Crecimiento econ¨®mico y presiones inflacionistas
Durante a?os el crecimiento econ¨®mico del Jap¨®n y la Rep¨²blica Federal de Alemania ha dependido m¨¢s que nada del mantenimiento de un super¨¢vit elevado, y con tendencia al crecimiento, de su balanza comercial. En ambos casos en 1986 se hizo patente. un cierto giro hacia la demanda interior, favorecida en parte por cierta relajaci¨®n de su pol¨ªtica monetaria. Esta tendencia se orienta en la debida direcci¨®n. Pero tambi¨¦n hay signos de que su crecimiento en conjunto puede hallarse en precaria situaci¨®n, en la medida en que han descendido sus exportaciones.Al mismo tiempo, la existencia de tasas relativamente elevadas de desempleo y de capacidad industrial no utilizada, junto con una pronunciada apreciaci¨®n de las respectivas monedas, es una realidad que los dota de una apreciable protecci¨®n frente a una reactivaci¨®n de las presiones inflacionistas que esos pa¨ªses, comprensiblemente, pretenden evitar.
Es harto evidente que la necesaria reorientaci¨®n de su pol¨ªtica econ¨®mica -b¨¢sicamente complementaria de la nuestra- no es en dichos pa¨ªses m¨¢s f¨¢cil de conseguir que en el nuestro. Sin duda el car¨¢cter y la configuraci¨®n de las medidas necesarias ser¨¢ -de hecho ya lo es- objeto de fuerte debate interno en ellos. Lo que resulta decisivo desde una perspectiva mundial no es el car¨¢cter preciso de las medidas o su exacto ritmo de aplicaci¨®n, sino que al cabo resulten capaces de mantener un fuerte impulso del crecimiento aun cuando absorban m¨¢s importaciones del resto del mundo.
Hay un peligro, y es que, en ausencia de un crecimiento interno m¨¢s fuerte, se har¨¢n m¨¢s intensas las presiones en favor de la apreciaci¨®n de sus monedas, lo cual puede comprometer sus propias perspectivas econ¨®micas. Habida cuenta de la importancia de los ajustes del tipo de cambio ya realizados, no parece que vaya ni en su inter¨¦s ni en el nuestro el que se produzca una inestabilidad mayor en ese terreno.
Algunos pa¨ªses de industrializaci¨®n m¨¢s reciente tambi¨¦n tienen una clara responsabilidad en lo que se refiere a la contribuci¨®n a un mejor equilibrio mundial. Taiwan y Corea en particular tienen ya o est¨¢n consiguiendo super¨¢vit exteriores que resultan grandes incluso medidos por el patr¨®n convencional de las potencias industriales.
Ello responde en parte a su firme posici¨®n competitiva, pero tambi¨¦n al hecho de mantener ambos una fuerte barrera proteccionista. La fuerza misma de sus posiciones exteriores indica -en los intereses de sus propios ciudadanos y consumidores- la necesidad de una actuaci¨®n m¨¢s firme en favor del aumento de sus importaciones, sea por una rebaja de aranceles, por levantamiento de otras restricciones o por modificaciones de la paridad (le sus monedas.
Hay que poner el acento en que el ¨¦xito de esos esfuerzos r¨ªo habr¨¢ de medirse necesariamente por los cambios que experimente nuestro comercio bilateral precisamente con pa¨ªses determinados. Un orden comercial competitivo es multilateral por su propia naturaleza, y hemos de estudiar el equilibrio -nosotros junto con otros pa¨ªses- en un contexto mundial.
A ese respecto, la mayor parte del mundo en desarrollo, que, ya lleva sobre s¨ª pesadas cargas deudoras, no se halla en condiciones de revaluar sus monedas o de absorber un volumen mucho mayor de importaciones (desde Estados Unidos u otros pa¨ªses), si no consigue de forma m¨¢s o menos paralela un incremento de sus exportaciones.
En el curso de los ¨²ltimos a?os, no obstante, ha sido Estados Unidos el que de hecho ha absorbido el grueso del incremento de las exportaciones conseguido por Latinoam¨¦rica, pues su exportaci¨®n a Europa y Jap¨®n se ha incrementado, en todo caso, s¨®lo d¨¦bilmente.
La situaci¨®n de la deuda
El que nosotros cerr¨¢ramos ahora nuestro mercado a las exportaciones de esos pa¨ªses distorsionar¨ªa con toda seguridad nuestras perspectivas de expansi¨®n y con ello el estimulante progreso habido hacia unas econom¨ªas m¨¢s competitivas y mayor democracia pol¨ªtica.
Antes bien lo que se precisa es un acceso mayor por parte de esos pa¨ªses a mercados en expansi¨®n como los de Jap¨®n y Europa, as¨ª como al nuestro. Las ¨²ltimas modificaciones habidas en los tipos de cambio establecidos en el mundo industrializado aportan sin duda un importante incentivo favorable al desplazamiento de la corriente exportadora de los pa¨ªses en desarrollo hacia Europa y Jap¨®n.
Al mismo tiempo, las importaciones de productos norteamericanos por parte del mundo en desarrollo se han situado en unos niveles de precios m¨¢s competitivos que hace un a?o o dos.
No puede pasarse por alto una amenaza que sigue gravitando sobre el crecimiento y la estabilidad financiera que afecta a los pa¨ªses en desarrollo. La gesti¨®n de los problemas de la deuda de los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y de algunos otros pa¨ªses en desarrollo se halla de nuevo en un trance cr¨ªtico.
