercicios que hacen parecer sencillo a lo m¨¢s dificultoso y espont¨¢neo, a lo m¨¢s elaborado. Scorsese construye cada escena por la l¨ªnea de mayor resistencia multiplica con gran inventiva las tomas de la c¨¢mara, emple¨¢ndola desde todos los ¨¢ngulos, con todas las ¨®pticas y en todas las dimensiones imaginables. Despu¨¦s une los planos y todo discurre en la pantalla con la suavidad de una seda que ha sido tejida con los ¨¢speros hilos de la precisi¨®n de un poema de geometr¨ªa.
La mirada de Seorsese persigue obsesivamente el rostro de Paul Newman, que interpreta, ya sesent¨®n, al m¨ªtico jugador de billar Eddie Felson, al que dio vida hace un cuarto de siglo en la que hasta ahora era considerada su mejor interpretaci¨®n: la que hizo en aquella maravilla de Robert Rossen titulada El buscavidas. Newman recupera aquella insuperable imagen creada por ¨¦l y sobre ella, con 25 a?os de sabidur¨ªa acumulada en sus canas vuela recto hacia arriba, con una econom¨ªa de gestos que hay que ver para creer.
Con armas expresivas contrarias, con recursos de escuela que hay que situar en el rev¨¦s de los de Newman, conjugando endiabladamente espectaculares transiciones de la mesura al exceso, combinaciones admirables de contenci¨®n y de sobreactuaci¨®n, otro actor, el franc¨¦s Philippe Noiret, le plant¨® ayer cara a Paul Newman y nos mostr¨® que es posible escalar las alturas alcanzadas por el maestro norteamericano por otras rutas muy diferentes.
Chabrol, ir¨®nico
M¨¢scaras es una de las escasas buenas pel¨ªculas del famoso y sobrevalorado Claude Chabrol, que las hace por lo general malas, e incluso muy malas. Todo funciona muy bien en esta historia de doblez y de intriga, una inquietante par¨¢bola moral, conducida por Chabrol con sagacidad y control ir¨®nico de los est¨ªmulos emocionales. Pero no pasar¨ªa de de ser una buena pel¨ªcula convencional si no estuviera ese hurac¨¢n encerrado en un transparente vaso de agua que es el genio interpretativo de Noiret, uno de los m¨¢s grandes actores europeos de que hay noticia.Dos rostros geniales y dos hondas miradas con energ¨ªa intelectual y moral para penetrar en ellos pusieron en las dos primeras jornadas de Berl¨ªn 87 el favor casi olvidado del verdadero cine.
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