La raz¨®n de ello no es que no haya habido avances en la soluci¨®n del problema; antes bien, la mayor parte de los pa¨ªses con mayor carga deudora ha venido experimentando crecimiento, aun cu¨¢ndo en la mayor parte de los casos no a todo su nivel de posibilidades, y su deuda tiende a resultar menor en relaci¨®n con sus exportaciones u otros par¨¢metros de su capacidad de pago, lo cual ha reducido sus necesidades de nueva financiaci¨®n.
Seguramente lo m¨¢s alentador es que se ha registrado un avance definido, aunque en ocasiones vacilante, hacia la liberalizaci¨®n del comercio, la apertura de mercados y hacia la reducci¨®n de las distorsiones econ¨®micas internas, en todo lo cual el Banco Mundial ha desempe?ado un valioso papel de ayuda.
Al mismo tiempo, en el momento en que los pa¨ªses industrializados no consiguieran alcanzar colectivamente una tasa de crecimiento satisfactoria, los. pa¨ªses en desarrollo ver¨ªan con toda seguridad mermadas sus perspectivas de consecuci¨®n de los mercados que necesitan sus productos.
De forma m¨¢s inmediata, en los ¨²ltimos meses el proceso que ha de conducir al acuerdo sobre unos programas que generen suficiente apoyo y financiaci¨®n en los plazos oportunos -sea mediante reestructuraci¨®n de la deuda existente o mediante la concertaci¨®n de los nuevos pr¨¦stamos que sean -necesarios- ha experimentado una ostensible p¨¦rdida de ritmo.
Razones
En sus extremos particulares las razones son tan varias como la complejidad de los propios programas, la mayor parte de los cuales requiere el acuerdo de centenares de bancos de todo el mundo. En cierto casos los contratiempos de la pol¨ªtica de los pa¨ªses prestatarios han complicado la tarea.
Pero tambi¨¦n hay que sospechar que el hecho mismo de que se hayan realizado progresos en los ¨²ltimos cinco a?os -progresos m¨¢s patentes en la reducci¨®n de riesgo de los bancos en relaci¨®n con el capital a la mitad aproximadamente que en 1982- ha tenido el desgraciado efecto de amortiguar en algunos pa¨ªses el sentido de urgencia y cooperaci¨®n. No se trata de negar los progresos que se han hecho.
Pero el que ahora no se mantenga la intensidad de pasados esfuerzos significa llanamente hipotecar en gran medida el ¨¦xito logrado y asimismo un riesgo de aparici¨®n de nuevas tensiones en el sistema financiero. Todo ello tiene algunas consecuencias decisivas para EE UU.
En primer lugar, el proceso de restablecimiento del equilibrio exterior exige antes que cualquier otra cosa que atendamos a la obligaci¨®n inexcusable de abordar nuestro d¨¦ficit presupuestario. Y ello no solamente porque nos hallemos en una situaci¨®n de peligrosa dependencia del ahorro exterior, sino porque el progreso en el exterior es, como cuesti¨®n pr¨¢ctica, susceptible de verse dificultado si no lleva la iniciativa la naci¨®n mayor y m¨¢s poderosa. Si en lugar de ello recurri¨¦ramos al cierre de nuestros mercados, nos mostr¨¢ramos indiferentes a la depreciaci¨®n de nuestra moneda y permiti¨¦ramos que las fuerzas inflacionarias recuperasen la delantera, entonces no existir¨ªan bases para la confianza en Estados Unidos. En tal situaci¨®n ser¨ªan muy d¨¦biles las perspectivas de una acci¨®n complementaria de la nuestra por parte de otros pa¨ªses o de crecimiento de la econom¨ªa mundial.
En segundo lugar hemos de asumir que los ajustes necesarios exigir¨¢n un desplazamiento relativo de recursos financieros y reales desde el consumo y el d¨¦ficit federal a la industria competitiva a escala internacional. Sin un aumento acusado de la productividad general desde el 1 % o cifras parecidas t¨ªpicas de la mayor parte de los a?os setenta y ochenta -y no se ven razones para suponer que esa tendencia vaya a cambiar de golpe- la tasa de consumo que viene registr¨¢ndose en los ¨²ltimos tiempos no podr¨¢ sostenerse durante mucho tiempo. En lugar de ello nuestro crecimiento deber¨¢ expresarse en gran parte en una exportaci¨®n neta y en inversiones, y a la vez en un menor recurso al ahorro para la financiaci¨®n del gasto federal.
Felizmente, la trayectoria en los campos del crecimiento de la productividad y contenci¨®n de costes en los sectores industriales clave se ha mostrado relativamente firme durante el per¨ªodo de expansi¨®n econ¨®mica. Ello refuerza las perspectivas de alcance de una posici¨®n competitiva m¨¢s poderosa en el campo internacional. La dificultad que va a haber que superar va a ser la de mantener esa trayectoria con una moneda depreciada, precios de importaci¨®n m¨¢s elevados y mayores necesidades de inversiones nuevas para responder a las posibilidades interiores y de exportaci¨®n.
Finalmente, la consecuci¨®n de esas metas en una situaci¨®n de crecimiento sostenido y de razonable estabilidad de precios es algo que trasciende las posibilidades de un solo instrumento de pol¨ªtica econ¨®mica. Como es harto evidente, la pol¨ªtica monetaria tendr¨¢ que cumplir un papel cr¨ªtico en ello. Y ¨¦sta tiene sobre otros instrumentos la ventaja de ser m¨¢s flexible., Pero tambi¨¦n contar¨¢ excepcionalmente el mantenimiento de la disciplina y el empleo de criterios sensatos entre planteamientos en potencia conflictivos.
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